Por Angelazo Goicochea
La Agrupación Independientes de Color en Cuba se constituyó el 7 de agosto de 1908 durante la administración de Magoon. Esta agrupación se erigiría como la primera organización política de la era republicana con la misión de defender y reivindicar los derechos de la población negra. Sus líderes, en su mayoría, eran oficiales del Ejército Libertador y profesionales afrodescendientes que habían participado activamente en la insurrección contra el gobierno reeleccionista y antinegro de Estrada Palma. El general Evaristo Estenoz, presidente de los Independientes de Color, describió esta lucha en esos términos.
No obstante, la victoria del Partido Liberal, como lo destacaría el mismo dirigente, se alejó considerablemente de ser la victoria de las ideas liberales, reparadoras y justas. Esta perspectiva marcó la diferencia entre el nuevo movimiento que emergió de los liderazgos independentistas originales de 1895 y los partidos políticos existentes. Bajo estas premisas, surgió un movimiento político único que se comprometió a defender los intereses de la población negra en las primeras décadas de la República. Un análisis minucioso del programa político de los Independientes de Color, así como de la prensa del nuevo partido, nos lleva a la conclusión de que no solo abordaron los problemas de la población negra en la sociedad, sino que también llevaron a cabo una crítica profunda y seria de los principales problemas de la vida republicana.
El análisis ideológico del movimiento de los Independientes de Color debe servir para evaluar sus límites de acción reales y sus posibilidades de integración en un movimiento más amplio con objetivos antimperialistas y proyecciones populares, que representara la voluntad de la nacion cubana. El surgimiento de la Agrupación Independientes de Color, que más tarde adoptaría el nombre de Partido Independientes de Color, respondía a una necesidad histórica genuina en sus orígenes, no a supuestos resentimientos de sus líderes. La situación de la población negra entre 1908 y 1912 se volvía cada vez más crítica.
Es suficiente enumerar algunas de las demandas y protestas más emblemáticas de los Independientes de Color para comprender el creciente racismo de los líderes políticos nacionales y de la burguesía independiente. A pesar de haber transcurrido doce años desde la fundación de la República, no se había erigido una estatua en honor a Antonio Maceo, mientras se habían erigido numerosos monumentos en homenaje a luchadores de menor renombre. En las recepciones oficiales del gobierno de José Miguel Gómez, no se invitaba a las sociedades negras, pero se extendía la invitación a las sociedades españolas.
En los festejos conmemorativos de La Habana en 1909, no se permitió la participación de atletas negros. La crónica policiaca en la prensa solo mencionaba la raza de los delincuentes cuando eran negros. Los colegios religiosos y privados no admitían niños negros, y en la iglesia, se observaba un día de ayuno para blancos y otro para negros, entre otras prácticas discriminatorias.
Además, muchos gremios y sindicatos, en su mayoría dominados por anarquistas españoles, no aceptaban trabajadores negros. No se destinaban soldados ni policías negros a la vigilancia de los barrios de prostitución, por temor a que establecieran relaciones con las meretrices. Se excluía a los peloteros negros del béisbol organizado, y la prensa de los Independientes no cesaba de denunciar innumerables casos que evidenciaban la más flagrante injusticia en las decisiones judiciales que afectaban a ciudadanos de piel oscura.
Por otro lado, persistían prácticas y costumbres discriminatorias de la época colonial, validadas durante la administración de Estrada Palma. Esta situación en su conjunto servía como contexto obligatorio para el surgimiento de la Agrupación de los Independientes de Color. La defensa de los sectores más discriminados y explotados de la sociedad requería una postura radical frente a muchos de los supuestos de la dominación neocolonial en los ámbitos político y social. Además, implicaba la presentación de demandas de carácter popular cuyo cumplimiento beneficiaría a la nación en su conjunto, tanto a la población blanca como a la población negra de la Isla.
Las bases programáticas del Partido de los Independientes de Color reflejaban de manera inequívoca esta tendencia a dar un carácter general a las demandas de la población negra, extendiéndolas a otros sectores humildes de la sociedad. Las principales demandas incluían el establecimiento de iguales derechos en la educación, el trabajo y ante los tribunales de justicia, así como la búsqueda de justicia social para amplios sectores de la clase obrera y el campesinado.
Estas últimas demandas, como señaló Portuondo Linares, eran completamente ausentes en los programas de los partidos políticos de la época, y solo las agrupaciones socialistas y los gremios obreros defendían algunas de estas demandas. Entre estas demandas se incluían la jornada laboral de 8 horas, la distribución de tierras estatales al campesinado, la revisión y fiscalización de los expedientes de tenencia de tierras concedidos desde el inicio de la República y el establecimiento de un tribunal que regulase las disputas entre patronos y trabajadores.
Cuando se trataba de defender a las grandes masas negras y a los sectores más explotados de la sociedad, los Independientes debían abrazar consignas de carácter general que beneficiasen por igual a blancos y negros en estas clases. Aunque no se incluyeron demandas de carácter antimperialista en las bases programáticas, la prensa de los Independientes mostró una actitud especialmente firme contra la política injerencista de los círculos imperialistas estadounidenses.
En cuanto a las demandas de democratización del poder judicial, que buscaban garantizar la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, no solo respondían a la situación de marginación de los negros, sino también a la de otros sectores explotados de la sociedad.
Así, la creación del jurado como entidad encargada de aplicar la ley beneficiaba no solo a los negros, sino también a otros sectores humildes de la nación. La abolición de la pena de muerte constituía un avance para la población negra, que durante el primer mandato de Estrada Palma había observado que todos los condenados a la pena de muerte eran ciudadanos de piel oscura. La supresión de la Ley del Talión era coherente con los principios legales más avanzados de la época y beneficiaba a la sociedad en su conjunto.
En lo que respecta a las demandas relacionadas con el sistema educativo, los Independientes abogaban por la regulación de la educación privada y pública, sosteniendo que esta debía ser gestionada por el Estado y tener un enfoque laico. También criticaban la proliferación de colegios religiosos, en especial los dirigidos por los jesuitas, por su carácter discriminatorio, su postura anticubana y su actitud oscurantista.
Plantearon, por último, que la educación fuese gratuita y obligatoria, tanto la primaria como la universitaria, para abrir sus puertas a todos los sectores preteridos y marginados en la sociedad. Los independientes exigían también que los negros tuvieran iguales derechos que los blancos para trabajar en el servicio militar, administrativo, gubernativo y judicial. Las empresas públicas domiciliadas en Cuba o en el extranjero debían admitir a los empleados y trabajadores cubanos con preferencia a los extranjeros. Las empresas públicas extranjeras serían obligadas a domiciliarse en el país.
Los independientes se pronunciaron también contra la escandalosa campaña desatada en la prensa y en la tribuna en pro del «blanqueamiento» de Cuba, mediante la introducción masiva de inmigrantes procedentes de Europa. Esta campaña tenía que chocar necesariamente con la sensibilidad de la población negra, pues se consideraba a los inmigrantes europeos como los únicos capaces de contribuir al desarrollo de la cultura nacional y de sentar las bases de una sociedad verdaderamente civilizada, al tiempo que se valoraba al negro como una carga o un débito para la nación.
Los independientes apelaron a una serie de argumentos para combatir la inmigración española, especialmente a la golondrina. Dadas las condiciones de explotación capitalista que caracterizaban al sistema de plantaciones y la escasez de mano de obra en el país, la única forma de hacer las cosechas era trayendo braceros de las Islas Canarias.
A éstos se les pagaban salarios iguales a los trabajadores cubanos. De hecho, la introducción de miles de trabajadores, en un momento en que la demanda de trabajo se multiplicaba como consecuencia del crecimiento de la producción tabacalera y azucarera, y que escaseaba la mano de obra nativa, no podía abaratar o deprimir los jornales del trabajador cubano. Con el argumento de que esta inmigración era nociva, los independientes estaban planteando lo mismo que la burguesía racista dependiente de las provincias occidentales, contra la inmigración de los haitianos y jamaicanos a partir del año 1914.
Ni los canarios ni los antillanos podían abaratar los salarios, ya que Cuba era un mercado en expansión en los primeros 25 años de vida republicana, con escasez de mano de obra nativa y una gran demanda laboral para poner en explotación abundantes recursos. De hecho, la afluencia de inmigrantes tan solo podía evitar que los salarios se elevaran más allá de ciertos límites, lo que a la larga resultó en aumentos salariales. Como se puede apreciar, en el programa de los independientes no había indicios de odio hacia el cubano blanco.
La lectura objetiva del órgano de prensa de los independientes, Previsión, que circuló de 1908 a 1912, confirma esta afirmación. Sin duda, hay exageraciones y distorsiones en muchos de los juicios de la prensa independiente, pero no se puede negar que no expresaban odio ni rencor hacia el ciudadano blanco. En todo momento expresaban una fuerte oposición al sistema discriminativo imperante y a las ideas racistas de la burguesía dependiente; sin embargo, este sentimiento nunca tomó la forma de odios raciales o xenofobia. El objetivo final de toda la actividad de los independientes era disfrutar de los mismos derechos que los blancos, no despojar a estos de los suyos. Esto se subraya una y otra vez en la prensa de la nueva organización.
Ahora bien, al releer hoy en día el programa de los independientes, se comprende que a la población negra no le quedaba otro remedio que organizarse en torno a una organización independiente, ya que no tenía cabida en ninguna esfera de la vida nacional, y mucho menos en los partidos políticos, cuyos programas se desentendían completamente de sus necesidades.
Por otra parte, la tendencia manifiesta a excluir cada vez más a las personalidades políticas negras de relevancia de las candidaturas oficiales de los partidos políticos agudizaba considerablemente las contradicciones raciales en el plano político. De hecho, el origen de la agrupación Independientes de Color se hallaba, según expresó Estenoz en varias ocasiones, en las prácticas excluyentes puestas en vigor por José Miguel Gómez contra las dirigencias negras del Partido Liberal.
Mientras José Miguel, Alfredo Zayas y Pino Guerra repartieron a sus clientelas las posiciones que la administración de Magoon había puesto a su disposición, a la clase media negra liberal, a sus intelectuales y dirigentes políticos, les habían sido reservados tan solo puestos de bedeles y carteros. Estos hechos se convirtieron en un punto de inflexión para los dirigentes negros. Si ese era el trato que se les daba a ellos, ¿qué podía esperar el negro común de la calle? A la población negra no le quedaba otra salida que organizarse en defensa de sus derechos o prepararse para perder definitivamente su identidad histórica.
Si bien la dirigencia de los independientes definió con gran precisión sus objetivos ideológicos en las bases programáticas del Partido, en lo que se refiere a las cuestiones político-organizativas se observaron, desde un primer momento, serias debilidades. Los independientes concibieron un programa con una definición acertada de sus fines últimos, pero pusieron en práctica tácticas erróneas al ser incapaces de concertar acuerdos con sus aliados naturales: las minorías radicales y patrióticas, y los sectores más avanzados de la clase obrera y el campesinado. Estas debilidades se manifestaron desde el principio. No se trata de que la organización estuviera en sus inicios integrada exclusivamente por negros y que reclamara solo el concurso de la población negra.
En sus orígenes, es concebible que la nueva organización surgiese espontáneamente del descontento existente entre las dirigencias negras preteridas por el liberalismo y del sistema racista que marginaba a las grandes masas negras explotadas. Sin embargo, una vez sentadas las bases y puesto en marcha el movimiento de los independientes, era necesario plantearse una serie de consideraciones de orden táctico. No se puede decir tampoco que los independientes no se las plantearon, ya que escasamente un mes después de la fundación del Partido, las posibilidades de una conjunción con otras fuerzas políticas progresistas estaban siendo discutidas por sus aliados potenciales.
De hecho, de acuerdo con las diversas versiones que dio la prensa de la época acerca de las conversaciones que tuvieron lugar entre los dirigentes de la Junta Patriótica, organización fundada para denunciar la penetración imperialista y encabezada por Salvador Cisneros Betancourt y el general Carlos García Vélez, con los integrantes de la directiva de la Agrupación de los Independientes de Color, la iniciativa de dichas conversaciones partió de la organización antimperialista fundada por el Marqués.
Según la versión aparecida el 2 de octubre de 1908 en El Mundo, la comisión de la Junta, integrada por Cisneros Betancourt, García Vélez y Manuel Sanguily, le manifestó a Estenoz lo siguiente: «El objeto de la visita era el de expresarle el disgusto con que veía dicha entidad que los hombres de la raza negra hubieran tenido que organizar una colectividad política aparte para defender sus legítimos derechos, debido a la inconsecuencia de los partidos políticos existentes, y que la Junta Patriótica deseaba que se armonizaran las tendencias de todos, en bien de los intereses generales de la patria.»
Este paso dado por el Marqués, positivo y constructivo, sería rápidamente criticado por uno de los miembros de la Junta, Fermín Valdés Domínguez, conocido por su simpatía hacia las ideas socialistas y su antirracismo, pero también menospreciado por su volubilidad e inestabilidad emocional. En carta escrita el 3 de diciembre de 1908 a El Mundo, Fermín protestó de que la Junta, en una reunión a la cual él no había sido citado, justificara la constitución de un partido de la raza de color; de igual forma, expresaba su desacuerdo total acerca de que fueran justas las razones que pudieran haber tenido esos cubanos al querer fundar un partido racista, considerando, por último, que la campaña de los independientes era antipatriótica. Por su parte, Sanguily negó haber participado en la reunión. Sin embargo, en la versión de la entrevista aparecida el 15 de octubre en Previsión, este se encontraba entre los presentes.
«Se entrevistaron en días pasados con nuestro jefe y le expresaron que a su juicio hoy más que nunca, el patriotismo de todos, blancos y negros, demandaba sacrificarlo todo por la patria y armonizar todas las tendencias para, así, salvar la libertad de la República y hacer patria.»
Esta proposición debió hacer meditar a Estenoz, pues constituía una oportunidad única para legitimar las posiciones de los Independientes de Color, al justificar, históricamente, su reclamo. De acuerdo con la versión ya citada, Estenoz respondió a los planteamientos del Marqués de Santa Lucía en los términos siguientes: «Yo, Marqués, digo, interpretando fielmente los sentimientos y el criterio de mis amigos, me complace declarar y hacer público que, por nada ni por nadie, haremos dejación del programa que nos hemos señalado, pero esto no es impedimento para que la agrupación que presido demuestre sus simpatías, entiéndelo bien, por todos aquellos cubanos que, lejos de detener la obra de la revolución, están dispuestos a concluirla.»
El texto de la versión aparecida en El Mundo, ya citado parcialmente, es algo más explícito y nos permite comprender cómo Estenoz, en efecto, dio un paso importante, el cual pudo haber conducido a un entendimiento entre las dos agrupaciones. «El general Estenoz le contestó a la Junta Patriótica que la Agrupación de Independientes de Color, sin hacer dejación del programa que se había trazado, estaba dispuesta a apoyar en cualquier caso, y concediéndoles lugares preferentes en sus candidaturas, para los más altos cargos de los poderes legislativos a los patriotas reconocidos como el Marqués de Santa Lucía, el Sr. Manuel Sanguily y los Generales Carlos García Vélez, Eusebio Hernández y Enrique Loynaz del Castillo y otros, con quienes los patriotas no han contado para sus postulaciones y que simbolizan la patria y la revolución redentora, y de cuyos servicios no puede privarse la patria.»
Sin embargo, todo parece indicar que luego de aquellos primeros contactos no se llegaron a acuerdos positivos. De hecho, pocos días después, la Agrupación de Independientes de Color presentó su candidatura sin que aparecieran en ella ninguno de los patriotas a los que hiciera referencia Estenoz. De acuerdo con el periódico conservador La Discusión del 2 de octubre de 1908, García Vélez y José Miguel Govin habían visitado Palacio con vistas a inscribir un nuevo Partido que estaría integrado por valiosos elementos que habían pertenecido al Partido Liberal y por la Agrupación de Independientes de Color.
No obstante, una declaración del Secretario de la Junta Patriótica, aparecida en el periódico liberal La Lucha el 4 de octubre, desmentía que la Junta apoyara ningún partido o credo político y que esta había destacado de su seno tan solo una comisión dirigida por García Vélez para disuadir a los independientes de que se quitaran (como se están dispuestos a quitar) el nombre que le da cierto carácter de racismo.
Si la suspensión de las conversaciones se debió a las vacilaciones que pudieron haber surgido en el seno de la Junta Patriótica o a posiciones aislacionistas dentro de la Agrupación de los independientes, o ambas cosas a la vez, es algo que no hemos podido establecer; lo cierto es que, a partir de entonces, no se dará públicamente ningún paso, por ambas agrupaciones, tendente a formar un solo partido de las fuerzas genuinamente patrióticas y representativas de la nación cubana.
El resultado de las reticencias mutuas fue que las minorías radicales partidarias de la abolición de la Enmienda Platt y del establecimiento de una República verdaderamente independiente, perdieron la oportunidad de construir un partido nacional popular, de amplia base, mientras que los independientes no pudieron legitimar históricamente sus demandas con el apoyo de las más prestigiosas personalidades del campo revolucionario.
El curso de acción de los independientes, a partir de aquella discusión, parece haber estado encaminado, en lo fundamental, a formar una fuerza política independiente, lo suficientemente numerosa y compacta como para que los partidos Conservador y Liberal se vieran obligados a contar con ellos en todos los procesos electorales. De esa manera, la alianza con el nuevo Partido debía garantizar el triunfo de uno de los partidos contendientes.
Los independientes se encontrarían, entonces, en condiciones de exigir el cumplimiento de un programa mínimo de reivindicaciones políticas y sociales en favor de la población negra. Al parecer, hacia marzo de 1910, los independientes habían logrado parcialmente uno de sus objetivos primordiales, al inscribir 60,000 afiliados en el Partido.
El 20 y 21 de marzo, la columna editorial de Previsión anunciaba que el Partido ya alcanzaba la cifra de 73,000 afiliados. La existencia del Partido de los Independientes de Color amenazaba ciertamente con disolver las relaciones de clientela que les habían sido impuestas a la población negra por el caciquismo en las zonas rurales. De acuerdo con un editorial de Previsión, 12 generales, 30 coroneles y cerca de 15,000 soldados del Ejército Libertador militaban en las filas de los independientes.
Quizás pudieran parecer exageradas esas cifras, pero lo cierto es que las adhesiones individuales de numerosos oficiales del Ejército Libertador al nuevo Partido que aparecieron en distintos números de Previsión dan cuenta de la poderosa influencia que ejercían los generales Estenoz e Ivonet en la masa de combatientes negros y mulatos de alta graduación.
El Partido de los Independientes de Color llegó a constituir un serio reto a la hegemonía de los dirigentes políticos negros que se mantenían en las filas de los partidos políticos nacionales. La actividad de Moria Delgado y otros legisladores negros, con respecto a los independientes, estuvo motivada en gran parte por el hecho real de que su base política estaba siendo minada por el nuevo Partido.
Las medidas tomadas por José Miguel para contrarrestar la influencia creciente del nuevo enclave de poder político frente a los enclaves de poder político burgueses evidencian que lo que estaba en discusión para las dirigencias políticas no era tan solo un problema racial, sino su hegemonía política real en la sociedad.
El líder conservador de la provincia de Sancti Spíritus, Judas Martínez Moles, hizo una franca admisión de la creciente influencia política del movimiento de los Independientes de Color y la necesidad de entablar acuerdos con ellos. En realidad, el Partido Conservador intentó por todos los medios posibles atraer a los miembros de este movimiento hacia sus filas.
Durante los procesos judiciales dirigidos contra los Independientes, líderes políticos conservadores notables, como Aurelio Hevia, Cosme de la Torriente, Eduardo Dolz y Manuel García Coronado, ofrecieron su ayuda para pagar fianzas y brindaron defensa legal a los acusados.
Aunque los Independientes aceptaron estas ofertas, eran conscientes de que se trataba de estrategias políticas y, por tanto, mantuvieron sus posiciones originales. Rechazaron la posibilidad de convertirse en instrumentos de la política conservadora, que en ese momento se presentaba como una fuerza renovadora destinada a reformar las prácticas políticas corruptas asociadas al régimen de Miguel. Por otro lado, la dirigencia liberal adoptó una posición diametralmente opuesta, abogando por marginar completamente a los Independientes de Color de la vida política nacional.
El 6 de febrero de 1910, Evaristo Estenoz fue condenado a 60 días de prisión por violar la ley de imprenta, y el 11 del mismo mes y año, enfrentó una sentencia de 120 días de prisión por otro supuesto delito similar. Desde el 22 de abril hasta el 11 de octubre de 1910, casi 30 líderes del partido fueron detenidos bajo acusaciones de conspiración. Durante el proceso, quedó claro que se trataba de una conspiración urdida por la policía afín a Miguel. A lo largo de estos años, Estenoz y otros líderes independientes recibieron amenazas anónimas de muerte.
En medio de este clima de violencia, Martín Mora Delgado, un destacado líder negro, presentó una enmienda en el Senado que buscaba prohibir la existencia del Partido de los Independientes de Color. La retórica de la dirigencia de los Independientes contribuyó a crear un ambiente tenso y divisivo. Las declaraciones públicas, como la que aparece en el manifiesto Al País del Partido de los Independientes de Color el 12 de febrero de 1910, sugerían que no había cubanos blancos dispuestos a escuchar el llamado de los negros en busca de justicia, libertad y amor, ya que ellos también eran hijos de Dios y de la patria. Estas declaraciones, aunque expresaban legítimas aspiraciones, alienaron a muchos potenciales simpatizantes entre la población blanca. Las medidas represivas del régimen de Miguel servían para aislar aún más al movimiento de los Independientes de Color de la población blanca.
Algunos líderes y editorialistas extremistas incluso llegaron a renegar de los ideales independentistas de 1895, argumentando que la vida colonial era preferible para los negros que la nueva república. Estas opiniones socavaron la solidaridad construida durante la lucha por la independencia y proporcionaron justificación a los grupos racistas dentro de la burguesía cubana. A pesar de las declaraciones extremistas que no contaban con la aprobación de la dirección del partido, comenzó a prevalecer una imagen distorsionada de los Independientes de Color entre la población blanca, pintándolos como una secta fanática llena de odio racial.
A pesar de los desafíos y obstáculos, la opción política correcta para los Independientes de Color seguía siendo buscar acuerdos con líderes políticos blancos patrióticos para defender los derechos de las personas de piel oscura. Sin embargo, una de las dificultades políticas más significativas que enfrentaron fue el rechazo de los patriotas blancos que no se oponían a sus demandas, pero se oponían a la organización basada en la raza. La prensa de la época incluso publicó cartas de oficiales del Ejército Libertador que habían servido bajo líderes negros y expresaron su confusión sobre por qué los líderes negros habían establecido un partido separado.
En este contexto, se debatió la Enmienda Mora en el Congreso. Su propósito no era eliminar la lucha racial, como indicó acertadamente Portuondo Linares, sino legitimar una estrategia política y electoral: eliminar a los Independientes de Color y hacer que sus miembros regresaran a las filas del liberalismo y el conservadurismo. En el Senado, la Enmienda Mora solo encontró resistencia de Salvador Cisneros Betancourt, Cabello y La Guardia, mientras que liberales y conservadores votaron en contra de la existencia del Partido de los Independientes de Color. La posición de Marqués, a pesar de las críticas que recibió, buscaba más bien establecer un marco de unidad al tender la mano a los Independientes de Color y buscar acuerdos con ellos.
Su enfoque se basaba en la noción liberal burguesa de que la igualdad social implicaba la igualdad de derechos, lo que permitía a cada grupo organizarse de acuerdo a sus intereses, incluso si esto resultaba en la creación de organizaciones basadas en la raza. La aprobación de la Enmienda Mora dejó a los Independientes de Color en una encrucijada. La solución más lógica habría sido inscribir al partido con una dirección compuesta tanto por blancos como por negros, manteniendo la defensa de los derechos de los cubanos de piel oscura como parte central de su programa. Esto habría permitido superar la prohibición impuesta por la enmienda y ampliar la base del partido al abogar por los derechos de la población trabajadora, independientemente de su color de piel.
A pesar de que en la provincia de Oriente había blancos que simpatizaban con la dirección de los Independientes, y algunos incluso eran miembros de la organización, la dirigencia del partido parecía atrapada en la idea de que se les había negado el derecho a existir como partido político debido a su raza. El hecho de que ya no pudieran participar en las elecciones parciales de 1910 debido al vencimiento del plazo de inscripción agravó aún más esta percepción. Estas circunstancias llevaron a que se abandonara la solución lógica de inscribir al partido bajo un nombre diferente y con una dirección compuesta tanto por blancos como por negros.
Es importante destacar que Estenoz inicialmente se opuso a la opción de la protesta armada como medio para forzar a José Miguel Gómez a vetar la Enmienda Mora después de su aprobación en el Congreso. Sin embargo, finalmente siguió la decisión de la dirección del partido al liderar la protesta armada. Los Independientes de Color habían operado en conformidad con las restricciones impuestas por las estructuras sociales neocoloniales. En su lucha política, se organizaron como un grupo, luchando contra la privación de sus derechos y recurriendo a los métodos de lucha que habían sido comunes para los partidos excluidos del poder durante ese período: el levantamiento armado.
Como resultado, la unidad de la nación cubana, forjada durante la lucha por la independencia, fue nuevamente socavada por las estructuras neocoloniales. Blancos y negros comenzaron a seguir caminos separados hasta que la clase trabajadora, bajo la dirección del Partido Comunista, liderada por figuras como Julio Antonio Mella y las organizaciones antimperialistas de la década de 1930, encabezadas por individuos como Antonio Guiteras, asumió un programa nacional liberador para el pueblo cubano. Esta nueva fase de reorganización de las fuerzas de la nación cubana tenía como objetivo la construcción de un Estado-nación verdaderamente independiente bajo un enfoque socialista.