Por Waldo González López
«Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez».
Jorge Luis Borges
«[…] la ingobernabilidad de los cubanos […], el más nefasto de los males que heredaremos del fidelismo».
José Hugo Fernández
Me demoré en concluir estos breves apuntes sobre El huevo de Hitchcock —uno de los mejores ensayos publicados en Miami durante los últimos años por el también certero narrador cubano José Hugo Fernández—, porque, disfruté su lectura con goce moroso, sin apuro y, tras finalizar y realizar el consecuente análisis, lo dejé “enfriar” para no escribir con pasión y, tras luego retomar viejas lecturas y emprender otras nuevas, por fin emprendí estas notas, tal hago desde mi ya remota juventud, cuando adquirí este hábito o costumbre de valía, por lo que siempre tengo junto a mi cama varios libros que intercambio casi a diario.
De entrada, no dudo en afirmar que este volumen es una buena muestra del género creado por uno de mis pensadores favoritos: el francés Michel Eyquem du Montaigne (1533-1592), quien sería uno de mis mayores ejemplos por utilizar buena parte de su tiempo libre en la lectura, una de las tareas más placenteras y útiles, si las hay, y una de las preferidas por quien ahora escribe estas líneas, «como quien redacta un documento», para decirlo con un clásico verso de un recordado poetamigo: el infaltable y admirado Eliseo Diego.
El huevo… está presidido por un axioma del gran psicólogo Carl Gustav Jung (1875-1961), a quien, como a su maestro Sigmund Freud, leí durante mis “treinta”, pues el autor de Los complejos y el inconsciente, Arquetipos e inconsciente colectivo y Las relaciones entre el Yo y el Inconsciente, entre otros libros decisivos de la Psicología del siglo XX, constituiría, tras Freud, la segunda figura de esta ciencia (y digo ciencia, pues tal es en tanto adopta/adapta el enfoque cientifico para comprender el comportamuento humano). Así, Jung con sus libros mencionados, estableció la psicología analítica, con la que, asimismo, sería conocido por sus teorías sobre el inconsciente humano, incluida la idea de que existe un insconsciente colectivo, compartido por todas las personas. La cita en cuestión es la siguiente: «Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz, sino adquiriendo conciencia de la oscuridad. Lo que no se hace consciente, se manifiesta en nuestras vidas como destino».
De entrada, subrayo igualmente que el libro posee una de las cualidades que exaltara el también pensador galo: René Descartes (1596-1650), quien casi contemporáneo de Montaigne, pero mucho antes que Jung, se planteara la necesidad de no aceptar ninguna verdad hasta no tener la certeza de que realmente lo sé, por medio de la duda metódica:
[…] por lo que toca a las opiniones que habría aceptado hasta entonces, lo mejor que podía hacer era acometer, de una vez, la empresa de abandonarlas para sustituirlas por otras mejores o aceptarlas de nuevo cuando las hubiese sometido al juicio de la razón […].
De tal suerte, José Hugo inicia su ensayo enumerando los problemas que han llevado a la mayor parte de la Humanidad al estado actual de decadencia social y anticognitiva, al que la mayoría de los gobernantes y políticos de Occidente, la siguen conduciendo y convirtiendo en lo que ya se avizora como peligroso futuro inmediato: un mundo polarizado en la absurda izquierda… millonaria. En consecuencia, con José Hugo, propongo algunos de los temas analizados:
En primer lugar, el Temor, a partir del ensayo de Alfred Hitchcock: El placer del miedo, abordado por el autor, quien hurga en diferentes aspectos de esta temática,
Le sigue otra que ha “encantado” durante siglos a casi toda la Humanidad: la Moral, tan utilizada, desde siglos atrás, por religiones, logias, asociaciones, grupos… Por cierto, José Hugo nos dice que había en La Habana Pre Desastre (antes de 1959): el Bar Moral, vaya nombrecito que me recuerda otro que existiera en el pueblo en que nací con no menor capacidad de absurdo y sentido: Cristo Bar…
Pero lo que aquí importa es que tal motivo le sirve al autor para, valiéndose de pensadores de épocas distintas/distantes: Descartes y Kant, como científicos (Darwin), escritores (Cervantes), sátrapas (Fidel) y poetas oportunistas (Guillén, «El Malo», dixit Neruda), convencer al lector con sus válidas hipótesis y tesis.
A tal fin, recuerdo el mayor sin sentido que le inculcara al pueblo, el por fin castrado Castro, quien no dejaría de repetirle, a través de sus peroratas discurseras: «Si estás en contra de mi gobierno, eres traidor a la patria, enemigo del pueblo, mercenario, agente de la mafia, anexionista, o todas esas cosas juntas». En tal sentido, no olvido sus tiránicas «Palabras a los intelectuales», con las que amenazara, en tres jornadas: el 16, el 23 y el 30 de junio de 1961, a los más importantes escritores cubanos en la Biblioteca Nacional con su casi decreto-ley: «Con la revolución, todo; contra la revolución, nada».
Pero hay más, pues, entre otros aspectos que José Hugo aborda y con los que arma su breve y convincente ensayo, figuran: Masa homogénea, Amnesia histórica, Corchos sobre la marejada, Intolerancia, Lo mezquino, Levedades de plomo, Enajenación colectiva (uno de los más extensos e intensos, por representar mejor la Cuba dominada por el castrismo durante 63 años) y Autoridad versus credibilidad.
En fin, con su prosa analítica y sencilla, Jose Hugo, a lo largo de sus numerosas apreciaciones, como atendibles puntos de vista, evidencia la capacidad de asimilación de lecturas que, durante décadas, realizara para, solo años después, escribir y, de nuevo, mucho después: en el 2021, publicar por las miamenses Neo Club Ediciones, este valioso libro que, en apenas 86 páginas, logra atrapar al lector por sus virtudes, a saber: sencillo lenguaje, frescura, como humor e ironía, en fin, méritos que marcan y diferencian a este ensayo de otros que, por cansinos, resultan reiterativos. Y, además, corrobora su rechazo al discurso «doctoral» y pedante que lo alejaría de no pocos de sus posibles lectores actuales, ya de por sí timoratos y desdeñosos a la hora de adentrarse en temas serios y de actualidad.
El mayor mérito que, entre muchos otros, hallo en sus lúcidas páginas, es que las dedica a estudiar el cubano en varios de sus rasgos definitorios, como la Psicología y la Idiosincrasia, término proveniente de un vocablo griego, está vinculado al carácter y los rasgos propios de una persona o de una colectividad.
En tal sentido, como antes Jorge Mañach y ahora el autor de El huevo de Hitchcock —sin pretender descubrir el Mediterráneo— nos revela, como ante el espejo que nos mira y en el que nos miramos al despertar cada mañana de este mundo ya no tan ancho ni ajeno, la ¿declinante? actitud de nosotros, los cubanos, a lo largo de las demasiado largas más de seis décadas de engaño de la ilegítima ¿Revolución?, que lograra cambiar de forma ostensible no pocos de los numerosos valores que hasta 1959 —a pesar de nuestras manchas, «que hasta el Sol las tiene», dixit nuestro Martí— poseíamos con aquel orgullo de haber nacido en la Isla, hoy tan cercana/lejana que más de dos millones hemos abandonado quizás para nunca jamás regresar, ni siquiera ir de visita, como quien escribe estas notas, solo que en mi caso eliminando el quizás, pues entre mis planes nunca dudé de esta casi declaración de principios, desde mi arribo aquí, el primero de julio de 2011, como le juré a Mayra del Carmen en el Aeropuerto, pues no olvido los últimos tiempos pasados/sufridos en Cuba, cuando casi caigo en prisión, lo que narro in extenso en mi testimonio: «Los emigrantes [somos] polvo de estrellas», a punto de salir publicado en la web OtroLunes, que dirige en Alemania mi invariable colegamigo Amir Valle.
Por fin, El huevo de Hitchcock resulta un compendio de valiosas y útiles ideas, muy apropiadas sobre todo en estos años, cuando la engañifa de las fake news luchan por convencernos y vencernos en esta increíble, pero cierta lucha político/ideológica en pro del Socialismo/Comunismo que avanza con fuerza por Occidente, donde naciera con los lejanos aires de la Revolución Francesa y continuara con el Socialismo Utópico y el Marxismo Leninismo, hasta arribar a este peligroso presente, cuando los humanos, demasiado humanos nos jugamos nada menos que la Libertad.