¿Estaremos listos para las 90 millas?

Por Fernando Reyes

El país de Hispanoamérica que más se parece a España es Cuba. Eso nadie que conozca un poco de historia o que tenga ojos para ver se atreve a discutirlo, no obstante, nunca nos gustaron los toros, ni somos tan buenos en soccer, en eso no nos parecemos tanto. Los cubanos tenemos muchas costumbres que aprendimos de nuestros mejores amigos, los americanos. Nosotros jugamos muy bien a la pelota, el baseball lo llevamos en la sangre, como el baile, la simpatía, la estridencia al hablar, y el alarde, y muchas notas de identidad que nos hacen únicos entre los pueblos.

Desde que se introdujo la pelota en Cuba en 1860 por marineros gringos que hacían escala en los puertos de la Isla, lo cual le dejaba pingües beneficios a España, desde que Nemisio Guillo, en 1864, introdujo el primer bate en Cuba, desde el primer juego de pelota en el Palmar de Junco en 1874, desde que Armando Marsans y Rafael Almeida, ¡comenzaron a jugar en Grandes Ligas en 1911!, desde ese momento hemos sido muy buenos jugando a la pelota. La lista de glorias del baseball cubano desde 1860 hasta 2023 es interminable, oceánica, somos realmente buenos en ese deporte, esto no es alarde, lo demuestran, los títulos, los récords, los nombres, las medallas y el reconocimiento que nos hemos ganado, en el lugar donde se inventó la pelota y que juega el mejor baseball del mundo: los Estados Unidos de América.

Intencionalmente, no menciono nombres, porque ya eso sería hacer política. Jugar pelota, soccer o dominó, no tiene ninguna implicación política, ni debería tenerla, pero como todo evento público, y que es además un estupendo negocio del cual viven miles de familias en el mundo entero, el baseball se extiende y se entiende desde la política, no lo podemos negar. Los cubanos, desde 1959, todos, hemos sido o víctimas o victimarios de un cáncer político que ha contaminado todo, un cataclismo nacional consistente primero en el secuestro de las personas por generaciones, generando sucesivos éxodos que han destruido a las familias y ha hecho que todo lo que huela a Cuba sea parte de un problema que a todos nos concierne y que aun después de muerto sigue destruyendo día a día a la Nación, ese problema se llama Fidel Castro.

Ese personaje repulsivo fue el principal responsable y artífice de una cárcel de las que algunos hemos tenido la fortuna de escapar, esa cárcel gigante y flotante es la Isla de Cuba, y todo lo que tocó ese Midas aberrante caribeño, terminó empeorando, degenerando, muriendo. Fidel Castro, vendedor de humo profesional, tirano a tiempo parcial y gangster a tiempo total, fue un gran propagandista, se valió de todo como herramientas para su arte de brujo del lenguaje. Su familia, su colegio, sus hermanos, sus habilidades como pelotero, pitcher, 10 millones de toneladas de azúcar, nunca producidas, un argentino fotogénico delincuente que lo seguía, una vaca que producía ríos de leche, misiles intercontinentales, super-espías, guerrilleros, ministros-proxenetas, cinco espías en pleno Estados Unidos, un niño huérfano y claramente, como no podía de ser de otro modo, “soviéticamente”, hizo la tarea y aprendió con los bolos, los rusos, a hacer propaganda con el deporte. Y como éramos buenos en la pelota, nos cogió para eso.

El equipo de Cuba se convirtió en un arma arrojadiza, en otro misil balístico de largo alcance de propaganda para los intereses de Castro. Cada victoria iba precedida por unas palabritas de aliento del tirano bola de churre. ¿Cada triunfo primero dedicado a quién?, adivinaron, al Comandante. Cada copa o trofeo, como acto de guerra, se celebraba con desfiles de triunfo y los peloteros, cuáles héroes espartanos regresando con laureles… vamos, que todo el mundo sabía quién era quién en el equipo Cuba y los chivas estaban y están sembrados. El mismo veneno que corría por las venas de nuestra patria, también corría por las venas de los infelices peloteros, que estaban para lo que sabían hacer, batear, coger, pichear, robar bases, correr y darlo todo por la camiseta y por los colores de la bandera, porque sí, un pelotero cuando está jugando lo hace por lo que es libre de hacerlo, por una ideología o por una consigna, o por su país o por lo que le dé la gana, por dinero o por un Ferrari.

La pelota es la pelota, no es más que eso, viene siendo hora de despojarse de la semántica del demencial Castro que nos ha instalado a todos en la narrativa de un baseball propagandístico. ¿Incluso los chivas, compatriotas, y que se moleste quien se moleste, y que salga el sol por donde salga, hay que ser anticomunista acaso para ser buen pelotero? O el homerun de un anticomunista vale menos que el de un verdadero revolucionario. ¿Hasta cuándo vamos a seguir cayendo en esa trampa de las guerritas post-mortem del viejo diabólico? La pelota es la pelota y usted la disfruta porque Cuba no es una ideología, un partido criminal ni un régimen decadente que le queda una brisa fresca de la tarde, Cuba es la perla de las Antillas, la más bella tierra que ojos humanos hayan visto, la tierra de nuestros padres, y la que debemos amar y respetar todos.

El Rojo y el negro son dos colores y una novela inmensa de Stendhal, el 1.º de enero es solo el primer día del año, y el día que España abandono a Cuba, por cierto; el 26 de julio es el día de la Santa Ana y un día supercaliente, sobre todo en Oriente, qué militante, viene del latín militia, milicia, y no tiene nada que ver con nada que ver, que la libreta de abastecimiento es una cartilla de racionamiento, y solo eso. Ellos no son los dueños de los símbolos, ni de los cubanos, ni de las palabras, ni de la plataforma insular, ellos son solo secuestradores, la casa es nuestra y la pelota también. Este 19 de marzo, día de San José, el equipo Cuba va a jugar o con Venezuela, la rara neocolonia ideológica de la Habana, o con Estados Unidos, el país hacia el cual la demencia de Castro dirigió sus píldoras maléficas.

Van a jugar en Miami, la capital del exilio cubano, nadie ha dado el título, pero lo lleva con sentido. En un stadium que han pagado los contribuyentes, presionados por políticos cubanos que se declaran víctimas del comunismo, los mismos taxpayers que fueron víctimas del régimen dictatorial que usa el juego, el equipo, la bandera y hasta los muertos para promover una campaña que tienda a reconectar “la buena idea” del Presidente Obama en una “normalización de relaciones” de Cuba y EUA. Pero lo más importante de todo, a ojos vista, es que este buen resultado del equipo Cuba de baseball demuestra el fracaso de su propaganda por más de 60 años. Es simple, la inclusión en la lista de peloteros cubanos fogueados en el baseball profesional de Grandes Ligas y de otros países de buena pelota como Japón, México o la República Dominicana, demuestra rotundamente que la pelota «revolucionaria» amateur y socialista no gana.

La que gana es la pelota de verdad, aquella que permite que las leyes del mercado y la competencia decidan sobre las fantasías ideológicas del marxismo soviético, que no le ganaba últimamente ni a un equipo de niños noruegos de un High School en el deporte que mejor sabemos jugar los cubanos. Se les agotó el sistema y eso es un problema de ellos, del régimen, este Clásico lo demuestra, se están dando con el bate en la cabeza alardeando que les dan a todas las pelotas, aun cuando sean sliders a 95 millas. Ellos mismos se dan el dead-ball en este Clásico, esto es el fin de la narrativa de la pelota revolucionaria del Viejo tirano fanático del baseball. Deseo que ganen, para que lo pierdan todo, hasta las ganas de seguir inventando. Si todavía nos duele que sigan secuestrando a nuestra gente allí, incluyendo a los peloteros, que casi todos son víctimas de todo eso; no los que viven en tierras de libertad, pero eso sería motivo de otro artículo; pero si seguimos sangrando por esa herida, no es por un juego de pelota, es porque no nos hemos sacado ese mal llamado comunismo de encima aún.

¡El problema son los que tienen el cadáver, Fidel Castro, el régimen, toda esa peste, expuesto sin enterrarlo, 64 años después, y a estas alturas del juego de pelota ya es hora que lo entendamos, para mí que gane el mejor, y que viva Cuba Libre! Y en extra-inning, lo que quieran hacer es problema de su conciencia, somos adultos o estamos llamados a serlo y como tal hacernos responsables de nuestras decisiones a la hora de ver un partido de pelota, armar una buena contrarrevolución o empinar un papalote blanco, rojo y azul con cara de nostalgia. Este artículo de Fernando Reyes no refleja necesariamente la opinión del Club Cubano Americano de Lakeland, pero sí la de su vicepresidente.

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