«El Principito» (en las Navidades Literarias)

Por Rafael Piñeiro Lopez

El destino de El Principito, la obra de Antoine de Saint Exupéry, podría haber continuado siendo el de clasificarse como decano y previsor de la literatura de autoayuda, esa especie de pseudo psicología tan en boga durante las últimas décadas del siglo pasado y lo que corre de este, de no ser quizás por la llegada de una nueva edición catalogada por la casa Exodus, ejemplarmente marqueteada por el cubano barcelonés Roger Castillejo Olán y traducida y “epilogada” por el doctor Ángel Velázquez Callejas.

Con ilustraciones sui generis del artista Felipe Leon Echenique, la nueva aparición de El Principito a tierras macroscópicas de un mundo sumido por la incertidumbre del arribo de una nueva era, no debiera de ser un hecho que pasara inadvertido. Sobre todo si consideramos que al texto siempre inescrutable y falsamente predecible del piloto francés, se le suma ahora la naturaleza terrible y reveladora de la pluma afilada de Callejas, que despoja del carácter falaz, del buenismo dulzón y contemplativo, del edulcorado caparazón de «historieta para niños» y «ejercicio moral para adultos» a la obra de Exupéry, para relacionarlo, revolverlo y redimirlo con el pensamiento iconoclasta del más terrible de los maestros filósofos del siglo XX, Friedrich Nietzsche.

No seré yo quien les revele lo que corresponde, de manera individual, a cada lector curioso que se apropie de esta nueva edición de El Principito. Como en todo ejercicio contemplativo anterior ejecutado por Ángel Velázquez Callejas, sí puedo decirles que los espacios para sopesar e interpretar cada aseveración, son infinitos, y podrá estarse de acuerdo o no con el doctor Callejas acerca de la prevalencia del pensamiento nietzscheano     en la entelequia exuperiana, pero de lo que sí no tengo dudas es que luego de avistar el epílogo del libro, jamás podrán volver a acercarse de igual forma a la obra de marras.

Callejas, un provocador criollo, un busca pleito ilustrado, heredero indemne de aquellos polemistas del ágora griega, de los hijos urbanísticos de Pericles, nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza no cándida de la existencia, sobre los entresijos falaces de la simpleza, develando que la pieza de Saint Exupéry no es más que una prolongación del «destornillamiento» de la ascesis espiritual de la cual el sabio alemán fue un impulsor casi único y vital. Y que la propia figura del principito es una nueva lectura de un niño Jesús post navideño, derrumbe de la metafísica clásica y neo surgimiento de la ontología fenomenológica del ser en el mundo.

No debemos sorprendernos por la continua intención de Velázquez Callejas de intentar legar una lectura más allá de la apariencia conformista y simplona de las asociaciones superficiales. Ya lo hemos constatado antes en sus estudios en relación a Cuba o a la literatura del exilio o a la poesía edulcorada y huérfana de espíritu de la creación palpable. Y es que si algo distingue el propósito intelectual de Callejas es el del inconformismo a todo trance. Por eso su cabalgata en contra de toda falsedad posible. Y la lectura previa de El Principito, a vista y paciencia de Callejas, no es más que una falacia generada por la mediocridad, que no les quepan dudas.

Pero Velázquez no se detiene en el carácter intelectual de la obra de Saint Exupéry, sino que se arriesga a «entronarla» dentro de un carácter vivencial literario, afirmando que El Principito es una obra de acción vanguardista, tal y como corresponde a la etapa histórica en que fue concebida. Y como colofón de su disección patológica, en términos puramente científicos, Callejas dice que esta obra «No se trata tanto de un ideal construido por la proyección del pensamiento más allá de los hechos o del tiempo como de una invitación al hombre a redescubrir los fundamentos pre reflexivos de su existencia, porque éstos son la condición de su realización. El hombre como el Principito- dice Callejas – está llamado a construir en la estrella la inmunidad individual y colectiva de la cultura».

Los invito, señores, a ser cómplices de esta nueva y revolucionaria lectura sobre El Principito. Comprobarán cuán provechoso resulta mirar de soslayo lo que todos dan por hecho.

¡Muchas gracias!

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