El malo Trump y la estrategia de C. A. Montaner

Por Antonio Ramos Zúñiga

Un reciente artículo del periodista y gurú cubanólogo Carlos Alberto Montaner, La  estrategia de Donald Trump, publicado en Cubanet, argumentado contra el presidente de Estados Unidos, me hizo recordar el apotegma martiano “En política lo real es lo que no se ve”. George Orwell recomendaba ser cauteloso con este tipo de periodismo elucubrador que nos vende gato por liebre, lo que hoy se denomina arte de la posverdad o comunicación insincera. ¿En qué estatus estaría la crítica antitrumpista de Montaner?

Montaner, claro está, tiene todo su derecho a criticar y denostar al presidente de Estados Unidos, igual lo hacen los compulsivos Michael Moore, Robert de Niro, Whoopi Goldberg y otros artistas del vilipendio. Sin embargo, la imagen repugnante de Trump que se presenta en las televisoras choca con la loa del famoso escritor francés Michel de Houllebecq acerca de un Trump político y pacifista, “the good president”, lo mejor que le podía haber pasado a Estados Unidos, frente al imperialismo global.

Montaner, que sepamos, fue un periodista moderado. Eso ya cambió. Su estatus es ser fiscal mediático, lo suyo es el argumento sofístico y desintegrador que acentúa los rasgos negativos de la víctima, olvidando los positivos, algo muy del gusto del izquierdismo académico norteamericano y europeo, y del totalitarismo secular. Ojo: en esto ha sido incluso más duro con Trump que con Fidel Castro. Toda su narrativa antitrumpista es eso: comunicar lo malo que es Donald Trump por equis razones, dadas por incuestionables y nunca probadas. Malos (los republicanos) y buenos (los demócratas liberales y globalizadores): así funciona la antinomia política de Estados Unidos, ahora en plena crisis, envuelta en una guerra de ideologías y visiones del mundo, con el fantasma del fatalismo socialista en el ambiente.   

Desde la victoria de Trump, en 2016, Montaner se ha dedicado a exponer obsesivamente los errores y banalidades del presidente que sin duda le tiene la cabeza atormentada, como se la tiene al partido demócrata estadounidense, a China, Corea del Norte, al castrismo, al chavismo y al terrorismo islámico, a George Soros, y en general al socialismo mundial. Para caerle en pandilla y boicotearlo, se armó la campaña mundial de propaganda anti Trump más costosa y lacerante que se recuerde, en la que figuran las ideologías enemigas en alianza. De nada sirvieron las calumnias, el juicio político ni la trama rusa, Trump salió limpio. Lo más reciente ha sido la ola de disturbios y vandalismos protagonizados por Antifa y Black Lives matter,  hasta le culpan por la pandemia del coronavirus.

Pero nada, Trump ha jugado la carta de la reelección en noviembre, lo que algunos llaman “la batalla por el futuro”. Y en esta batalla también figuran Montaner, Jorge Ramos, Jim Acosta, Alejandro Armengol, Edmundo García, Canal 23, Cubaencuentro, Alianza Martiana, y otros periodistas y medios hispanos, los blogs satélites y los grupos de las redes sociales, Facebook y Twitter, en su mayoría enemigos iconoclastas del presidente. Por supuesto, la Media socialista, comunista y castrista se ha sumado al aquelarre. Pareciera una cuestión de vida o muerte.

Montaner, en el artículo de Cubanet antes mencionado, toca los puntos que definen su estrategia (contra la estrategia de Donald Trump). Según su deducción, ninguno de los cuatro cubanos de la Convención Republicana se hubiera establecido en Estados Unidos de haber estado un “nacionalista antiinmigrante” como Trump en la presidencia. ¡Por Dios! El “hubiera” suena a sofisma nemotécnico, solo para dummies. ¿De verdad cree que sus lectores son idiotas? Olvidó que el único muro que existe en la frontera con México fue obra del presidente demócrata Bill Clinton y que este presidente comenzó las restricciones a los cubanos migrantes, precisamente con la ley de 1995 ¿Olvidó que Obama fue netamente antiinmigrante, creó cercados para los que cruzaban la frontera, y para colmo, a los cubanos les tronchó toda esperanza de entrar a Estados Unidos, después de ajustar concesiones con el presidente de la dictadura cubana Raúl Castro. Y en todos estos sucesos,  Montaner estuvo calladito, muy estratégico de su parte.

El 12 de enero de 2017 Obama suprimió la política de “Pies secos, pies mojados”, el golpe más duro dado a la migración cubana hacia el exilio, desde que Clinton comenzó a interceptar balseros cubanos y devolverlos a la isla. Montaner, desde luego, utiliza la retórica para culpar de esto a Trump. Concluye alegando que “Trump no quiere a los cubanos”. ¡No les suena a politiquería barata! ¿Por qué Montaner no dice nada acerca de la ley de inmigración de Trump boicoteada por la mayoría demócrata en el congreso? ¿Acaso proteger las fronteras de un país es una postura antiinmigrante? Eso de que Trump no quiere a los cubanos es, aparte de simplismo, puro veneno. Trump ha sido el presidente estadounidense más consecuente y duro contra el castrismo, en palabras y hechos. Trump, además, para encauzar leyes de esa índole, tendría que enfrentar al congreso de mayoría demócrata, y de mayoría de izquierda pro dictadura castrista. Montaner lo sabe, pero prefiere en estos casos ser estratégico, hacerse el ciego.

El que Trump “juega cruelmente” con los “soñadores” (dreamers), según Montaner,  huele a novelita rosa, a Nancy Pelosi. Los dreamers han sido manipulados por los partidos y punto, no han sido deportados y merecen una solución, pero también el congreso juega “cruelmente” con las acciones bicamerales que no resuelven problemas. Muchas políticas de beneficio público de Trump son boicoteadas. La ley de inmigración sería una solución nacional, lo demás es política con grandes gotas de hipocresía. La diatriba demócrata, como la usada por Montaner, es inherente a la intolerancia del partido y su proclividad al autoritarismo y la demagogia. Desde 2016 el partido demócrata ha dejado de ser un partido popular centrista, adoptando una ideología radical de “guerra de trincheras” que ha marcado, desde la era de Obama, la gran división de la sociedad estadounidense. Lamentablemente, la izquierda globalista se ha apoderado del partido demócrata, despersonalizándolo, radicalizándolo, corrompiéndolo.

Hay mucho anecdotario anti Trump en el escrito de Montaner, este es un caso de un periodista que alguna vez parecía serio metido de lleno en el desparpajo radical tipo late show, saltándose el respeto por los que no piensan como él. No hay manera de que el presidente se salve del fusilamiento verbal, como dice el escritor Armando de Armas,  hágalo bien o mal será criticado. Acorde con esto, Montaner endilga a Trump cuatro categorías (nacionalismo, antiglobalización, antiinmigración y proteccionismo) que le producen un “enorme rechazo”. Primero, no se puede odiar a Trump simplemente por suscribirse al capitalismo nacionalista, por querer mejores cosas para el pueblo de su nación que para el régimen chino, por lidiar por tratados justos para el país, que implica, por ejemplo, negociar con China para impedir el comercio bilateral desequilibrado y el robo de patentes; ahí están los méritos del tratado de libre comercio con México y Canadá, eso no es proteccionismo, es realismo y pragmatismo.

Hasta ahora Trump no se ha apartado del libre mercado global ni de la democracia liberal, ni de ser él mismo un liberal operando dentro del republicanismo y las tradiciones. Más bien se ha apartado del mal manejo que hacían las anteriores administraciones de la soberanía nacional, la economía y el dinero de los ciudadanos, y de los despilfarros, el veneno neomarxista cultural y la corrupción en el sistema. La antiglobalización de Trump que mortifica a Montaner no es otra que su política contra la globalización de la tiranía liberal antinorteamericana, prochina y pro socialismo europeo.  El Trump antiinmigrante que no le gusta a Montaner parece más que todo una pancarta políticamente correcta y populista. Simplemente, no se puede odiar a un  presidente por querer proteger las fronteras. También lo critican por haber logrado el renacimiento económico del país a su manera y por la paz que ha propiciado en un mundo de terrorismo disminuido. Hipercriticismo, un viejo arte leninista, hoy de moda.

Tal como lo vemos, la guerra contra Trump no es más que la reacción de la plutocracia liberal globalista (nuevo orden) frente a una política republicana conservadora (orden vigente) que amenaza su predominio expansivo. Dicho en otros términos, el capitalismo globalista, antinacional le ha declarado la guerra al capitalismo clásico. Lo que le gusta a intelectuales como Montaner es el diseño de un poder liberal global que constituya una reforma completa del modo de vida, donde cotos de países y bloques humanos tecno-dirigidos quedarían atrapados en la ingeniería social posliberal totalitaria de tipo quizás socialdemócrata, o algo por el estilo, pasando por el modelo chino, o el de Orwell, por qué no. Este proceso había comenzado y fue alterado por el Brexit, la victoria de Trump y el nuevo nacionalismo ruso. Y esta visión del mundo, frente al mundo capitalista funcional que conocemos (civilización norteamericana), es la causa de los capitalismos enfrentados y el resurgimiento del socialismo. Estas cuestiones han sido planteadas por un equipo de autores internacionales en un libro publicado recientemente  en el exilio: “El libro rojo del marxismo cultural”.

Sobre el supuesto socialismo de los demócratas. Sale Montaner desmintiéndolo. En fin, parece que no ha leído a los escritores y teóricos demócratas, a Roth, Chomsky, al círculo intelectual obamista. ¿Acaso no lee el New York Times y Harper? Por supuesto, el socialismo estadounidense de hoy es síntesis de izquierda liberal elitista, en empatía con China comunista y el progresismo marxista cultural. Con Bernie Sanders como punta del iceberg. El culto al neomarxismo es consustancial al academicismo universitario estadounidense. La China comunista capitalizada es hoy un referente ideal que propagan los ideólogos del capitalismo globalizado, quienes evocan la teoría de la convergencia. Las tendencias postmodernas y pos-posmodernas, que lo mismo fusionan a Leo Strauss con Marx, Mao y Che Guevara, son inspiraciones constantes de la juventud millenials y hipster. El fascismo, como el antisemitismo, sigue actualizándose. El chavismo y el castrismo siguen vivos y muy bien tratados por los demócratas liberales norteamericanos y la izquierda mundial. Los criptocomunistas continúan invadiendo los círculos culturales y de poder de Occidente. El socialismo es un discurso que impregna la vida de las democracias, calando profundo en las demandas sociales.  

Es en Estados Unidos, precisamente, donde la influencia de la izquierda es definitoria del curso político. Sin la izquierda y sus bases e intelectuales fanáticos no existiría el partido demócrata. Es la misma izquierda que protegió y luego apañó la dictadura de Fidel Castro, desde el New York Times y Kennedy hasta Carter, Bill Clinton y Barack Obama, hasta hoy. La izquierda más poderosa del mundo, izquierda imperial, enraizada en todo lo que ideológica y sociológicamente es idiosincrasia neomarxista y corrección política. Izquierda anti patriótica, oportunista, la primera que apostó por el globalismo neoliberal, permitiendo la entrada de la dictadura china en el circuito mercantil de las naciones libres a inicios de los 80. Esta es la izquierda de hoy, altamente radical, populista y corrompida, que dirige el partido demócrata y casi todos los medios masivos de comunicación, la misma que se propone destronar a Trump en noviembre. La izquierda favorita de Raúl Castro y George Soros.

Montaner no cree en la amenaza socialista. Claro que la hay, ideológica, sentimental e institucional, está presente en la dirigencia del partido demócrata, en Obama, Hillary, Bernie Sanders, en muchos congresistas, como Schumer, en Tom Pérez y en el musulmán Keith Ellison, en los preceptores como Chomsky y en el Caucus congresional progresista. Se podría escribir un tratado de cómo la mentalidad socialista ha estado penetrando eficazmente todos los resortes del poder en Estados Unidos. El globalismo lo permite, ya que los negocios en grande aborrecen la ideología, la ética, los derechos humanos y la libertad individual. La utopía liberal socialista da votos. No sorprende que Montaner minimice el tema. Su función es lavarle la cara a su partido, ganarle votos hispanos y cubanos, también sacarle una buena tajada a la ideología para consolidar su prestigio y bienestar.

Al leer al señor Montaner pienso que se hablará de él como el periodista cubano, alguna vez paladín del exilio moderado, que habló pestes del Trump mundano y mujeriego, sin cuestionar los vicios y defectos de los suyos. Leer meticulosamente los comentarios al pie de su artículo en Cubanet es otra buena experiencia del estado de la conciencia en el exilio, los lectores muchas veces clarifican la historia. Si Trump no quiere a los cubanos, como afirma Montaner, parece que los cubanos no quieren a Montaner, en base a los comentarios y por las reacciones en las redes sociales, donde frecuentemente se le acusa de traidor. Claro que hay que dar pruebas para acusar a alguien, aunque en el caso de Trump acusarlo sin pruebas es lo políticamente correcto. Bueno, ya sabemos que Montaner vota conscientemente por Biden. También sabemos que el mayor beneficiado con la derrota de Trump no será Biden, sino el castrismo, el chavista Maduro y China comunista, y desde luego Montaner. 

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