Por Carlos de la Zarzuela
Los estudios sobre las diferentes fases de las revoluciones en Cuba (1868, 95, 1933, 59) tienen resultados positivos y equivocados. Abunda entre ellos una prolífera información y un correspondiente análisis de las estructuras económicas sobre las políticas y las ideologías. Dicho esto, uno de los problemas de estos estudios, se debe a la falta de un enfoque diferente, de tipo ascetológico y genealógico. In asbtrac, cada revolución en Cuba obedece por entero a tres condicionamientos poco atendidos, definibles a partir de una «historia de la herencia en Cuba» aun por escribirse:
- El paso del concepto teológico de la herencia y patrimonio al laico (del pecado original al derecho de propiedad a partir de 1868, es decir, de hijos de Dios a hijos de la propiedad agraria heredada durante la formación del pensamiento de la nacionalidad cubana);
- el paso de hijos de la propiedad agraria heredada a hijos de la patria de la nación (1895) y
3. el paso de hijos de la patria a la herencia del discurso patriótico cubano, de la nación al régimen totalitario (del discurso burgués al discurso socialista).
Solo que la desheredación sobre el pecado original abrió las puertas al proceso extensivo de corrupción sobre la herencia y el patrimonio simbólico y material en Cuba.
Es lógico, pues, que el concepto de hijos y herencia constituyan formas de inmanencias gravitacionales sobre la superficie de las estructuras espirituales de la nación cubana. Las diferentes formas de luchas por la independencia, políticas y culturales, recurrentes a lo largo de más de dos siglos de contienda en Cuba, no son más que encontronazos irreverentes, fácilmente distinguibles en la superficie de las estructuras socioeconómicas que tienden, entre otras razones implícitas, a ocultar el propósito de la corrupción hereditaria en Cuba, enajenamiento este manejado hábilmente por la revolución de 1959.
Lo que Lezama Lima narra en Paradiso no es únicamente una parte sumergible en una estética sobre la formación de la cultura cubana, sino también sobre la historia oculta de la «corrupción de la herencia y la desheredación del cubano como hijo de Dios adámico»: cuando Cemí, desheredado a través de los diferentes procesos revolucionarios sobre la propiedad y la familia, da un giro temporal para entrar a formar parte nuevamente en la herencia teológica de culpabilidad del pecado original.
Sin embargo, la historia señala que en Cuba que los hijos de hoy les van muy bien con la corrupción hereditaria. ¿Por qué? No lo sé todavía…