Por KuKalambé
El espiritismo no se puede confundir con la espiritualidad, aunque en ciertos aspectos, según Martí, pueda considerarse un peldaño cercano a ese estado, un camino hacia la iluminación. Sin embargo, incluso abrazando el espiritismo, nuestra visión sigue limitada, y esto se pone de manifiesto al analizar la teoría evolucionista de Don Fernando, donde se sumerge en una profunda angustia epistemológica que tiene un impacto profundo en la cultura cubana.
Fernando Ortiz, por su parte, se aproximó al espiritismo y exploró su historia, adoptando sus métodos, a pesar de no ser un espiritista convencido. Su atracción por esta disciplina religiosa radicaba en su creencia de que el espiritismo ofrecía una vía para abordar los desafíos raciales y culturales en Cuba. Desde mi perspectiva, las ideas de Ortiz no alcanzaron las expectativas deseadas, ya que no tomaron en cuenta plenamente el sólido fundamento espiritual presente en la obra de José Martí.
En la gramática doctrinaria de Kardec, las palabras «espiritualismo,» «espíritu» y «espiritismo» se entrelazan, aunque cada una de ellas tiene su significado específico. Kardec desarrolló su doctrina espiritualista a partir de los poderes del cuarto cuerpo sutil humano, donde florecen la clarividencia, el sueño, el magnetismo y la mediumnidad. Por otro lado, Martí optó por la palabra «espiritualidad» en relación con el quinto cuerpo, siguiendo la tradición esotérica del cuerpo espiritual humano. Este quinto cuerpo, que trasciende las limitaciones cognitivas del yo trascendental kantiano, la noesis husserleana, la proyección del ego psicoanalítico y las expectativas de los fenómenos paranormales, incorpora, por ejemplo, el proceso espiritual de Bayamo y su correlato.
Una interesante hipótesis sostiene que el espiritismo de cordón se caracteriza principalmente por su riqueza en cánticos y danzas realizadas por un grupo de médiums, en un contexto de sincretismo con el catolicismo. Esta práctica genuinamente espiritual encuentra su origen en la intersección cultural entre las tradiciones aborígenes y españolas, la influencia de la masonería y una postura en relación a las ideas de libertad e independencia. En este contexto, Delio Orozco, en su fascinante artículo titulado «El espiritismo de cordón; esbozo para una historia,» destaca cómo esta tradición espiritual se nutre de estas diversas corrientes.
Ángel Lago, en sus investigaciones que reinterpretan el origen del cordón en la región del Cauto, en la provincia Oriental de Cuba, respalda las consideraciones previamente formuladas por Orozco en su trabajo «Los aborígenes de Bayamo: legado histórico,» publicado hace más de una década.
Sin embargo, en dos de sus obras más influyentes, «El espiritismo del Cordón en Bayamo colonial» y «Acerca del espiritismo en los estudios de Fernando Ortiz,» Lago propone una hipótesis histórica. Argumenta que la cordillera de la Sierra Maestra, que durante los siglos XVIII y XIX dividía políticamente a Santiago de Bayamo, actuó como una barrera infranqueable para que los elementos de los rituales y cultos africanos traspasaran los límites de la región santiaguera y se mezclaran con las prácticas del cordón en la región de Bayamo. Esto se debió, en gran medida, a que la economía cafetalera, dependiente de la mano de obra esclava, no se expandió hacia la región de los territorios del Valle del Cauto. En consecuencia, según Lago, los elementos de la danza y el canto aborígenes en el cordón no se fusionaron con el panteón africano.
Desde mi perspectiva, el surgimiento del cordón no puede atribuirse únicamente a estas razones geográficas y económicas. Como han señalado tanto Orozco como Lago, el cordón también tuvo vínculos con la masonería y, de alguna manera, su práctica incorporó elementos de la teoría científica de Kardec sobre el espiritismo. Como mencioné previamente, el cordón puede entenderse como una respuesta ante la creciente racionalización y la emergencia de la modernidad. Este movimiento surge como un intento, quizás no completamente consciente, de buscar el mito de Bayam y de reconciliar dos corrientes de pensamiento de la época: el ético-moral del espiritismo kardeciano y el filosófico-ocultista de la masonería.
En sus inicios, el cordón representó una tercera dimensión, una dimensión poética, del espiritismo como forma de vida, en contraposición al principio ético-moral del espiritismo kardeciano y al enfoque filosófico-ocultista de la masonería. No proponía una filosofía o una ética basada en el principio redentor cristiano, sino más bien una síntesis poética como camino hacia Bayam. Por lo tanto, recuperó elementos de la danza areito y los cantos aborígenes como un enfoque pragmático y poético. ¿Por qué? El cordón no se concibió como una filosofía ni como una doctrina teológica, en contraste con el espiritismo científico y la masonería. No era sofista, sino una experiencia existencial que se vivía plenamente en la mayoría de sus aspectos.
El espiritismo kardeciano se fundamenta principalmente en los salmos de Pedro en el Nuevo Testamento, que enfatizan el aspecto moral y justo del espíritu humano. Kardec era un moralista, y esta perspectiva moral permea toda su obra, preocupándose por distinguir entre los espíritus buenos y malos. La doctrina de Kardec plantea la dualidad entre el bien y el mal, confiando en la justicia divina y en la influencia de los espíritus buenos para llevar a cabo esta justicia. En cambio, la masonería, aunque tiene sus raíces en la tradición del ocultismo hermético egipcio, también está impregnada de moralismo y filosofía teológica. No solo se basa en los salmos de Pedro, sino que también incorpora los salmos de Mateo relacionados con Jesús y el elemento cognitivo de la palabra bíblica. La masonería moderna es esencialmente una filosofía teológica.
En contraste, el cordón, en sus inicios, no se identificaba como espiritismo. Esta designación vino posteriormente, como resultado de la influencia de otras corrientes de pensamiento y su evolución a lo largo del tiempo.
La práctica del cordón como una forma de religiosidad popular no tiene su origen en el siglo XIX, sino en épocas anteriores. Los aborígenes llevaban a cabo esta práctica cordonera, aunque nunca la denominaron espiritismo; se conocía simplemente como danza areito. No obstante, el cordón adquirió un inicio relacionado con algo subyacente que ha perdurado en las prácticas contemporáneas.
El cordón surgió a partir de un principio curativo, lo que añade otro significado a la noción de Bayam: la idea de un sonido que cura, un sonido trascendental. Es posible que aquellos que iniciaron esta práctica lo intuyeran de esta manera, lo que llevó a que el cordón se practicara sin necesidad de aditamentos teóricos y morales. Más tarde, desde la masonería y el kardecianismo en la segunda mitad del siglo XIX, se incorporaron elementos conceptuales bajo la etiqueta de espiritismo.