Ernst Bloch: utopía e interpretación de los sueños de la Revolución.

Por ACDV

Si usted tuvo la fortuna de nacer durante la Revolución Cubana y desea sumergirse en el fervor revolucionario que desató los anhelos utópicos en los años 60, le recomiendo encarecidamente explorar la obra de Ernst Bloch. En Cuba, soñar con un futuro mejor se convirtió en una misión primordial para el poder revolucionario, que atrajo a intelectuales y obreros por igual, todos unidos bajo la consigna ubi Fidel ibi patria. En este sentido, como colofón de una era, el Caso Padilla representa una perspectiva desafiante del poder, posrevolucionaria, encarnada por un poeta que buscó transformar el principio de esperanza en una purificación de los anhelos del poder central.

Los sueños poéticos surgen con una pizca de melancolía; se han alejado de la imagen utópica de la meta y continúan fijos en la dirección en la que la esperanza brillaba en el horizonte. Al igual que el José bíblico, llamado a sí mismo a desentrañar los sueños del faraón en jefe. El intérprete de sueños ambicioso no solo busca explorar las fuentes del pasado y sumergirse en los arquetipos, sino que también se esfuerza por visualizar el futuro y moldearlo a través de anticipaciones lúcidas.

«El soñar hacia adelante, como dice Lenin, no ha sido objeto de reflexión, solo ha sido rozado esporádicamente, no ha alcanzado el concepto que le es adecuado. El esperar y lo esperado, aquí en el sujeto, en el objeto allí, lo que anuncia su llegada no ha provocado en general hasta Marx ningún aspecto del mundo, en el que encontrara su lugar, ni menos aún, un lugar central. El inmenso acontecer utópico en el mundo está, de modo expreso, casi sin iluminar»

El principio esperanza

Tras el surgimiento del psicoanálisis, otro fenómeno relacionado con la interpretación de los sueños se presentó con Ernst Bloch, un joven nacido en 1885 en la provincia suroeste de Alemania, hijo de padres judíos pequeñoburgueses. Bloch reflexionó sobre su temprano escrito El espíritu de la utopía de 1918 y concluyó que él mismo era un ejemplo de lo que su obra trataba: una obra de anticipación y una pieza de gnosis revolucionaria. En otras palabras, su experiencia demostró que el conocimiento más radical sobre el alma y la insatisfacción con el mundo, tal como es hasta ahora, van de la mano.

La interpretación de los sueños de Bloch trasciende la del psicoanálisis, ya que no se limita a analizar los sueños elaborados de las almas de esposas burguesas y altos funcionarios. En su proceso hermenéutico, Bloch se adentra directamente hacia el centro político y cósmico. Su objetivo es interpretar el sueño que ha sido soñado por la humanidad durante milenios, que en principio se refiere a la civilización judeocristiana, sobre una experiencia auténtica de nosotros mismos desde un colectivo no alienado. En contraposición a las interpretaciones psicoanalíticas de los sueños, la perspectiva de Bloch resalta la relevancia de los sueños diurnos como una fuente de material fantástico para impulsar el avance técnico y político en el mundo. Estos sueños suelen manifestarse en cuentos populares, novelas utópicas, composiciones musicales intensas como cuartetos de cuerda o sinfonías celestiales, e incluso se reflejan en programas políticos y planes quinquenales.

Bloch, como marxista, creía que el espíritu humano es el lugar cósmico donde la naturaleza encadenada se libera y se da cuenta de sí misma y del todo. Por lo tanto, una interpretación humanista de los sueños no es suficiente. La función de los sueños no es solo un añadido de los sistemas nerviosos humanos a la materia muerta, sino que es la misma materia viviente, fermentada, llena de tendencias y teleologías, la que sueña en nosotros y a través de nosotros, impulsándonos hacia delante.

En un pasaje famoso, pero enigmático de El espíritu de la utopía, se afirma que, al adentrarnos en el bosque, sentimos que somos o podemos ser aquello que el bosque sueña. Partiendo de esta intuición, Bloch construyó un puente desde Jakob Böhme hasta Karl Marx con un fervor profético que no habría desentonado en ningún profeta. Con una energía apóstolica incansable, trazó una línea que conectaba a Cristo con Lenin, dando lugar al sospechoso giro ubi Lenin ibi patria.

Mientras Bloch abogaba por un mundo mejor a través de sus sueños despiertos, también se convirtió en un defensor arriesgado de la ilusión. Él postulaba que incluso las visiones más extraviadas de un mundo mejor contenían un núcleo de verdad que podría ser aplicado en el sentido utópico de la palabra, siempre y cuando se eliminara estrictamente lo regresivo. Estos motivos incluyen el tema de la huella, la figura del espectro, la lógica de la demora, el concepto de un mesianismo más allá o más acá del judaísmo y la idea de la plenitud aplazada o incluso imposible de la autoposesión.

Bloch no se detuvo a analizar la dinámica regresiva de la imaginación ni las fijaciones psicológicas de la infancia. En cambio, concebía la niñez como una manifestación de la capacidad de anticipación que se extiende por toda la naturaleza y culmina en el ser humano, concretamente en el niño Homo sapiens.

Debido a su enfoque en la lógica del todavía-no, Bloch fue considerado como el filósofo de la juventud. Tras emigrar de la República Democrática Alemana en 1961 durante la construcción del Muro de Berlín, se convirtió en un líder del último movimiento juvenil en Alemania Occidental y en un mentor amable de las protestas estudiantiles de los años sesenta.

En su obra principal, El principio esperanza, Bloch meticulosamente recopiló innumerables imágenes de sueños diurnos que comparten una característica común: anticipan el futuro. Estos sueños no son meros recuerdos recurrentes de tiempos mejores pasados ni reproducciones desplazadas de deseos infantiles reprimidos, sino que se deben interpretar como signos de mundos futuros mejores. Cada indicio parece sugerir la posibilidad de que la cosa venidera se haga realidad.

Aunque Bloch muestra gran atención a una amplia gama de fenómenos fantasmales, es evidente que su interés por los pre-fantasmas, es decir, las huellas del futuro, es mayor que por los pos-fantasmas. Él se refiere a estas huellas como pre-apariencias. Este concepto poco común atribuye a las cosas que aún no han sucedido la capacidad de manifestarse previamente a través de señales, como si lo que aún no ha sucedido pudiera dejar huellas en el presente.

Bloch sostiene que un mundo mejor ya está presente como un advenimiento y un buen fantasma, lo que requirió de una filosofía innovadora y orientada hacia el futuro para hacer que estas improbabilidades parezcan plausibles. En sus escritos sobre el Logos de la materia, Bloch explora cómo lo que aún no ha sucedido puede actuar de forma latente en el presente como una latencia activa capaz de arrojar su pre-luz, convirtiendo así la filosofía en una previsión en la pre-luz.

Bloch se presentó como un intérprete de sueños y docente de sueños, buscando enseñar a la propia revolución, y especialmente a sus líderes, los sueños correctos. Para él, incluso las visiones más extravagantes de un mundo mejor podrían contener un núcleo de verdad utópico en el buen sentido de la palabra, eliminando todo lo regresivo.

En su obra, Bloch se enfoca en ciertos motivos que se repiten, como el tema de la huella, la figura del fantasma, la lógica de la demora, el concepto de un mesianismo más allá o más acá del judaísmo y la idea de una plenitud que se aplaza o incluso resulta imposible de alcanzar. Aunque el ser humano anhela estar presente aquí y ahora, viviendo plenamente, esto se debe a su impregnación por la primacía de la demora, la lejanía, lo no-aquí y lo no-ahora.

La noción de la metafísica de la presencia siempre ha sido considerada una sofisticada ficción, según Bloch. Sin embargo, él también argumenta que la ley de la demora sigue siendo aplicable, ya que el proceso del mundo aún no ha concluido. La realización completa del mundo solo puede ser imaginada y promovida a través de medios técnicos, políticos y, en última instancia, explicaciones filosóficas. Bloch destaca que todas las reflexiones humanas están condicionadas por la tardanza de lo «propio», auténtico y verdadero.

La condición humana ha sido siempre miserable en el sentido de que no podemos vivir plenamente en el presente, ya sea como seres pensantes o vivos. No podemos estar completamente en el ser ni hacer que el ser esté completamente en nosotros, lo que significa que la presencia total no es una opción para los mortales. Además, Bloch define la vida como supervivencia, como lo explica en un pasaje dramático de El espíritu de la utopía, donde se pregunta quién o qué puede vivir la vida como una totalidad asignada a la humanidad en su conjunto.

Bloch sostiene que esta pregunta no puede ser respondida simplemente mirando los archivos, ya que las tradiciones factuales pueden ser fácilmente desechadas y terminar en una falta de comprensión. Bloch utiliza la partitura de la Novena Sinfonía como ejemplo, diciendo que, para una cultura posterior, será tan muerta e ilegible como la escritura de nudos de los incas lo es para nosotros en la actualidad.

La clave para asegurar la supervivencia no está en una expansión de los archivos, sino en el principio de la esperanza y en aquellos que la sostienen, avanzando hacia el futuro. Aunque Bloch se encuentra en una antítesis infranqueable debido a su estado de ánimo primordial de entusiasmo, resulta interesante imaginar la posible reacción del «deconstructivismo» a una carta que Bloch escribió a su amigo Georg Lukács en 1912.

En esa carta, Bloch se presenta a sí mismo como el Paráclito y anuncia que aquellos a quienes ha sido enviado experimentarán el regreso de Dios. La manía mesiánica de Bloch se caracteriza por una evolución hacia un acceso al mesianismo desde una perspectiva fundamentalmente entusiasta.

(Este tema se explora en mayor profundidad en el libro Totalitarismo en Cuba: Castrismo cultural y el último hombre)

Continúa…

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