¿Ha muerto el historicismo?

Por K de K

El historicismo ha llegado a su fin. La forma más común de medir la temporalidad cultural y social, tanto a nivel individual como colectivo, se basa en una concepción lineal del tiempo, influenciada por la tradición judío-cristiana y dividida en tres partes por el concepto del yo eidético. Nietzsche consideraba esto como una invención del neoplatonismo, fundamentada en la noción de recurrencia entre el pasado, el presente y el futuro.

El positivismo y el progresismo son corrientes de pensamiento que han surgido como consecuencia directa de esta tendencia. En este contexto, la disciplina de la historiografía se erige como la forma trascendental de honrar esta temporalidad. Por ejemplo, la escuela de los Annales (considerada la madre de la historiografía moderna) introdujo métodos y conceptos para capturar el tiempo histórico: periodización, estructura, coyuntura, duraciones cortas, medianas y largas, mentalidad periodológica, memoria, entre otros.

Nietzsche argumenta que esta invención tiene como núcleo central la razón. En su obra Segunda Intempestiva (una crítica al historicismo positivista), habla de las ventajas y desventajas de la historia para la vida. En este caso, el foco ya no está en la razón, sino en la vida. Este cambio de enfoque hacia el centro de la vida da lugar a una hermenéutica de la temporalidad que aún no ha llegado a su fin en la actualidad.

En resumen, lo que le interesa a Nietzsche es deshacerse del historicismo lineal dividido en tres partes históricas. Su interés radica, desde una perspectiva naturalista, en una allokhronía, una temporalidad diferente a la impuesta por la razón. Busca una temporalidad que desvele la invasión de los hechos por parte de otros hechos.

¿De qué trata en esencia esta allokhoronía nietzscheana? Se refiere a una tragedia atemporal, sin repeticiones determinadas por el tiempo lineal y progresivo. Desde esta perspectiva, según Nietzsche, ningún hecho representa una fase, periodo o estructura histórica. Lo que estamos viviendo a través del historicismo de la razón es el olvido de una memoria citable y experimentable, el olvido de la temporalidad del Ser, para el cual todavía carecemos de un lenguaje preciso.

Nietzsche descubre que este olvido de la temporización del Ser (que no se divide en fases, épocas y periodos, sino que se experimenta como un presente duradero) se hace evidente de forma natural cuando, a finales del siglo XIX, se intensifica la desportivación de la existencia. El helenismo ha resurgido por su propia fuerza y naturaleza, inmerso en su voluntad y optimismo.

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