Por Osmán Avilés –
Nacer zahorí, conocer su intuición, labrar donde la experiencia brota es como reconocer los senderos que comunican el devenir de los hechos: la acción de penetrar en lo oculto y de conquistar riquezas todavía importan, aun cuando el año de ese nacimiento coincide con la llegada del hombre a la luna.
No en balde, una lectura de Las fuentes de la luz, del escritor español Leopoldo Espínola, da cuenta de esos versos que afloran de la nota existencial y abren una brecha a algo más profundo, más antiguo si se quiere: el pozo donde nace la poesía.
La propuesta de Espínola contiene momentos y motivos existenciales, lugares y personas alrededor de la inspiración; sin embargo, donde más se aprecia la audacia de este poeta es en su visión metapoética, porque este se apropia de sentimientos, historias y palabras que provienen de esa aguda conciencia poética.
Este hecho excepcional, misterio y paradigma literario, posee ese lado oscuro o inconsciente, asombrosamente estético; fuente luminosa, al aludir a los versos del autor, quien en su búsqueda creativa se confabula con la filosofía para concebir versos epigramáticos, cuya forma es similar al haiku, aunque distinta en su contenido. Estos últimos surgen como peldaños para engañar las ausencias y subir definidamente a la luz, en el encuentro con la fertilidad, la cual brota de la imagen del barbecho.
Las sucesivas imágenes de este poemario comunican e invitan a revivir la experiencia. Virtudes en clave de libertad, amor y verdad cobran sentido en el lector, quien se ve implicado en un concierto de voces y se siente —acaso desde la impresión engañosa que Carlos Bousoño mencionara en su libro Teoría de la expresión poética—, parte de ese mundo evocador.
Además, para el poeta, igual que para el labriego, el barbecho cobra sentido tras el cultivo y la cosecha. Por eso, el sujeto lírico se detiene en las emociones y experiencias para revalorizarlas a través de la dimensión literaria, donde la imagen (la poesía, la fuente, la luz) es la protagonista de los versos.
Al fin y al cabo, Leopoldo Espínola parece conocer las fuentes de donde manan las más atrayentes riquezas y es como el zahorí al descubrir lo velado, esas corrientes de agua que desde Castalia continúan brotando por debajo de la tierra, sus cientos de minerales. Esta es también la experiencia de la poesía y el lado oculto de Las fuentes de la luz.
Leopoldo Espínola (Alanis, Sevilla, 1968) es Premio de Poesía Ciudad de Alhama de Granada, en 2016. Sus poemas y relatos aparecen en antologías de Andalucía y Extremadura. Además, ha publicado los libros de poesía Patio Interior y El reloj de letras. Actualmente, escribe teatro infantil, en tanto continúa cultivando la lírica y la narrativa.
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