Por Men Rey

En un esfuerzo hercúleo, Dadá se enfrentó, a la harina natural que en la cocina temblaba. El sudor perlaba su frente, la angustia aumentaba, pues el tiempo apremiaba y el desafío no cesaba.
«¡Remójala!», le dijeron al valiente Dadá, pero la harina era otro costal, un enigma sin tregua. Como luchador incansable, no se amedrentaba, pues en cada amasada encontraba su entrega.
Sus manos se embadurnaban, danzaban con destreza, convirtiendo el polvo blanco en arte y sutileza. La masa se formaba, adquiriendo su esencia, y Dadá en cada movimiento encontraba su grandeza.
La cocina se inundaba de aromas y promesas, mientras el horno esperaba, ansioso, su pieza. El tiempo, implacable, continuaba su carrera, y Dadá, con determinación, no perdía su espera.
Finalmente, el cocido surgió, dorado y esponjoso, producto del esfuerzo y el sudor generoso. Dadá, victorioso, contempló su creación, una obra maestra que emocionó al corazón.
Así, en aquel combate con harina y calor, Dadá dejó en claro su pasión y su valor. Su labor hercúlea, un tributo a la cocina, donde el arte y la paciencia revelan su divina contentura.
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Nota: Anoche, Rosie y Triff invitaron a varios amigos a cenar un exquisito plato francés llamado Dadá, que consistía en carne de res cocida a fuego lento con una guarnición de harina.
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