Algunos aseveran de que soy un «ateo militante», otros de que llevo clavado en el alma el diablo de Mefistófeles. Lo cierto es que –y eso si lo puedo corroborar— me dediqué durante 10 años indagar en los orígenes místico-religiosos de la cultura cubana, o, al menos, de una región histórica-cultural de la nacionalidad y la nación cubana. Me propuse reconstruir (nadie hasta ahora lo ha intentado en materia de espiritualidad) un sistema mágico que debía existir, pero que fue materialmente destruido y olvidado en el tiempo de los siglos coloniales. Los fragmentos de un mito, las estructuras subyacentes del mito, apuntan a que hubo una configuración religiosa con ribetes ontológicos que demanda el estudio de un sistema, bien estructurado, en los orígenes de los pueblos aborígenes cubanos. Del mito Bayam a la religión del culto aborigen
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