Por Rafael Piñeiro López
Das Finstere Tal (2014), una cinta de Andreas Prochaska, está basada en la novela del mismo nombre de Thomas Willmann y es, básicamente, la historia de una venganza. Prochaska filma un western austriaco, por cierto, lo que no es otra cosa que un ejemplo apoteósico de cuán influyente ha sido la cultura norteamericana de los últimos dos siglos. Visualmente, Das Finstere Tal es una obra notable, con esas cabañas de techos humeantes sobreviviendo entre la nieve brutal, rostros inmersos en el grisáceo verduzco del South Tyrol alemán del Norte italiano, las bestias exhalando su alma mientras los hombres acarrean troncos en la penumbra triste del invierno infeliz… Es un ejercicio estético impecable.
También posee un peso nostálgico, una hechura, que me recuerda aquella magnífica The Proposition, de John Hillcoat. Pero también es un poco el Fitzcarraldo tozudo que en vez de empujar un barco cuesta arriba, acarrea una cámara por los gélidos valles germanos. Das Finstere Tal está hecha de silencios y de sombras. Su ritmo, europeo, casi anémico, sin sobresaltos, es capaz, sin embargo, de trasmutar en una enérgica contienda donde la amenaza de violencia termina por permearlo todo. La segunda mitad es la magnífica catarsis.
El tono es lúgubre y solemne, más cercano al terrible Martin Koolhoven que al epopéyico Leone. Pero si de influencias se trata, es muy probable que esta pieza de Prochaska haya sido, y solo estoy especulando, una especie de punto de partida para la inmisericorde Brimstone. Eso sí, la historia peca de predecible y es así que este valle oscuro, en manos de un Nicholas Ray, quizás, habría sido preciso y exultante… aunque quizás menos hermoso.
En todo caso, aquella frase contenida en el filme y que reza “La libertad es un regalo que no todo el mundo quiere recibir” refleja en gran medida la principal virtud de esta pieza de Prochaska: sólo nuestra disposición a rebelarnos impide que seamos esclavos, ya sea de las circunstancias o de la propia vida o del abusador de turno…