El «Manifiesto» no está demodé

¡Ha llegado Eris!

A lo largo de la historia, Cuba ha producido más de un «Manifiesto», político, social, artístico y literario. Sin embargo, a diferencia de estos, «Manifiesto Convención» no fue firmado y no pertenece a ningún movimiento político y cultural per se. Es un «Manifiesto» libre de autor. El programa y las ideas que los sustentan no reclama legitimidad social, a no ser la existencia de la nación. Todo en cuanto se dice y se lee en el «Manifiesto» es absoluta responsabilidad del «ser cubano», del ser en el mundo, en pos de la inmunidad cultural. Por primera vez la filosofía y la narratología se juntan en un relato sobre la Cubanidad.

«El presente Manifiesto (relato programático para una nueva forma de conocimiento de la Cubanidad como espacio poético) se consagra brevemente al estudio y promoción de las bases del proyecto cultural Convención de la Cubanidad, que fuera de los orígenes históricos y espacios de la isla, reclama su derecho y legitimidad en la exterioridad. Si desde el principio convenimos en que la cultura cubana deviene espacio de convenios, asambleas, acuerdos y conformidades en todas las escalas posibles, para una determinada forma de vida, podremos llamar también a la cubanidad la historia de las convenciones»

El «Manifiesto» ( que no es un manifiesto, sino un ensayo de 90 páginas) es la teórica de los objetivos y problemas de la Convención dé Cubanidad‘. Uno de los puntos que aborda el texto contiene una teoría de la ‘convención’ como espacio de incubadora donde yacen las movilidades y dinámicas de las culturas. Por eso dice:

“Cada ‘región’ representa un estilo, no una verdad. El ‘estilo oriental’, el ‘estilo occidental’ de la isla de Cuba. Cabe aquí destacar que la ‘región cultural’ es un concepto cuya capacidad abstracta y gnoseológica logra una descripción sui generis del hábitat y la atmósfera de los pueblos cubanos.  Cada enclave poblacional que lograba fundar una institucionalización política administrativa se organizaba de acuerdo a un estilo de vida.

La conquista del espacio cubano contenía un estilo, un espíritu. El espacio Bayamo fue conquistado por un mito. Manzanillo por el contrabando. Gran parte de los territorios aledaños a La Habana por la fisiocracia.

Las diferencias de estilo, de culturas regionales, persisten hasta hoy en Cuba. La unidad de territorio más amplio de las regiones, la isla de Cuba, se  crearon en virtud, primero, de las imaginaciones de agrimensores, cartógrafos y geógrafos. Ellos trazaron, encima de la mesa de trabajo, la imagen de Cuba, los mapas y los croquis.

Lo que se conoce después como narrativa de la patria, la nacionalidad y la nación constituyen descripciones racionales sobre la ‘beldad’ poética del espacio cubano. Cuando se publicaron los primeros mapas de la isla de Cuba, la imagen produjo una conmoción en todos los habitantes del país. Se vieron por primera vez representados en un espacio más amplio, más allá del de la localidad. La patria chica sucumbió ante la imagen de la isla

Esa conmoción dio origen al primer sentimiento de unidad: la idea de Amigos del país. El mapa representó el primer medio para entablar amistades entre todos los nacidos en el país.

El Manifiesto dice:

«No hay un relato suficientemente documentado que dé cuenta de la cubanidad desde el punto de vista de la teoría de la espacialidad. Ser cubano en el espacio constituiría hoy la modificación más veraz del relato histórico sobre la independencia de Cuba y de los axiomas ideológicos de la nacionalidad. Que la cubanidad desarrolle su propio interior y desterritorialidad monstruosa en el espacio como cultura, explicaría que no tenemos la menor idea de su consistencia existencial. Que la cubanidad se apoye en explicaciones sustancialista-culturalistas (criollez, mestizaje, transculturación), bloquea la fluida frase esférica-ascética martiana: “Patria es humanidad”.

Hasta qué punto la literatura y las investigaciones culturales ofrecen un relato sobre esta modificación espacial en el exilio y la diáspora, esta por escribirse.

«Por tanto, cubanidad formaría un espacio de cercanía, en cuanto relación con la cercanía (patria) y al vincularse con la espacialidad (vida en el espacio) una inmanencia de ser (una forma de vida identitaria). Inmediatamente esa forma de vida esférica se rompe por las nuevas invenciones culturales del espacio, reaparece en la escena el análisis teórico y filosófico. Cuando las culturas de la hacienda, el cafetal y la plantación fueron res-quebrajadas a partir de 1880 por la cultura de la concentración y centralización (la telecomunicación y el transporte) del capital, la cubanidad se reacomodó y reelaboró en un nuevo espacio. Por ejemplo, el central azucarero y todo lo que ello implicó culturalmente como unidad socioeconómica (batey, pueblo, colonia, mercado, ciudad) convirtió el centro de la cercanía en una nueva espacialidad territorial: la cubanidad, entonces, se modificó más hacia el interior.

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