Por: Denis Fortún
*texto publicado en la antología
La Cubanidad: 57 autores, 57 definiciones ( Ediciones Exodus, 2017)
Cubanidad: concepción teórica irreal. Bajo su égida supuestamente se incorpora todo lo que, a los nacidos en la Isla, nos hace “más humanos y mucho menos divinos”. Un “label” de excedida elasticidad y exagerado entusiasmo que se propone igualar bajo un rasero de corte sociológico a una nación de naturaleza ególatra, irreverente, y en ocasiones pedestre, que no es tan homogénea como aparenta, sobre todo luego del 1959. Un “ajiaco”, como se deleitan en nombrar los “entendidos” de la oficialidad sociográfica y cultural cubana, y que algunos repiten aquí, del que Sartre no supo jamás si era efervescencia o cumbancheo.
En fin, cubanidad, un “todo” que, dentro de lo positivo que intenta exhibir como origen, se une de forma idéntica lo que en realidad, en muchos casos, debía apenarnos; una percepción con la que no me siento cómodo, sobre todo con la que “habita en la otra orilla”, y reitero, después del 59 se muestra divida y ha sufrido (si, sufrido dolorosamente) cambios según los “estándares” que la definen, (lo que ha de tener muy disgustado Fernando Ortiz), por lo que en sobrados ejemplos resulta un axioma deplorable que los “criollos antiguos” aseguran desconocer y finiquitan repudiando; uno de los peores daños de la revolución es antropológico y la recuperación tomará décadas y varias generaciones.
Sin embargo, le aclaro a los que podrían ruborizarse con mis palabras, u odiarme en el peor de los casos, soy cubano, y no hay algo que me disguste más que, luego de comerme un plato de arroz blanco con frijoles negros y “ropa vieja”, vengan a decirme que había aguacate y olvidaron ponerlo a la mesa; soy cubano, bajo el signo de Libra, y gesticulo, hablo alto, interrumpo a mi interlocutor y soy apasionado, pero no por eso me siento orgulloso; soy cubano, eso sí, sin formulismos “metatrancosos” que me ubiquen por definición en una manada…