Por ACDV
«No, no había nada de eso en ella. Todo en ella era maternal.
Un desbordamiento de la maternidad presentida».
Gustavo Pittaluga/ Diálogos sobre el destino.
Pittaluga, un hombre de generosidad exquisita y penetrante observación de las realidades circundantes, ostentaba una condición privilegiada como biólogo que le permitía apreciar los sutiles matices de la vida humana con una altivez sin parangón. Intuición, pasión, heroísmo, esfuerzo y espiritualidad no solo eran meras categorías empíricas para él, sino también fundamentos de la subjetividad y pilares de la ascesis que conformaba su ser activo.
En su época cubana, ningún otro autor alcanzó el registro tan sobrio y versátil en lo que respecta al sentido de la espiritualidad. La inquietud acerca del destino de la nación cubana ocupaba el centro de su atención intelectual. ¿En qué radicaban los peligros que amenazaban con deformarla? Ramiro Guerra enfatizaba la dependencia de la pequeña propiedad agraria respecto al latifundio azucarero. Fernando Ortiz destacaba la inhibición de la integración étnica. Jorge Mañach señalaba la carencia de una voluntad de estilo colectiva. Pittaluga, por su parte, suscribía la existencia del rechazo al esfuerzo y la decadencia en la repetición. Según él, el grave problema que aquejaba a Cuba en lo concerniente a su futuro radicaba en la pérdida del heroísmo ascético.
Los ojos de Pittaluga reflejaban el espíritu de un observador nietzscheano, escrutando la realidad cubana. Más allá de los ideales de integración cultural, democracia y libertad, las generaciones presentes y futuras se veían impulsadas a no emprender el esfuerzo, limitando así su tarea al cuidado del cuerpo político de la nación. En este sentido, Pittaluga se interesaba por el destino de la nación cubana, atendiendo a su evidente errar, tanto antes como después. ¿Acaso dejar al azar el destino de la nación es nuestra forma de errar?
El errar se erigía como un movimiento histórico característico de la sinergia existencial, que no se identifica con lo propio y se adentra en un viaje con y sin destino. No hay un destino predeterminado, ya que la existencia tiene la capacidad de corregir los riesgos del azar. Sin embargo, el hecho de que un pensador como Pittaluga percibiera, después de cincuenta años de república, motivos para interpretar el devenir de la nación cubana como un errar dictado por el destino, nos lleva a sospechar que podría estar actuando una ilusión óptica arraigada o un error de pensamiento enraizado en la gramática del tiempo. La sospecha de que la teoría del errar, con o sin objetivo, surge de una descripción falsa de la relación entre el hombre y el Ser se fortalece si nos sumergimos en los diálogos maternales más profundos. La forma en que la información de una mujer se entrelaza entre el sujeto (el narrador) y el objeto (el errar del destino). El errar del destino de la nación radica en la forma vinculante de pensamiento entre objeto y sujeto.
En el lugar donde se encuentra información y presencia femenina, se manifiesta una contundencia contra el error. En otras palabras, el error no es más que el destino de la historia universal de la metafísica clásica, que busca subyugar al mundo existente a través de la mutua dependencia entre el objeto y el sujeto. El elemento de información, de naturaleza materna, proyecta su espíritu objetivo. Bajo la influencia de la información materna, el esfuerzo se transforma en experiencia de la información. Este esfuerzo se inserta como otro valor entre el sujeto y el objeto, y se incorpora innegablemente en ambos estados, permaneciendo allí para ser redescubierto y reinterpretado. El esfuerzo constituye un archivo histórico de su producción, o memorias ligadas al destino, que se materializan y objetivizan como juicios. Esto demuestra cómo el esfuerzo maternal, en su proceso de formación, establece tanto el desarrollo como los estados del espíritu objetivo. Estas objetividades permitirían superar la cooperación esclavizante de la relación amo-esclavo establecida por el «ergo cogito sum» (pienso, luego existo). Por lo tanto, el destino de Cuba estará sujeto al espíritu subjetivo de las ideologías que se encargan de dirigir e interpretar el proceso en forma de sumisión.
En los Diálogos, existía una ética del esfuerzo para la autorrealización del sujeto. Frente al discurso de la nación, que prevalecía como narrativa de la independencia, la libertad no podía seguir siendo solo un juego narrativo de liberación. Era necesario poner en práctica la libertad, en lugar de solo buscar la liberación. Pittaluga, a través de su comprensión de Nietzsche, entendió que el cuidado de uno mismo era la forma en que la libertad del sujeto se hacía efectiva mediante la autorregulación. El sujeto de la nación cubana descuidaba el esfuerzo y el heroísmo, dos cualidades necesarias para la autorrealización frente al destino y para gobernarse en el futuro. Pittaluga se preocupaba por el cuidado de los demás.
Y es una mujer la figura de referencia, el vehículo a través del cual emergen los Diálogos sobre el destino. ¿Por qué una mujer y no un hombre? En aquellos días, Pittaluga estaba emocionado e influenciado por el libro «Cartas biológicas a una dama» de Jakob Von Uexkull, después de una conversación en 1925 con Ortega y Gasset. Desde entonces, la mujer se convirtió en su objeto de estudio, una forma de ascesis para comprender la vida.
Fue en 1954 cuando Gustavo Pittaluga publicó su obra maestra, Diálogos sobre el destino, galardonada con el prestigioso Premio Veloso de la Cámara Cubana del Libro, apenas dos años antes de su partida de este mundo. Una década más tarde, en 1969, la segunda edición de estos Diálogos vio la luz, impresos en los talleres de Mnemosyne Publishing Ing., en los Estados Unidos, con palabras preliminares de Jorge Mañach. Según Alicia Alted y Roger González¹, Pittaluga² fue un médico y biólogo de origen italiano, nacionalizado español en 1904 y exiliado en Cuba después de la Guerra Civil Española en 1936. Llegó a la tierra cubana desde Francia, con el propósito de dedicar los últimos años de su existencia al estudio de la mujer y al destino de la nación cubana. En la isla, ocupó el cargo de jefe del Departamento de Climatología e Hidrología Experimental del Ministerio de Salubridad, además de fundar una nueva revista científica, los Archivos del Instituto Nacional de Hidrología y Climatología Médicas.
Gustavo Pittaluga publicó Diálogos sobre el destino en 1954, Premio Veloso de la Cámara Cubana del Libro, dos años antes de morir. Una década después, en 1969, la segunda edición de Diálogos…, apareció impresa en los talleres Mnemosyne Publishing Ing., Estados Unidos con palabras preliminares de Jorge Mañach. Según Alicia Alted Alicia y Roger González¹, Pittaluga² fue médico y biólogo de origen italiano, nacionalizado español en 1904 y exiliado en Cuba después de la Guerra Civil Española en 1936. Llegó a Cuba procedente de Francia, para dedicarse en los restantes años de su vida al estudio de la mujer y del destino de la nación cubana, donde ocupó la jefatura del Departamento de Climatología e Hidrología Experimental del Ministerio de Salubridad y fundó una nueva revista científica, los Archivos del Instituto Nacional de Hidrología y Climatología Médicas.
En el lugar donde se encuentra información, también se encuentra la presencia de la mujer y la contundencia contra el error. En otras palabras, el error no es más que el destino de la historia universal de la metafísica clásica, cuyo propósito es subyugar al mundo existente mediante la mutua dependencia entre el objeto y el sujeto. El elemento de información, asociado a la figura materna, se proyecta como un espíritu objetivo. Bajo la influencia de esta información materna, el esfuerzo se transforma en una experiencia de la información. Este esfuerzo se inserta como otro valor entre el lado del sujeto y el lado del objeto, quedando innegablemente incorporado en estos estados, donde permanece para ser redescubierto y reinterpretado.
El esfuerzo constituye un archivo de la historia de su producción, o memorias vinculadas a un destino. Estas memorias se materializan y objetivan en forma de juicios. Esto demuestra cómo el esfuerzo maternal, en su proceso de formación, establece tanto el establecimiento como los estados del espíritu objetivo. Estas objetividades superan la relación esclavizante de la cooperación amo-esclavo, establecida por el ergo cogito sum. Por lo tanto, el destino de Cuba estará sujeto al espíritu subjetivo de las ideologías que se dedican a redirigir e interpretar el proceso en forma de sumisión.
En los Diálogos, se planteaba una ética del esfuerzo para la autorrealización del sujeto. Frente al discurso de la nación, que prevalecía como narrativa de la independencia, la libertad no podía limitarse a meros juegos narrativos de independencia. Era necesario ejercer la libertad en la práctica, en lugar de buscar la mera liberación. Pittaluga, influenciado por Nietzsche, comprendió la importancia del cuidado de sí mismo, como un medio para lograr la libertad efectiva a través de la autodisciplina. El sujeto de la nación cubana descuida el esfuerzo y el heroísmo, dos cualidades necesarias para la autorrealización ante el destino, es decir, para la forma en que se comporta y gobierna frente al futuro. Pittaluga se preocupa por el cuidado de los demás en este sentido.
Hace diez años se publicó en Buenos Aires el libro Grandeza y servidumbre de la mujer, el cual, según María Zambrano, representa la historia de las mujeres desde una perspectiva del feminismo ético. Al referirnos a lo ético, nos referimos a la formación personal, la disciplina y el autocuidado. ¿Qué relación tiene esta obra con «Diálogos«? ¿Qué aporta la intuición femenina acerca del destino de Cuba? No se puede comprender plenamente «Diálogos» sin antes explorar la grandeza de la mujer. Mientras el hombre predice, la mujer presiente. En fin, ¿qué nos cuenta «Diálogos» acerca del destino, cuyo libro dedicado a la problemática cultural cubana tiene más de 400 páginas? ¿Por qué dialogar con la mujer y no con los hombres? No está de más mencionar que años antes, en el período español, Pittaluga había intuido la interpretación del mundo social objetivo a través de la biología. Durante una reunión en el Hotel Palace de España en 1926, en la que participaban Ortega, Zambrano y Donoso, se discutía la vocación nietzscheana del ascetismo. Ortega toma la iniciativa y dice:
«Las corridas de toros, sin duda, no desaparecerán, ¡y por suerte! ¿No te das cuenta de la locura que siguen despertando? Es que el espectáculo que te parece bárbaro no lo es, porque encarna la belleza misma; sí, es la belleza misma… ¿Lo niegas, María, aunque lo intentes? No se puede negar eso, aunque quieras. La belleza no se encuentra en los banderilleros, ni en las capas rojas, ni en los trajes de luces. La belleza reside en el desprecio por el peligro, en el riesgo asumido por el torero, en la falta absoluta de amor por la vida, ese vil amor a la vida que el torero no siente. Porque, mira, eso eleva al torero, un ser que en su mayoría es vulgar, a alturas desmesuradas. Deja de ser un ser primitivo para convertirse en un ser superior. ¿En qué se diferencian las razas inferiores de las más elevadas? En que las primeras son infinitamente más susceptibles al terror que las últimas… ¿Que el torero no arriesga su vida? Entonces, ¿qué hace en todo momento si no arriesgarla segundo a segundo? Y en cuanto al caballo, ¡qué honor se le otorga! El caballo es un animal al que el hombre honra al hacerlo partícipe de una fiesta heroica. El caballo en el ruedo se dignifica como en un campo de batalla».
Ahora, pasemos brevemente a los «Diálogos». Adentrémonos en la literatura del ensayo.
- Nueve diálogos y un monólogo. ¿Sobre qué? Factores del destino y el papel de las generaciones futuras. Los factores geográficos, históricos, demográficos, económicos, culturales, políticos y la suerte: el ecumenismo espiritual. El monólogo del juicio femenino sobre el pasado y el futuro del país.
¿Qué relación tienen estos factores con la disciplina femenina?
- La mujer y la conciencia del poder. La mujer como generadora del nuevo destino. La mujer consciente de la progresión de la disciplina y el crecimiento personal. El hombre como el último ser humano.
- Para la mujer, la nación implica el justo predominio de la idiosincrasia colectiva.
- El destino de una nación no puede reducirse a una transacción económica. No se trata de vender azúcar para comprar automóviles.
- Una vez alcanzada la virtud ascética, se debe lograr la unidad entre los pueblos. Se debe crear la federación de los siete estados de Centroamérica y establecer una nación abierta al mundo.
- La tradición hispana como base de la cultura cubana.
- Los factores constituyentes mencionados anteriormente conforman el sustrato de la civilización y la formación del pueblo.
- Despertar la conciencia de la comunidad nacional y colectiva. La vida trascendente. La vida del alma.
- Dejar atrás el destino determinado por la suerte y adoptar una mentalidad basada en el destino construido mediante el esfuerzo.
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¹ “Científicos españoles exiliados en Cuba” En: Revista de Indias (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) 62 (224), págs. 184-85
² Nació el 10 de noviembre de 1876 en Florencia, Italia. Hijo del general italiano Giovanni Pittaluga. Dr. En medicina de la Universidad de Roma 1900. Participo en 1902, en Madrid, en el XIV Congreso Internacional de Medicina. Nombrado jefe del Servicio de Desinfección del Instituto de Higiene Alfonso XIII en España en 1905. Desde 1911 catedrático de Parasitología y Patología Tropical de la Universidad de Madrid. En 1913 descubre la forma endémica de kala-azar (leishmaniasis). En 1915 ingresa en la Real Academia Nacional de Medicina. A partir de 1920 asume el cargo de la organización de la lucha contra el paludismo en España. En 1923 diputado por Alcira. En 19244 participó como delegado del Comité de Higiene de la Sociedad de las Naciones en una comisión que realizó un largo viaje de estudio por los Balcanes y la Rusia de los soviets. En 1931 diputado de las Cortes republicanas Constituyentes, por la Derecha Liberal Republicana en Badajoz. En 1935 director del Instituto Nacional de Sanidad. Nidia Sanabria: “Pittaluga, España y Cuba”. En: periódico ABC, 21 enero, 1995.
³ María Sambrano: “A propósito de la grandeza y servidumbre de la mujer”. En Sur, revista argentina, No. 150, 1947
⁴ A bordo del “Manuel Arnús”, en el mes de febrero de MCMXXVI.
En Atenea, año III, Nº 4, junio 30 de 1926.