Por: Roger Castillejo Olán
Conocí a Callejas a través de las redes sociales, y desde hace más de tres años he estado siguiendo de cerca sus escritos y publicaciones. Con más de una docena de libros publicados, su influencia se ha consolidado como una referencia para otros autores. Recientemente, concluí la lectura de su último libro, Reseñas, en el que presenta a más de 80 autores cubanos. Esto me motivó a enviarle varias preguntas para una entrevista y compartir sus reflexiones con la audiencia. La agudeza de sus argumentos constituye el núcleo de sus exploraciones sobre la vida humana en la Tierra. Callejas utiliza dos metáforas poco comunes —inmunidad y domesticación— para desarrollar su pensamiento. Espero que disfruten de esta entrevista.
¿Por qué siempre hablas de dónde y no de quién eres?
AVC: En primer lugar, creo que la pregunta «¿quién soy?» contiene un enfoque problemático. En este momento, la respuesta no se encuentra en una identidad concreta y definida. La pregunta tiene raíces antiguas, originada en la época de los cosmólogos metafísicos del siglo V a. C., cuando intentaban esclarecer la naturaleza de la existencia humana a lo largo del tiempo. Esta cuestión nos dirige a explorar la identidad y el destino humanos. No obstante, en mi opinión, el enfoque más adecuado sería replantear la pregunta en términos de «dónde», ya que esto ofrece una respuesta más acorde con el contexto: ¿Dónde está Ángel Callejas? Este replanteamiento nos conduce a investigar el ámbito espacial de la existencia humana. Así, respondería: estoy aquí, allá, en cualquier parte del mundo en la que haya sido colocado, en participación con el lenguaje y en el proceso de domesticación cultural. Mi existencia se desarrolla en un invernadero cultural, una suerte de contenedor protegido en el que se crían y moldean los seres humanos. La vida en la Tierra se presenta como un espacio de refugio donde es posible alejarse de la hostilidad exterior. Nos comunicamos y nos relacionamos bajo este ambiente controlado, donde casi siempre habitamos bajo un techo que proporciona seguridad.
¿Por qué hablar de domesticación?
AVC: El ocultamiento de la verdad sobre la realidad es una limitación propia del discurso positivista. La domesticación es el proceso que transformó al homo sapiens con la llegada de la sedentarización, y sigue desarrollándose en nuestros días. Desde sus orígenes, la humanidad carga con un proceso de «fetalización», es decir, la prolongación de características infantiles en la vida adulta. Esta vulnerabilidad persiste incluso después de los nueve meses de protección en el útero. Así, la exploración de lo desconocido, como el espacio exterior, aparece como un «útero simbólico», un círculo que representa y recrea nuestro entorno bio-cultural. El ser humano define su hábitat en correspondencia con la trascendencia inmunológica del útero materno, y así construye entornos artificiales, como los invernaderos, en los que encuentra su refugio. Un ejemplo de esta capacidad de adaptación es la cría de atún en agua dulce, en estanques creados por el hombre, lo que demuestra cómo nuestra intervención modifica los entornos naturales para satisfacer necesidades.
La falta de claridad actual sobre el concepto de cultura puede estar vinculada a una omisión en cuanto a la construcción y la arquitectura como formas morfológicas. Tanto el constructivismo como el positivismo generan discursos que transforman nuestro entorno. A lo largo de la historia, la humanidad ha creado espacios que reflejan su cultura: casas, ciudades, parques, teatros, estadios, plazas, y escuelas. Estos espacios, en su conjunto, conforman un medio a través del cual el ser humano lleva a cabo su auto-domesticación en el mundo moderno. La cultura, en esencia, es un vasto invernadero artificial donde el hombre se adapta y se redefine.
¿Cuál es el papel de la literatura en este «invernadero cultural»?
AVC: La literatura cumple un rol fundamental en el proceso de domesticación humana. Representa una de las formas más íntimamente ligadas a nuestra evolución cultural. A través de ella, narramos nuestra propia condición humana y exploramos ese pasado embrionario que cada uno lleva consigo. Los textos literarios se presentan como contenedores de nuestras tradiciones, modelos de pensamiento y experiencias, transmitiendo a las futuras generaciones las distintas formas de domesticación y desarrollo cultural.
La literatura, además, establece un sistema de jerarquía social en el cual aquellos que saben leer y escribir asumen una posición de influencia y autoridad sobre los demás. Es un medio antropotécnico que aspira a superar los instintos más primitivos del ser humano, orientándolo hacia una vida en sociedad bajo estructuras y normas que favorecen el crecimiento colectivo.
Al igual que lo suponía Cicerón en el Imperio Romano, la cultura escrita asumió la tarea de la domesticación literaria, que luego fue asumida por la escuela. La literatura ha ganado un lugar importante en la alfabetización y ha contribuido a la formación de sociedades y naciones. La cultura depende en gran medida del discurso literario, tal como lo demostró Frank Kafka en su obra «La metamorfosis», donde reflexionaba sobre la condición humana.
Sin embargo, en la actualidad, la literatura ha redefinido su propio entorno artificial. Las tertulias, editoriales, ferias y eventos literarios y artísticos se han convertido en espacios arquitectónicos independientes de su lado positivista.
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