Cuba y la isla del tesoro

Por Genovevo Griñán

¿Cuál es el propósito de la literatura? La literatura no solo tiene la función de entretener a las masas, aunque esto en sí mismo es significativo, sino que también ayuda a comprender la complejidad del mundo en el que vivimos. Un ejemplo de esto se puede encontrar al analizar cómo una obra de aventuras se relaciona con la economía política y, por analogía, con la historia natural de la isla de Cuba.

En la fórmula de la economía política, se esconde un tercer elemento que podría cambiar nuestra comprensión de la economía y la sociedad mundial actual: el «trabajador natural». Ni Saint-Simon ni los economistas marxistas, liberales o conservadores incluyeron en su fórmula de «explotación, capital y trabajo» un tercer agente que no tuviera costo. El «trabajador natural» no se encuentra inicialmente en la esfera del «valor», sino en la del «trabajo» como una tarea de aventura.

¿Cómo y por qué podemos verlo ahora? La novela La isla del tesoro no solo es un entretenimiento, sino que también ofrece una lectura adicional sobre ese tercer agente en la explotación del trabajo aventurero a través de la búsqueda del tesoro. Stevenson concibe la búsqueda del tesoro junto con la naturaleza del trabajador (el oro), que produce valor y capital añadido.

En Cuba, el «Sol» ha sido la fuente del «trabajador natural» por excelencia para la producción de una historia natural y moral de la isla. El Sol del mundo moral, gratuito y derrochador, es el trabajador natural de la excentricidad y el extremismo de la historia cubana, desde los orígenes y la formación de la cubanidad, en cuya aventura política y social aún nos encontramos hoy buscando el tesoro de la libertad. Este «Sol» abundante y bondadoso lleva implícito, en las entrañas, la naturaleza de un trabajador de la historia, el historiador comprometido, patriótico e ideológico, que busca el tesoro escondido de la libertad más allá de la fórmula «valor y espiritualidad cultural». Sin embargo, este delirio no genera la energía necesaria, capital cultural, para el cambio social que se requiere.

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