Por Agustín Arias Tornés
No hay forma de medir las consecuencias que se avecinan, pero el impacto será demoledor. El espíritu guerrero y conquistador de lo que fue antiguamente Occidente peligra, resquebrajándose frente a la nada, inoculando el sistema inmunitario de defensa con el virus de la santa trinidad espiritual india: “no luchar, no esfuerzo, no defensa“. Sumen a lo anterior, apoyar la pasividad ante la vida, transforma el sujeto en devoto del estrafalario del agradecimiento. Dejar penetrar la globoculturación.
Se ha llegado a construir, por medio del buenismo, un discurso dramático contra el carácter bio-afirmativo de la vida occidental y por eso ahora se practica, al no tener otra cosa que el psicoanálisis, las técnicas de Yoga, Tantra, asimilando formas ascéticas como budismo zen y taoísmo sin comprender que todas esas enseñanzas son parte también del universo de los ejercicios disciplinantes ascéticos morales de la vida.
Se abandona Occidente a su suerte, elaborando una forma de escritura protuberantemente cínica, dejando de pensar en la ira de Aquiles, en la ansiedad thymoica de Sócrates, en la hiperacrobacia ateniense de Alcibíades, en el virtuosismo renacentista de Miguel Ángel, en la democracia bastarda de Shakespeare, en el eros de la procreación libertina de Sade, en el vitalismo y egoísmo artístico de Nietzsche, en el juicio zoo vital de la hominización de Kafka y en el egoísmo fitness de Ayn Rand.
Poco a poco se va dejando de ser fuerte…
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