Escriba claramente en Facebook

Por Owen Blandino

Señores, permítanme dirigirme a ustedes en un tono que, si bien conserva el decoro de nuestras conversaciones intelectuales, busca inyectar una dosis de pragmatismo a nuestros diálogos. Hoy, en esta era digital donde la información fluye con la rapidez de un río caudaloso, me veo en la necesidad de pedirles algo esencial: claridad.

En nuestros encuentros virtuales, especialmente en esa plaza pública contemporánea que es Facebook, somos testigos y partícipes de un fenómeno peculiar. Ustedes, eruditos y pensadores del siglo XXI, tejen con palabras posteos que, aunque impregnados de sabiduría, a menudo se revisten de un manto de misterio. Sus textos, si bien exquisitos en su formulación, se sumergen en ocasiones en un mar de abstracciones que, aunque fascinantes, se alejan de la comprensión inmediata.

Entiendo, por supuesto, el valor del enigma y la sutileza. Durante siglos, la humanidad ha valorado el arte de la insinuación y la elegancia de lo implícito. No obstante, les invito a considerar que estamos en un momento histórico diferente. La época actual demanda directividad, una comunicación que, sin sacrificar la riqueza lingüística y conceptual, se haga eco de la urgencia por entender y ser entendidos con mayor prontitud.

No se trata, mis estimados colegas, de despojar a nuestras palabras de su belleza intrínseca o de su complejidad inherente. Se trata, más bien, de adaptar nuestro discurso a un público que, si bien ávido de conocimiento, se ve constantemente bombardeado por un torrente de información. La claridad se convierte, entonces, en una herramienta poderosa, en un faro que guía a los lectores a través de la densa niebla de la sobreinformación.

Así, les propongo un desafío: continuemos compartiendo nuestros pensamientos, nuestras reflexiones, nuestras críticas y nuestros elogios. Pero hagámoslo con una mirada hacia la claridad. No abandonemos las riquezas del lenguaje, pero sí seamos conscientes de que cada palabra, cada frase, cada posteo, es una oportunidad para conectar, para educar, para inspirar.

Permitámonos ser directos sin caer en la simplicidad. Ofrezcamos pistas, pero asegurémonos de que estas no conduzcan a laberintos sin salida. Recordemos que el propósito de la comunicación no es solo expresar, sino también ser comprendido. Y en este mundo acelerado, donde el tiempo es un bien cada vez más escaso, la claridad no es solo una cortesía; es una necesidad.

Señores, el reto está lanzado. Continuemos escribiendo, pero hagámoslo con la luz de la claridad, iluminando cada palabra. En una época donde los misterios parecen pertenecer más al pasado y la retentiva revolucionaria ha dado paso a la inmediatez informativa, nuestra misión como comunicadores se torna más crucial que nunca. Que nuestras palabras sean puentes, no barreras; faros, no laberintos.

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