Por Benito Osorio
Cuando comienza una «Copa Mundial de Futbol», el mundo entero le da la bienvenida como lo que es: un simple «entretenimiento» vacacional veraniego. Sin embargo, el juego del futbol supera la expectativa de la cultura del espectáculo. Intentemos comprender por qué.
Si la necesidad nos obliga trabajar es porque la satisface. Al iniciarse las necesidades, nos habitúa al trabajo; pero en los intervalos, en lo que las necesidades están compensadas y, por decirlo así, adormecidas, el aburrimiento se apodera de nosotros. Es decir, la costumbre del trabajo, al presentarse como nueva necesidad, se traduce fuerte cuando más habituado estamos al trabajar y cuanta mayor sean las necesidades que hemos de sufrir.
Para escapar del aburrimiento, trabajamos más allá de la medida de las necesidades principales, o inventamos el juego, es decir, el trabajo que no apacigua ninguna otra necesidad. Harto del juego y sin tener nuevas necesidades para trabajar, buscamos un tercer estado de conciencia: el futbol se presenta, en relación con el juego sin juego, como el movimiento dichoso y apacible.
Ahora jugar implica pensar, ejercitar, practicar en un campo estrictamente disciplinado. El hombre puede hacer de la tierra lo que el futbolista hace con el balón dentro de la cancha de juego. Ser ahí en la cancha, en el contenedor, el hombre puede pensar el juego.
No se olviden jamás de que el futbol posee el crédito y el copyright, en el siglo XX y en el que corre, de la creación de la «cultura de masas». Paradógicamente, el colectivismo que sufrimos hoy se fundó con la aparición del futbol, el balompié.
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