Entrevista de Denis Fortún a Ángel Velázquez Callejas

Por Denis Fortún

Confieso que había extraviado el cuestionario, y sinceramente no recordaba dónde lo había guardado en línea. Por supuesto, hice todo lo posible por encontrarlo, pero mi búsqueda resultó infructuosa. Quizás no fui lo suficientemente paciente. Hace unos días, Santiago Baltasar Martín me mencionó que tenía una entrevista con Ángel Velázquez Callejas que le hice hace seis años, con motivo del lanzamiento de su libro El salto interior (Neo Club Ediciones, 2011). Él expresó su interés en publicarla en Caritate, como parte de los preparativos y la promoción de la I Convención de la Cubanidad, que se llevará a cabo el próximo sábado 27 de enero en la sede del Municipio de Santiago de Cuba en el Exilio, ubicada en 845 SW 14 Ave., Miami, de 12 m. a 6 pm.

Con motivo del lanzamiento del libro El salto interior (Neo Club Ediciones, 2011), tuve la oportunidad de entrevistar en Miami a Ángel Velázquez Callejas, un destacado historiador y ensayista cubano. Sus recientes trabajos, publicados con entusiasmo tanto en medios impresos como digitales, han despertado un gran interés y generado polémica.

Denis Fortún: ¿Quién es Ángel Velázquez Callejas?

En 1987 obtuve mi título de Licenciado en Historia en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Poco después de graduarme, inicié mi camino como especialista en el museo de Manzanillo, donde la historia se convirtió en una vivencia diaria, palpable. En 1995, mi carrera dio un giro al convertirme en profesor e investigador en el Instituto Superior Pedagógico de Manzanillo y en el Centro de Estudios Regionales del Guacanayabo y la Sierra Maestra. En esos años, mis conocimientos se profundizaron y mis aportes al estudio de la historia se multiplicaron. En el 98 realicé un doctorado en Historiografía de Cuba.

En 1999, antes de emprender el viaje a Estados Unidos, ocupé el puesto de Jefe del Departamento de Investigaciones Históricas en la Oficina del Historiador de Santiago de Cuba. Durante esos doce años, mis ojos y mi mente estuvieron enfocados en la historia regional, especialmente en la historia económica y la formación de la identidad nacional cubana en el Valle del Cauto-Guacanayabo. Mis investigaciones me llevaron a publicar varios libros. La travesía hacia Estados Unidos marcó el inicio de una nueva etapa, donde mi enfoque se expandió hacia la exploración de la existencia del ser cubano. Este tema me ha permitido ahondar en la identidad y la experiencia cubana, abriendo nuevos horizontes en mis estudios históricos.

DF: Además de ensayos, ¿existe poesía o narrativa en la obra de Callejas?

Las tres son como hermanas inseparables. Un ensayo sin poesía y narrativa es un cuerpo sin alma. El ensayo permite la libertad de expresar ideas, pero sin la chispa poética y el hilo narrativo, esa libertad se convierte en un frío ejercicio objetivo y empírico. Aunque no he escrito poemas ni adornado mis textos con imágenes, metáforas o símbolos, aquellos que niegan la presencia de poesía en mis escritos no han mirado lo suficientemente profundo.

Este es el nudo esencial de la literatura en Cuba. Los narradores y poetas cubanos aún no comprenden plenamente que un texto que solo enaltece el ego, sin trascender, no ha tocado la verdadera esencia de la poesía. La poesía es esa voluntad, ese puente majestuoso e invisible que, utilizado con la pureza de la existencia, nos transporta hacia la orilla de nuestra verdadera identidad. En mis ensayos, ese impulso poético y narrativo está en el núcleo, vibrante y presente.

DF: ¿Es ciertamente el cubano un pueblo impredecible?

Absolutamente, pero hay momentos en que se pueden vislumbrar ciertos aspectos de la naturaleza colectiva cubana, y ahí es donde el historiador juega un papel crucial. Joel James, historiador, habló del «contra sí», la capacidad cultural del cubano para cuestionar y desestabilizar continuamente sus propias estructuras. Esta faceta de la psicología cubana merece ser estudiada. Por eso es impredecible el mañana en Cuba. Diversas fuerzas sociales están en juego, y no sabemos cuál prevalecerá. El futuro no lo dictará el pasado, sino un salto hacia lo desconocido. Cualquier intento de predecir una tendencia histórica para anticipar el futuro de Cuba está destinado a fracasar.

DF: El «Desbordado Ego Cubano» (DEC), como nacionalidad, incluso de manera individual, ¿nos salva de alguna forma, o es lo que parece, el responsable de todas nuestras desgracias?

Nietzsche decía que somos, en última instancia, voluntad de poder, lo que sugiere que el ego es lo único que poseemos y nos importa. Pero esto no es del todo cierto. En el caso del ser cubano, respaldado por un ego desdoblado, surge una voluntad que se manifiesta como «nacionalidad» y «nación», y en cierta medida, nos salva ante cualquier amenaza cultural. A lo largo de la historia cubana, esto ha ocurrido en momentos clave: la Guerra Grande, la coyuntura de 1898, el colapso bancario de 1929 y el largo período especial.

A pesar de todas las dificultades, el ego ha generado una tendencia para mantener viva la esencia de la cubanidad. Pero este esfuerzo excesivo por imponer nuestra identidad, por encima de cualquier influencia externa, también crea un profundo vacío existencial.

DF: El Salto, ¿hacia dónde…?

No hay necesidad de un salto. Es una trampa intelectual. Aquí, el salto es una metáfora del olvido. Si el salto es hacia algún lugar, como el futuro, se convertirá en una teleología del Salto, y dejará de ser un verdadero salto. Ya hemos dado saltos una y mil veces sin darnos cuenta. Dentro de nosotros hay un salto oculto, un impulso creativo que, debido a conceptos culturales como transculturación, patria, nacionalidad y nación, no podemos ver en su totalidad. El salto nos lleva a donde siempre hemos sido auténticos, poetas en acción. Cuando Lezama entró en el imago y rompió con la lógica histórica, señalaba ese camino. Ese ego desbordado es el obstáculo que impide ver el salto esencial.

DF: La diversidad y el pluralismo, por el que tanto abogamos… ¿Consideras que alguna vez seamos capaces de implementarlos como un modelo democrático, aún con ese terrible padecimiento que llamo el DEC?

La tarea es ardua. Requiere una transformación profunda en nuestra forma de pensar y romper con los patrones que nos han impuesto.

DF: ¿Consideras al pasado como una suerte de motor impulsor?

Depende del propósito. Si es para seguir reconstruyendo una narrativa cultural que nos somete a una especie de libertad condicionada, entonces tiene valor. Pero en su esencia, el pasado carece de impulso. Solo adquiere sentido cuando nos revela su fin.

DF: ¿Crees que ese pasado antiguo en general, y el más reciente, el moderno, digamos desde hace cincuenta años para acá, nos reporte alguna utilidad como para movernos en una dirección de provecho? ¿Habrá servido de aprendizaje, de cara a un mejor futuro al menos?

Niego enfáticamente esta afirmación. Esta ha sido la cuestión que ha inquietado a la cultura cubana a lo largo de las generaciones. Cada nueva generación de cubanos se ha planteado la misma pregunta: ¿Por qué? Sin embargo, el pasado tiene una utilidad única: nos incita a reflexionar sin obtener respuestas concluyentes. No podemos obtener ningún beneficio del pasado. Nos han hecho creer que podemos extraer algo de él, pero es falso. Cada generación de cubanos enfrenta su propia muerte y nos pasa la carga del vacío existencial. Ese vacío es lo único que importa y tiene valor, ya que persiste en el interior de un organismo vivo.

DF: José Lezama Lima es considerado por algunos como un escritor hermético, de escasa transparencia, digamos ¿Es por eso entonces –amén de los valores de su obra– que ejerce tanta fascinación, y de ahí la innumerable ensayística que gira a su alrededor, y lo mismo la enorme cantidad de autores que se empeñan en «traducirlo»?

Para mí, Lezama representa una promesa perdida en el camino. Tenía el potencial de contribuir mucho más a la creación de esa «posibilidad infinita» de la que tanto hablaba. Pero al intelectualizar el ser desde una perspectiva poética, creó una fuerza innombrable que solo complacía el gusto intelectual. Los intelectuales se sienten fascinados por lo difícil, y Lezama sabía cómo estimular su ego. Recordemos su famosa frase: «Lo difícil es estimulante». Para muchos, acercarse a Lezama es como acercarse a Dios, una experiencia espiritual reservada para unos pocos elegidos. La mayoría de los autores que orbitan alrededor de su obra no están interesados en la creación en sí misma, sino en ingresar al panteón de los elegidos, al «círculo de los lezamianos». Es pura tontería.

DF: Varias preguntas en una: increíblemente, he leído por estos días en Internet, los hay quienes aseguran, Lezama fue un cobarde y prefirió la tranquilidad de Trocadero 162 a la viril postura de un abierto enfrentamiento contra aquellos que lo condenaban al ostracismo. ¿Podía Lezama asumir «esa oposición», con la confianza al menos de que la intelectualidad universal, y la cubana, sobre todo, iba a apoyarlo? ¿Estaba muy fresco en su memoria lo que le había sucedido a Reinaldo Arenas? ¿Contaba acaso con la certeza de que su propia obra lo iba superar, lo que finalmente pondría a sus enemigos de rodillas?

Primero, es imposible comparar a Lezama con Arenas. Arenas era un intelectual «reaccionario», mientras que Lezama era un poeta, un «visionario». La obra de Arenas era una denuncia abierta al régimen, mientras que la de Lezama, de alguna manera, respaldaba o estaba en sintonía con el proceso histórico de 1959. Lezama vio algo que Arenas no pudo: la revolución de 1959 como un paso, una imagen transitoria en la mente de Lezama, sin estabilidad.

Lezama estaba seguro de que su obra impondría un ritmo en el ámbito intelectual, haciendo que sus detractores se rindieran a sus pies.

DF: A mi juicio, José Martí ha sido la personalidad más traída y llevada de la historia criolla, sin importar bandos. ¿Hallas que hoy día su obra y figura continúan siendo útiles o que le importan muy poco a un número elevado de cubanos, jóvenes sobre todo?

A los jóvenes en Cuba les interesa poco Martí. La juventud carece de una conciencia martiana; en su lugar, hay una imposición superficial del «Héroe de Dos Ríos». Sin embargo, Martí sigue siendo relevante a través de una pregunta: «¿quién soy yo?». Después de él, nadie más se ha cuestionado así. Esta fue la pregunta que lo llevó a explorar si la vida tenía un propósito. El resto de su obra ha quedado en el pasado.

DF: ¿No crees que, al Apóstol, de tanto usarlo, hemos terminado por desconocerlo y hasta por aburrirnos de él?

No es cuestión de uso excesivo. El problema radica en el enfoque al examinar su obra desde una óptica política y social. Esto provoca aburrimiento y falta de conocimiento, porque ignoramos sus fragmentos que nos hablan de crecimiento. La política y la historia tienden a ignorar la realidad individual y nos sumergen en un profundo aburrimiento. La esencia de la historia es aburrida.

DF: ¿Te gustaría escribir un ensayo sobre Martí hombre, lejos de su ideario político? ¿Referirte únicamente al sujeto que, dicen: gustaba de la ginebra, recibió una bofetada de Maceo en La Mejorana, y por el que una “niña” murió de amor?

Parece tener todos los ingredientes de una «historia social». No es parte de su esencia histórica. Me gustaría redactar un ensayo en el que el individuo se desvanece frente al impacto de esa bebida, ese golpe y ese amor.

DF: ¿La historia de Cuba, desde su descubrimiento, la asumes como una asignatura confiable?

La historia busca ser confiable al relatar los hechos. No tomo la historia como suposición, sino como una recopilación de eventos verificables. Sin embargo, es una interpretación de los sucesos, no una entidad objetiva en sí misma.

DF: ¿Avizoras un futuro promisorio en la Isla, teniendo en cuenta el presente tan incierto que la arropa?

El futuro es incierto y no puedo predecir los eventos en la isla. Solo puedo decir que el Salto es la única oportunidad para Cuba.

DF: ¿El exilio en Callejas es un tiempo para emprender proyectos que en Cuba resultaban impensados? ¿Un tránsito para un regreso? ¿El síndrome de Hernán Cortés, por el que termina uno quemando las naves?

No puedo predecirlo. Mi naturaleza es tan impredecible como la de cualquier otro cubano nacido en la isla. Ahora, vivo en el exilio y disfruto del presente.

DF: ¿Qué es Cuba para Ángel Velázquez Callejas? Dime si, como muchos, trajiste tu pedazo contigo…

No solo traje un fragmento, sino la isla entera. ¿Te imaginas? Mi nacionalidad y tantos conceptos que moldearon mi mente con el discurso de «la patria». Pero, poco a poco, todo se ha aclarado, y en ese proceso de desmitificación, encontré algo que siempre me acompañó pero ignoré. Encontré a Bayam, el poeta en acción que vive dentro de mí. Pero sobre esto te hablaré en un próximo libro…

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