«El espíritu del imperio»: diálogo con Armando de Armas

EDK. ¿Cómo definiría, culturalmente, el imperio en la época que corre?

ADA. El imperio en la época presente habría que definirlo culturalmente como contrario al imperialismo, puesto que el imperialismo, como he esbozado más arriba, es un falseamiento del imperio, una réplica muy mala por cierto, digamos que el imperialismo sería respecto al imperio lo que son esos chapuceros productos chinos respectos a los productos occidentales, pésimos eso productos chinos, y que no obstante esa obscenidad chapucera han llegado al punto de desaparecer a los productos occidentales; como mismo el imperialismo terminó por desaparecer al imperio. Habría que decir otro tanto de la patria política que replica y sustituye a la anterior patria del paisaje y de la sangre. La muerte de la patria del paisaje y la sangre permite no solo el surgimiento de la patria política sino la muerte del imperio y el surgimiento del imperialismo.

Fenómenos geopolíticos que van de la mano para dar paso al mundo moderno.

El mundo moderno es el mundo de los falsearios, de la cultura de los falsarios, de los financieros, y tan falsarios estos financieros que terminan cambiándonos el oro por papel, primero papel con respaldo en oro y después, ay, papel con respaldo en papel, impresores de dinero falso, un mundo de mangantes; mangantes al mando. Ahora mismo por falsificar cien dólares te caerán 20 años de cárcel, pero los bancos falsifican a diario billones y billones de dólares y son bendecidos por sus siervos los gobiernos. Porque, sin lugar a dudas, los gobiernos y el sistema judicial son sólo siervos de esos mangantes no ya en Latinoamérica, como a algunos tontorrones les gusta creer, sino en Europa y EEUU.

Es una cultura de parásitos que por siglos medró a las sombras, cultura de la copia, de la réplica, de la no creación, por tanto una no cultura, o una cultura de cambalache, de cachivache, pero que con la modernidad salió de las sombras para presentarse como la auténtica cultura, es decir, incultura al mando tras matar al imperio y a sus componentes, las patrias del paisaje, las naciones en su sacralidad, para sustituirlos por la mega corporación que es el imperialismo y sus componentes, las corporaciones locales que son esas patrias políticas, los estrechos nacionalismos.

El último imperio real es el español, lo de los ingleses fue imperialismo, como el norteamericano actual que es sólo una prolongación del primero, meros conglomerados financieros internacionales sin alma.

Mira, el resurgimiento del imperio sería no sólo deseable sino que urge frente a la fragmentación de los nacionalismos y las ideologías, incluyendo la ideología de género, el nacionalismo como contrario al concepto de nación -en la misma medida que imperialismo es lo contrario de imperio-, frente a la falsificación financiera, de la cultura y de la vida en general, un mundo donde un tío con tetas, que se hace llamar Lia Thomas, gana descaradamente en marzo de 2022 una competencia universitaria de élite estadounidense contra mujeres, organizada por la National Collegiate Athletic Association (NCAA).

El tío Thomas, el de las tetas, representa a la Universidad de Pensilvania, una entre ocho miembros de la Ivy League, un grupo de universidades del noreste de EEUU que pertenecen a la NCAA. De suerte que ese disparate pudiese suceder la natación estadounidense – ¡la natación estadounidense como reflejo de la nación estadounidense! – actualizó su política en febrero de este año para permitir que los atletas transgénero naden en eventos de élite, junto con criterios que apuntan a reducir, ¡dicen ellos!, cualquier ventaja injusta. En enero, la Ivy League declaró que «Lia y la Universidad de Pensilvania han trabajado con la NCAA para seguir todos los protocolos apropiados para cumplir con la política de la NCAA sobre la participación de atletas transgénero y competir en el equipo femenino de natación y clavados». Los estatutos de la NCAA permiten así que los atletas transgénero compitan como mujeres si se han sometido a la supresión de testosterona durante un año.

¿De verdad?

¿Dónde pues los derechos de la mujer respecto al patriarcado abusador?

¿Dónde pues las protestas de las feministas enfurecidas?

¡Muy bien, gracias! ¡Siempre que el patriarcado se ponga tetas!

Una especie superior la del patriarcado con tetas.

Frente a todo eso, a esa locura y sinsentido se impone la vuelva a los imperios. Cuando la campana va hacia un extremo no tiene otra opción que volver, una ley física que, no obstante, es espiritual. No olvidemos que en el pasado los imperios vinieron a imponer paz, orden, prosperidad y libertad en vastas regiones del planeta dominadas por la fragmentación, el caos, la desolación, la miseria y la muerte (consecuencia sobre todo de las continuas guerras y rebatiñas entre las múltiples tribus), y que, a punta de espada o de pactos, fueron un decisivo factor civilizador. No olvidemos también que los estados nacionales son una creación artificial del mundo moderno, surgida sólo a mediados del siglo XVII, mediante el tratado de Westfalia, en 1648, tras la Guerra de los Treinta Años, librada en la Europa Central, principalmente en el Sacro Imperio Romano Germánico, creación artificial que se viene a consolidar en el siglo XIX, tras la revolución industrial, la revolución americana y la revolución francesa.

Así como apunto en el mencionado libro Los naipes… el Estado nacional sería, en cierta medida, fruto a la misma vez del pragmatismo racionalista y del romanticismo revolucionario. Contrariamente a lo que se nos ha dicho, la desintegración del Imperio español, tras la pérdida de incalculables vidas humanas, la devastación y la ruina económica durante las largas y múltiples guerras por la independencia sudamericana, y la instauración de las posteriores republiquitas, que a su vez dieron lugar a otra interminable serie de guerras, revoluciones, caudillos y dictaduras, significó probablemente el más grande desastre humano padecido en este hemisferio y del que, aún hoy, se sufren las secuelas. Desintegración provocada, entre otros factores, por el laboreo de las logias masónicas. La mayoría de los líderes independentistas eran masones y simpatizantes, ¡oh casualidad!, de la pérfida Albión, algunos asalariados o endeudados de Albión, de los banqueros de Albión. No exageramos. El prolífico escritor, historiador y ensayista venezolano Luis Britto plasma en su libro El pensamiento del Libertador: Economía y Sociedad, Colección Venezuela Bicentenaria. Banco Central de Venezuela, Caracas, 2010, que en noviembre de 1817 Simón Bolívar manda un enviado especial a Londres con la potestad de arreglarse una financiación vía un empréstito. En la carta de acreditación firmada por Bolívar, que cita Britto, se puede leer hasta qué punto de supeditación a la pérfida Albión está dispuesto a llegar para ser financiado:

“Y para que proponga, negocie, ajuste, concluya y firme a nombre y bajo la fe de la República de Venezuela cualesquiera pactos, convenios y tratados fundados sobre el principio del reconocimiento, como Estado libre e independiente, y de prestarle apoyo y protección estipulando al efecto cualesquiera condiciones en que convenga para indemnizar a la Gran Bretaña de sus generosos sacrificios” …

Según Britto se consolidan así “constitucionalmente las deudas: por efectos de la Ley Fundamental quedan constituidos en garantía todos los bienes del naciente cuerpo político”, concluye y se lamenta de la poca transparencia de una operación de tal envergadura, bueno, con el poder de los bancos hemos topado, ha topado Britto.

Logias controladas por los de la cultura del cambalache que a su vez se han hecho con el control de Inglaterra y expanden así el incipiente imperialismo de las finanzas.

Pero al presente pudiéramos estar en un tiempo bisagra, según apunto en Los naipes… uno en que el Espíritu de la Época va siendo otro. Así, veremos aquellos modos y sistemas que nos parecían imperecederos, y hasta impecables, derrumbarse como castillos de mantequilla al sol del mediodía, y a las lumbreras dentro de esos modos y sistemas, estrellas del cine y el espectáculo, escritores, intelectuales, empresarios, periodistas, políticos, pontífices, funcionarios, mesías del cambio climático y otras zarandajas, empequeñecerse y desparecer en la misma nada que siempre fueron, porque el numen epocal que los sostenía, hinchaba y sobredimensionaba habrá desaparecido previamente, para dar paso al Espíritu de otra época que traerá consigo otras demandas y desesperos, problemas y parabienes, peligros y poderes, prioridades y expectativas, pecados y privaciones, agonías y abundancias, vicios y virtudes que requerirán de otro tipo de héroe en las esferas del accionar humano, sobre todo en las esferas del arte, las letras, la religión, la política y la guerra; porque guerra habrá, acabando la falsa sensación de seguridad del mundo moderno como un sitio conocido, doméstico o domesticado, desentendido de lo divino, de los misterios de los ciclos existenciales, al que se viene, con buena suerte, a engordar el ego y el trasero, a saciar unos deseos y perversiones, y legislar luego sobre esos deseos y perversiones, donde las libertades y el sustento se dan por hechos, donde la muerte, la enfermedad, la vejez y la miseria se eliminan por decreto; así vemos maratones o meses dedicados a la lucha contra el cáncer, la atrofia muscular, el autismo, el armamentismo, el hambre, la frigidez o la violencia de género; un mundo para andar bellos, saludables, musculosos y calentitos, con todos los orificios satisfechos, y donde el sólo hecho de desconectarnos de Internet nos aterra.

Según la visión tradicionalista que me sostiene el Espíritu preña a la Cultura en un espacio, un tiempo y un pueblo determinados donde la Cultura termina por parir a la Nación. Si hay una metafísica del sexo, obviamente hay una metafísica de las relaciones humanas y de las naciones. La verdad es que si hay una física es porque hay una metafísica. Los órganos sexuales, las naciones y el mundo material son sólo expresiones ulteriores del Espíritu. Así, quien las tome como la causa y no como el efecto de una realidad superior, está en la misma situación de quien toma la parte por el todo; del ciego que palpa la trompa de un elefante y concluye que el animal no es más que un tubo enorme, flexible y rugoso…

Por supuesto, no todos los pueblos llegan a naciones. Para el filósofo e historiador alemán Oswald Spengler nación es un pueblo en el que se realiza verdaderamente el estilo de una cultura e, idealmente, una cultura tendría la duración de un milenio. Los cubanos por ejemplo tenemos, exagerando un poco, unos 500 años de historia, luego seríamos apenas un pueblo, multitud de pueblos han desaparecido en el remolino de la historia sin llegar a ser nunca una Cultura, ¿quién se acuerda hoy de los pueblos prehelénicos?, ¿quién de los pobres y apocados guanajatabeyes acorralados antes de la llegada de los españoles por esos supremacistas que fueron los siboneyes y taínos?

Bueno, pobres y apocados y todo los guanajatabeyes parece que han dejado huellas al menos desde el 1000 antes de Nuestro Señor Jesucristo…

Como ya apunté en Realismo metafísico… cada cultura, y en consecuencia cada nación, no es más que la manifestación de un alma determinada. Digamos así que las formaciones religiosas, científicas, políticas, económicas, artísticas y literarias son la expresión de una cultura epocal, pero debemos ir a la esencia, esa cultura, a su vez, es la expresión de un espíritu que determina sobre todo lo demás, no por gusto lo de genius o espíritu guardián. Por ello en el sincretismo cubano existe el espíritu guardián o, más popularmente, guía espiritual de cada persona. Cada cosa de la realidad está regida por un genius. Por ello los romanos, tan sabios y pragmáticos, contaban con un genius, espíritu o deidad para cada aspecto de la vida, desde la más simple cotidianidad a la más compleja cuestión estatal, nada escapaba a la supervisión divina, el cuerpo, la casa, la cama, las puertas, el parto, la guerra, el sexo, la muerte, la vida, los días de la semana, los meses del año, y acá, con las divinidades rigiendo los días de la semana y los meses del año, caemos nuevamente en lo que nos interesa, en las eras regidas por sus propios espíritus, no sólo los siglos, sino los milenios, más estas no son medidas cronológicas, pues el contar escrupuloso del tiempo es asunto de los hombres en su descenso, no de los dioses que como sabemos son inmortales y, por tanto, atemporales.

Luego, concretando la respuesta a tu pregunta de cómo definiría, culturalmente, el imperio en la época que corre, lo definiría exactamente como Cultura, como regreso a la Cultura, Cultura preñada por el Espíritu, por supuesto, pues sino no es Cultura, es adefesio, falsificación, imperialismo, así, no existe otra opción, regresamos o desaparecemos como Cultura occidental.

Cultura sacra, Nación sacra e Imperio sacro. Lo sacro sería la única forma real de manifestarse la Cultura, la Nación y el Imperio. Lo demás, ya sabes, sería asunto de usureros; sustitución usurera.

A partir del siglo XIX, al menos el arte se adentra en una decadencia desesperanzadora, empezando por el arte arquitectónico, observa si no ese adefesio de Eiffel en París; adefesio infiel. Por y para infieles. El asunto horripila al punto de que es posible encontrar más arte en un mercado de armas –las armas, sobre todo las armas antiguas, suelen tener decoraciones de alta estética- que en un mercado de arte moderno. ¿Sabes por qué? Por la ausencia absoluta de sacralidad, el arte auténtico es sacro o manifestación de lo sacro. La fealdad ha infiltrado, o la han infiltrado, en todas las esferas de la vida y ello era de esperarse porque si para Platón lo bello está necesariamente ligado a la verdad y el bien, para los falsarios de las finanzas es imperativo que la fealdad infiltre y finalmente mate a la belleza.

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