El fantasma de la ópera dionisiaca pone su mano trémula encima de la poesía cubana

Por Barbarito 11

El fantasma Nietzsche recorre la literatura cubana desde principios del siglo XX. El mulato-escritor-poeta de Santiago de Cuba, amante de la idea del superhombre, se pavonea voluptuosamente ante el fantasma de la ópera dionisiaca. El primer contacto con la obra de Nietzsche en Cuba se dio a través de un trance inducido.

El más grande poeta de la década de 1910 en Cuba, José Manuel Poveda, autor de Versos precursores (1917), narró antes de morir a Rafael Estenger los pormenores de su encuentro con el fantasma Nietzsche.

Estenger, en su Avocación de Poveda para Proemios de Cenáculo, cuyo libro contiene artículos y conferencias de José Manuel Poveda, publicados en 1948, describe la siguiente ensoñación fantasmagórica:

«Recuerdo la morosa delectación con que el mismo Poveda me hizo la historia de un ángel que le tomó la mano para ayudarle a escribir la última línea de un soneto y el maravilloso instante que le permitió discutir sobre la guerra con el fantasma de Federico Nietzsche. El poeta había ingerido una extraña combinación de morfina y cocaína, anheloso de provocar un estado suprasensible entre la exaltación de la vigilia y la sedante laxitud del sueño. De pronto vio trasponer la puerta a Federico Nietzsche, vestido con túnica de apóstol, una blanca túnica flotante que arrastraba por el suelo. Deteniéndose junto a la cama donde el poeta estaba reclinado sobre almohadones, ni dormido ni despierto, el insólito visitante inició un diálogo sobre la guerra que entonces comenzaba en Europa».

«Después –subrayo Estenger– transcribí sus palabras casi textualmente, me dijo Poveda, en una de mis crónicas».

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José Manuel Poveda nació en Santiago de Cuba un 25 de febrero de 1888. Cursó la primaria en Santo Domingo (República Dominicana), a donde se había trasladado su familia durante la Guerra de independencia, en Guantánamo (Oriente) y en Santiago de Cuba. A los once años de edad redactaba el semanario manuscrito titulado Cuba

Su primer trabajo impreso, de humorismo político, fue publicado, probablemente, en La Voz del Pueblo o en El Managüí. En 1902, ya en Santiago de Cuba con su familia, comienza el bachillerato. Con Marco Antonio Dolz y otros estudiantes fundó, ese mismo año, la revista El Estímulo. Se trasladó a La Habana en 1904. En el Instituto de la capital continuó el bachillerato y reeditó El Estímulo (1905), donde publicó su primer poema impreso. Colaboró además en Arpas Cubanas.

De regreso en Santiago de Cuba ese mismo año de 1905, editó Ciencias y Letras, en el que ocupó la jefatura de redacción, órgano del Instituto santiaguero, y trabajó como agente de El Estímulo, de La Habana. Colaboró en El Progreso (Gibara, Oriente), Urbi et Orbe (La Habana) y La Liga (Santiago de Cuba), y fue corresponsal de El Moderado (Matanzas) y La Opinión (Cienfuegos, Las Villas). Editó, en 1906, El Gorro Frigio, semanario cómico-satírico. Ese mismo año trabaja como jefe de redacción de la revista Oriente, en la que tiene a su cargo la sección «Baturrillo» y se gradúa de bachiller. Un año más tarde es jefe de redacción de Revista de Santiago, colabora en Cuba y América e inicia su interesante y fecunda relación epistolar con Regino E. Boti.

Tuvo a su cargo la redacción de Heraldo Nacionalista. En 1908 comienza a trabajar en el bufete del Dr. Rovira para adquirir experiencia profesional. Ese mismo año se trasladó de nuevo a La Habana. Colabora en El Pensil (1908-1910) y luego en Renacimiento (1910), de Santiago de Cuba, a través de las secciones «Vida literaria» y «Página extranjera», en las que publicaba sus trabajos sin firma y daba a conocer noticias de otros autores o traducciones de escritores extranjeros.

Por esa época fue el animador principal de un cenáculo literario integrado por escritores de intenciones renovadoras que se reunían en una casa situada en Calvario No. 18, de Santiago de Cuba, en la que residía el dominicano Sócrates Nolasco. De este grupo formaban parte, además del ya mencionado, Fernando Torralba, Alberto Giraudy, Luis Vázquez de Cuberos, entre otros.

Colaboró en La Independencia (1909-1911). En La Habana, en 1912, fundó Poveda la Sociedad de Estudios literarios, en la que pronunció conferencias. Dos años más tarde, desaparecida esta, funda el Grupo Nacional de Acción de Arte, en el que también divulgó la cultura a través de sus conferencias. Colaboró, también, en Camagüey Ilustrado, Oriente Literario, Minerva (La Habana), El Estudiante (Matanzas), Orto (Manzanillo) desde sus inicios en 1912, El Fígaro, Letras, El Cubano Libre, Juvenil, Mercurio (Cienfuegos), Heraldo de Cuba, Cuba Contemporánea, El Estudiante (Santa Clara), El Sol (Marianao, La Habana), Labor Nueva (La Habana), La Defensa (Manzanillo).

Este último año sufre prisión por breve tiempo acusado de faltar al presidente de la República en una de sus «Crónicas». En 1921, después de haber cursado sus estudios universitarios de manera irregular, se graduó de Doctor en Derecho Civil en la Universidad de La Habana. Ese mismo año instaló su bufete profesional. A mediados de 1923 se dedicó por entero al ejercicio de la profesión. Trabajó como juez suplente de Manzanillo.

Durante años, a través de las publicaciones periódicas con las que estuvo más o menos vinculado y mediante su entusiasta labor de conferenciante y traductor, realizó Poveda una amplia labor en la difusión de la literatura y de la cultura en general y trató los temas de la actualidad política del país en múltiples crónicas periodísticas. Murió en dicha ciudad oriental el 2 de enero de 1926.

Su obra lírica, junto con la de Regino Boti y Agustín Acosta, constituyen el legado más importante de los primeros años de la República.

De sus libros: Versos precursores (1917) y Proemios de cenáculo (1918), el primero fue el más significativo, y marcó un momento decisivo de renovación en la poesía cubana, donde se incluye su mejor poema, Sol de los humildes. Con El trapo heroico trató de forma no triunfalista, pero con hondo sentido nacional, los asuntos de la Guerra de Independencia. En El grito abuelo se ha querido ver un antecedente de la posterior corriente de «poesía negra» o «afrocubana».

Sobresale su interés por cantar a los ambientes citadinos, tendencia en boga en la poesía de Cuba en la década de 1910.

Dejó relevantes trabajos de carácter ensayístico. Sus poemas han aparecido en diversas antologías nacionales y extranjeras. Algunos han sido traducidos al inglés, al alemán y al ruso.

Es autor de varios relatos. Los manuscritos de su novela Senderos de montaña fueron destruidos por la esposa. Tradujo textos de Henri de Regnier, Lorrain, Rodenbach, Bonville, Augusto de Armas, Stewart Merrill, entre otros. Utilizó los seudónimos Mirval de Eteocles, Filián de Montalver, Darío Notho, Raúl de Nangis, Fabio Stabia y Alma Rubens, el más importante de todos, con el que firmó un grupo de poemas bajo el título de «Poemetos de Alma Rubens».

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