Por Pedro Díaz Méndez
El libro de exemplas el Conde Lucanor se ubica en la tradición medieval de espejos de príncipe. Son cuentos cuyas fuentes originan del antiguo Egipto, India, Persia e, incluso, de Atenas y de Roma. Don Juan Manuel es uno de los primeros prosistas que muestra conciencia autoral en la península Ibérica, aunque sus cuentos no son propios sino modificaciones, compilaciones de fuentes árabes, sánscritas, o grecolatinas, por ejemplo, algunas de las exemplas que lo componen derivaron de la colección de Demetrio de Falero, un distinguido estadista, escritor, y orador de la antigua Atenas.
En total, se cuentan cincuenta exemplas a las cuales se les denomina espejos de príncipes, puesto que reflejan la sabiduría que necesita un noble o un gobernante, a fin de dirigir y administrar eficientemente un estado, principado, condado u otra jurisdicción política administrativa bajo su mando. En el caso de la serie del Conde Lucanor, el señor conde le pide un consejo a su privado, el sabio Patronio, y este, quien no se puede dirigir directamente a su señor, va a aconsejar al Conde a través de un breve relato. Una de las características estructurales de este tipo de cuento es la estructura de caja china o mise en abisme. Es decir, dentro de un marco narrativo general se va a insertar al menos otra historia, pudiendo llegar hasta cuatro o cinco niveles narrativos o historias dentro de un mismo cuento. “Lo que le pasó a un Dean de Santiago con don Iliáan el mago de Toledo” es uno de los exempla que mejor exhibe la estructura de caja china.
De la colección del Conde Lucanor es el favorito de un servidor; su temática alecciona la manera de lidiar con personas mal agradecidas. En su estructura circular abundan la simbología, las imágenes abstractas llevadas a los diferentes niveles narrativos, y el hilo discursivo se mueve del plano físico al metafísico y viceversa. Los elementos con que está hecho, convierten al relato en un precursor de la literatura fantástica o, incluso, del realismo mágico latinoamericano. Por otra parte, los exempla del Conde Lucanor van siempre a mostrar una enseñanza o moraleja al final de texto.
Por lo general, Juan Manuel ubica un pequeño poema al final del relato para resumir el objetivo didáctico de la historia. Para nosotros, mujeres y hombres del final del siglo XX y principios del XXI, el Conde Lucanor y otras colecciones de exemplas similares, se erigen como ventanas por donde se entrevén las costumbres, ideología, características antropológicas, y filosóficas de la época medieval. En fin, nos brindan una visión general de aquella lejana era.