Por Antonio Muñoz

La «verdad» se conoce por medio de una «sublime mentira»Prefiero primero mentir, después repetir lo mismo. Lo mismo se repite porque todavía desconocemos el «arte de la mentira». La «mentira» no significa necesariamente «falsedad».
George Gurdjieff escribe en los Relatos de Belcebú a su nieto, una de las pocas obras de la ascetología literaria:«Para llegar a la verdad, a veces, es necesario mentir descaradamente».
Tenía un método raro, unipersonal, que aplicaba despiadadamente a los discípulos.Durante largas jornadas de «trabajo» (10 y 12 horas) invitaba a los discípulos a cavar profundas y largas zanjas en la tierra a pico y pala. A punto de concluir la jornada, Gurdjieff paraba la marcha y orientaba cerrar las zanjas. Los discípulos, agotados de trabajar, les preguntaban: ¿por qué cerrar?
Para los discípulos, el método de «trabajo» de Gurdjieff les parecía algo totalmente irracional, improductivo, cosa de loco. Gurdjieff mentía y mentia. Más de 60 años después de la muerte del místico ruso, no se le ha comprendido cabalmente.
No procuraba «despertar la conciencia», mil veces repetida. Intentaba, sin embargo, provocar de qué manera el discípulo debía darse de bruces con el problema de la conciencia de su tiempo: el «trabajo».
Mostrarle cómo el rendimiento del «trabajo» podia embotar la lucidez de la conciencia. Gurdjieff se manifestaba contra el «tiempo de trabajo» invertido. Y a favor del «tiempo ocio de la vida», el tiempo de la recreación. ¿No era lo mismo, apasionante en la búsqueda del tiempo perdido de Marcel Proust?
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