Felipe Alarcón Echenique

Felipe Alarcón Echenique

El lenguaje neocubista de Felipe Alarcón Echenique, explorando las influencias del movimiento original y celebrando a su máximo exponente

Por Marta Lock.

A veces, la investigación de un artista contemporáneo puede llegar a querer reinterpretar, y celebrar, una parte de la historia más reciente en el que se basó y en la que se ha inspirado para elaborar su propio estilo pictórico; en algunos casos, este tipo de análisis llega a dedicar un recorrido en profundidad centrándose en todo lo que aquella vanguardia del pasado ha dejado a la siguiente generación, y decidiendo ir a descubrir más sobre los orígenes y las raíces que permitieron la generación de innovación que se generó. El artista del que os voy a hablar hoy basa su producción pictórica en un estilo tan fascinante como inusual en el mundo contemporáneo, dando lugar así a una personalización innovadora y atractiva, y analizando todas las bases a partir de las cuales se desarrollaron las líneas maestras.

Las dos primeras décadas del siglo XX vieron la afirmación, consolidación y expansión de todas aquellas teorías sobre la subdivisión de la imagen anticipadas a finales del siglo XIX por el Impresionismo y continuadas después con el Puntillismo y el Divisionismo; aunque estos movimientos se basaban de hecho sólo en la fragmentación del color para obtener una mejor reproducción de la luz y la definición, renunciando a la ejecución académica tradicional, sin embargo el análisis sobre la subdivisión de lo visible había comenzado. Las vanguardias posteriores de las primeras décadas del nuevo siglo fueron mucho más allá, ampliando el tema de la subdivisión para dar una estructura geométrica pero dinámica a la realidad reproducida o imaginada que protagonizaba sus obras. Por un lado, el Futurismo, con su idea de velocidad, de progreso, para el que el arte debía adaptarse a los tiempos y seguir el ritmo de esa confianza en el futuro subrayada por los nuevos descubrimientos tecnológicos, mecánicos, científicos, tras la revolución industrial; por otro, el Cubismo, que proponía una visión distorsionada de lo observado, descomponiendo rostros, paisajes, situaciones, para observar todas sus facetas, lados a la vez, eliminando la perspectiva y la tercera dimensión y proponiendo un punto de observación insólito. El fundador del Cubismo, Pablo Picasso, llegó a la elaboración del estilo que le hizo famoso tras un comienzo artístico más clásicamente figurativo que, sin embargo, pronto encontró interesantes claves en ese Primitivismo que también fascinó a otros de sus contemporáneos como Amedeo Modigliani. Los primeros pasos en el Cubismo estuvieron de hecho representados por la obra Les Demoiselles d’Avignon donde las influencias de las máscaras africanas en los rostros de las mujeres representadas eran particularmente evidentes y aún no estaban marcadas por la posterior descomposición extrema que fue el sello distintivo de su segundo periodo pictórico importante, cuando comenzó a ser más atrevido y la fragmentación más evidente con el fin de infundir en el observador la sensación del paso del tiempo, de la posibilidad de tener ante sí al mismo tiempo diferentes impresiones recibidas de la realidad observada. En cierto sentido, la investigación cubista bebía de los temas futuristas en la representación formal, pero diferenciándose en el fondo, ya que mientras estos últimos querían imprimir a sus lienzos la velocidad y la aceleración entusiasta hacia nuevos descubrimientos y modos de vida, los primeros, Picasso y Braque en particular, pretendían descubrir la posibilidad de la contemporaneidad de las facetas de sus temas, situando todas las dimensiones en un mismo plano. El artista de origen cubano, pero residente en Madrid desde hace muchos años, Felipe Alarcón Echenique realiza una completa reinterpretación del Cubismo, adecuándolo a su poética expresiva y actualizándolo a partir de su propia inclinación pictórica que le lleva a enriquecer sus lienzos con aquellos símbolos latinoamericanos pertenecientes a su cultura, pero introduciendo también el elemento expresionista que toma la forma del dibujo con el que el artista parece querer permanecer fuertemente conectado a sus raíces. Así, el Expresionismo se somete y queda casi en transparencia con respecto al Neocubismo, como si Felipe Alarcón Echenique quisiera relatar todo lo que pertenece a su realidad, los orígenes de su pueblo, las influencias de los conquistadores sobre los nativos y africanos que se trasladaron a la isla para servir a los españoles, pero luego pasa a subrayar cómo en la época contemporánea todo esto está superado pasando a una capa superior en la que los trazos cubistas, a veces demasiado geométricos, se suavizan, se redondean, se hacen menos extremos en él. La gama cromática de sus obras es matizada, terrosa, transparente en los dibujos subyacentes y más intensa en las figuras de primer plano, como si la capa inferior de la obra constituyera la memoria de todas las voces, de todas las vivencias y dificultades encontradas de un pasado caduco y, sin embargo, un elemento fundamental de la existencia actual. En su nueva serie pictórica, Felipe Alarcón Echenique ha llevado a cabo una apasionante investigación sobre Pablo Picasso, padre del Cubismo y, por tanto, precursor del lenguaje pictórico a través del cual eligió expresarse, realizando un verdadero recorrido por la vida personal y artística del gran maestro español. Lo que se desprende de la serie Picasso Mestizo es precisamente el origen de la pintura del maestro del siglo XX, ese dibujo de un marcado e inspirador Primitivismo que nunca ha abandonado su producción tanto como la de Felipe Alarcón Echenique; la raza mestiza es, al fin y al cabo, la capaz de unir verdaderamente las culturas, de conservar la memoria de ambos orígenes y de dar vida a una fusión siempre dominante, fuertemente presente en cada obra de Alarcón Echenique, del mismo modo que fue la base a partir de la cual Picasso comenzó a elaborar su estilo pictórico. La obra La creación del cubismo mestizo muestra cómo, por un lado, hay una fuerte referencia al maestro del cubismo y, por otro, cuánta reelaboración y personalización hay por parte de Felipe Alarcón Echenique, como si la inspiración, representada por las piezas en escala de grises del centro, se hubiera mezclado con una poética expresiva que no puede dejar de nutrirse de una tierra, la cubana, en la que, quizá más que en ningún otro lugar, siempre han coexistido costumbres y tradiciones diferentes que se han enriquecido mutuamente en virtud de esa estrecha proximidad. Las figuras representan tanto a los antiguos conquistadores españoles como a los africanos importados para ser esclavos, y todos están al mismo nivel, como si en realidad no hubiera oposición entre orígenes diferentes, sino sólo conciencia de la tarea de mezclarse para crear un mundo inclusivo y acogedor. En Picasso y las máscaras africanas, en cambio, Felipe Alarcón recorre ese camino de evolución del estilo pictórico del artista ibérico, esa fase en la que se dejó fascinar, como todos los frecuentadores de los salones parisinos, por la inmediatez y el fuerte vínculo con los instintos y las pasiones propios de los pueblos indígenas del Sur global, por las estilizadas máscaras tribales reducidas a lo esencial; este acercamiento al arte africano dio lugar a la innovación que supuso el Cubismo, y con Alarcón Echenique se amplía, habla de todos los elementos, mezclados en la obra para atraer la atención del observador que desea desenterrar cada detalle, cada referencia que sólo surge tras una segunda o tercera mirada, dando lugar a la misma curiosidad de descubrimiento que había distinguido a Picasso y que había despertado la atención hacia un tipo de representación iconográfica desconocida hasta hace poco y, sin embargo, capaz de mostrar al mundo llamado civilizado lo mucho más sencillo, menos formal y a menudo falso que puede ser todo. El soporte de toda la serie pictórica Picasso Mestizo es el cartón, donde el dibujo sigue siendo nítido, incisivo, haciendo oír su voz, a pesar de que las figuras que aparecen sobre él se caracterizan por una gama cromática más intensa, aunque todavía vinculada a los colores de la tierra, de esos orígenes indígenas de los que Felipe Alarcón Echenique no puede prescindir y por los que Picasso siempre ha sentido fascinación. El artista contemporáneo rinde así homenaje a su maestro inspirador sin temor a enfrentarse a él; al contrario, quizá sea precisamente por su fuerte y marcada personalidad expresiva, que le hace único en el panorama artístico actual, por lo que es capaz de ponerse en la línea y relatar todo aquello que ha contribuido a permitirle alcanzar su madurez artística, incluyendo por tanto también a su mayor inspirador. Felipe Alarcón Echenique tiene en su haber exposiciones individuales y colectivas en Cuba y Madrid, sus dos patrias, así como en todo el mundo -Italia, Guatemala, Estados Unidos, Argentina, Canadá, China, Suecia, Portugal, Costa Rica, Alemania, Reino Unido, Francia-; ha ganado numerosos premios de arte y sus obras pueden verse en museos y embajadas de todo el mundo.


FELIPE ALARCÓN
Email: aechenique2003@yahoo.com
Sito web: www.f-alarcon.com
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