Por Antonio Ramos –
¿El derrumbe final?
En estos días, ante las supuestas evidencias de un próximo “derrumbe” del castrismo, cabe reflexionar sobre cuán cerca o lejos está la libertad de Cuba. Los últimos pronósticos de los politólogos es que será pronto, más temprano que tarde, argumento que se basa en el caos económico inaguantable y las continuadas protestas de la población, los apagones, la migración masiva, el covid19, etc.
En Facebook los conectados de la isla hablan de “mala vida”, “tremendo calor”, “represión”. El video de un policía disparando a un niño se volvió viral en Internet. La policía repartiendo palizas es parte del modus vivendi, sin que esto disminuya la invasión de cubanos de la diáspora o comunidad en el exterior (ya no le dicen exilio) que llegan a la isla cargados de paquetes y los miles de turistas extranjeros que se pasean por el malecón encantados del paraíso y de paso compran camisetas con la imagen del Che. Ron, salsa y jinetera, mucho bongó y mulatas, para que el turista vea lo bueno que está aquello.
En Cuba, por supuesto el drama insoportable existe Siempre ha sido así desde finales de la década del 70, empeoró en 1989. Una diferencia generacional es que ahora se visten con pulóveres y zapatillas del “enemigo” yanqui, no lucen tan flacos y pueden sobrevivir con el dios dólar de Miami. El discurso del régimen sigue fosilizado (abajo el bloqueo imperialista, patria o muerte), pero otra cosa es lo que piensa un pueblo obligado a vivir en la miseria, bajo un severo control totalitario. ¿Después de 63 años de castrismo se repetirá la historia del del muro de Berlín en Cuba? ¿Pueden las protestas o el colapso económico tumbar al régimen?
Me pregunto cuán lejos está la libertad de Cuba. Primeramente, la ingeniería social comunista siempre ha fracasado, sin que ello derive en cambio de sistema. García Márquez, que visitó los países socialistas y Rusia soviética en 1957, estimó que su bajo nivel de consumo, aunque creaba inconformidad en las masas, no forzaría un cambio, mucho menos con disidencias controladas. También negó la “Cortina de hierro” y aplaudió que en la URSS no existiera un solo aviso de Coca-cola. Desde entonces el escritor padecía de ceguera ideológica. Lo cierto es que había tal inconformidad y disidencias activas organizadas, que húngaros, alemanes, checos y polacos comenzaron rebeliones anticomunistas, hasta que los tanques soviéticos las aplastaron. El comunismo en Rusia duró 74 años. El postcomunismo o transición (Putin) continúa, el comunismo en China nunca finalizó, se capitalizó. Venezuela practica hoy la dictadura del socialismo del siglo XXI, el comunismo asoma su oreja peluda en varios países, incluyendo Estados Unidos. Cuba, por su parte, continúa siendo el cuartel de vacaciones de la izquierda universal.
¿Quién tumba al régimen?
¿Una rebelión? No es posible negarlo, la historia está llena de sorpresas. El problema cubano es que en más de sesenta años, la inconformidad no ha sido canalizada, no pasa nada trascendente, la disidencia pacífica se ha ido petrificando sin liderazgo común organizado y sin decisión, frente a una continuada potenciación del aparato militar y de espionaje del régimen. En realidad, la causa de la libertad de Cuba ha tenido mínimo apoyo, exceptuando un poco el de Estados Unidos. ¿Cómo el régimen resuelve las situaciones de amenaza? Con represalias, largas condenas carcelarias y propaganda contra Estados Unidos. En 1989, el régimen, en su peor momento, al perder los suministros petroleros de la Unión Soviética, no reparó en utilizar la represión encarnizada, puso a los cubanos a comer hierba y dejó salir a miles de balseros, muchos de los cuales regresaron como turistas a la isla y son la fuente de millonarias remesas. La presencia del cercano exilio (remesas) y la política condescendiente norteamericana, colaboran para que el castrismo tenga seguridades de salvaguardia, además del apoyo proveniente de los amigos históricos: Venezuela, España, México, Rusia, China. Pero su mejor opción garante es el poder militar del sistema totalitario (la teoría bastión guerrillero, nadie me quita lo que es mío, mentalidad propia de los bolcheviques).
De la experiencia histórica se puede deducir, que un régimen comunista puede estar en decadencia, hasta colapsado y puede sobrevivir políticamente, si no existen fuerzas internas antagónicas o al menos contingentes, visibles o no, que lo cuestionen. Salvo la disidencia inocua, a veces infiltrada, no es visible ninguna fuerza alternativa de confrontación, tampoco en el exterior, ni en Washington. Obama, en lugar de cuestionarlo, oxigenó el castrismo. Trump le apretó las tuercas seriamente, primera vez que se hizo más allá de la politiquería de votos, pero no pudo terminar su obra. Inmediatamente, el nuevo presidente Biden, volvió con regalos al régimen. Ojo: hay poderes en Estados Unidos muy interesados en la supervivencia del castrismo. La Unión europea a veces arma su algarabía, pero a la larga el castrismo tiene muchos aliados europeos, dígase intereses comerciales mutuos, ideología utópica intercambiable.
En cuanto al exilio cubano, ¿cuál papel jugaría como apoyo? Primeramente, desde la muerte en 1997 del líder anticastrista Jorge Mas Canosa, hombre de hechos, el exilio no ha logrado una unidad orgánica determinante. Los congresistas y senadores cubanoamericanos han actuado como críticos sistemáticos y sin ellos el castrismo habría conquistado Miami. En las elecciones Trump-Biden se demostró que sigue siendo una fuerza notable, pero sin iniciativas realmente trascendentes. No ha avanzado más porque la quintacolumna neo y procastrista ha sido hábil fomentando la desunión. Sin embargo, en algún momento de la historia, el exilio se hará sentir mucho más en la isla, no como cooperante de la disidencia y exportador de remesas, sino como influencia económica, sin duda es una clave de la futura prosperidad de una Cuba democrática.
El cambio posible, ¿pero cuándo?
Podría darse una sorpresa histórica, sin duda. Pero la verdad de Cuba está en la calle y en el ejército castrista. Si analizamos el escenario de la calle, da grima. El protestazo del 11 de julio del año pasado dio paso a cierta inercia, a expectativas milagrosas, a más presos políticos. En partes de Cuba siguen ocurriendo conatos, pero vecinales, en barrios, en algunos casos con demandas políticas, pero la mayoría reclama comida y mejores condiciones de vida, fin de los apagones, etc. Cuando las protestas pacíficas del 11 de julio inundaron las calles y se gritaron consignas anticomunistas, el régimen las dispersó violentamente, el mundo criticó, pero jamás al castrismo le ha importado lo que diga el mundo de los derechos humanos y civiles, si se trata de cubanos. Tampoco las protestas han derrocado dictaduras comunistas en ninguna parte, mucho menos si hay falsos líderes que salen huyendo. En caso extremo, el régimen siempre apelará a la fórmula de Lampedusa para calmar a las masas: un cambio cosmético, comida extra, promesas de apertura. Acaba de permitirse el dólar a 120 pesos cubanos, la dictadura le llama al hecho “prueba de los nuevos tiempos”.
El ejército (llamadas fuerzas armadas revolucionarias), es el factor que se maneja como una fuerza potencial de cambio. Se habla de nueva generación de generales, de las ambiciones de poder del general de brigada Alejandro Castro, hijo de Raúl Castro (ex-presidente), de una nueva mentalidad en los militantes del partido, etc. No hay una sola prueba de ello, pero es lógico que exista. Claro que los jefes militares no pasan hambre, viven bien, los tienen contentos, obtienen prebendas, se les da viajecitos. También es el sector más vigilado por el espionaje castrista. Hace tiempo no hay deserciones, y es probable que las purgas sean metódicas en las instituciones militares, lo mismo pasa en los altos niveles del partido comunista. Todos ellos pertenecen a una tribu acomodada, aburguesada, bastante distante de los problemas materiales: la típica nomenclatura. Solo el poder interesaría a los directores de la cúpula, pero habría que pasar por un filtro muy temible. Desde este punto de vista, el hijo de Raúl llegaría al poder por un dedazo, ya que hay otros con más méritos. Pero esto no significaría un cambio político.
El hijo de Raúl (o un hijo de Fidel), por supuesto, podría ser la carta escondida que tiene la familia Castro para mantener la dinastía, en condiciones de un real cambio de enfoque: introducir la filosofía de mercado, tabla de salvación propugnada por el modelo chino. Sobrevendría un cambio de rostro con una máscara seudo democrática, apertura total al inversor extranjero, corporaciones con exiliados, es decir, un cambio que el mundo verá como un nuevo aire de democracia, algo así como el socialismo del siglo XXI, si es posible, incluyendo partidos menores o fantoches. Lo anterior podría venir debido a la situación caótica de Cuba, con una coyuntura que permitiera culpar de todo a Díaz Canel, deponerlo y nombrar al elegido, el nuevo reformador comunista, que será bendecido por la izquierda internacional. Se me ocurre que será un Castro, pero podría ser otro de la familia.
¿Cuán cerca está la libertad de Cuba?
La situación crítica presente, haya o no protestas, no indica que un cambio de dictador sea próximo, al menos que se produzca un golpe de estado. Antes de morir, Raúl Castro podría intervenir con un dedazo. Esta etapa podría extenderse prudencialmente hasta unos cinco años, ya que en política la sucesión lleva su tiempo, y tendría que existir una coyuntura en la que Estados Unidos de su visto bueno, tal vez podría suceder si Biden gana la reelección y logra el fin del embargo. Pero en este caso, sería un seudo cambio, ya que el castrismo quedaría en el poder. Los cubanos seguirían viviendo bajo una dictadura.
¿Cuán lejos está la libertad de Cuba?
Está lejos, si no sucede un milagro. Empecemos por identificar un líder cubano que podría dirigir una revuelta de masas, en este caso pacífica, pero incontenible. En tal caso, el régimen podría aprobar una negociación. ¿Habrá un Václac Havel o un Walesa por ahí? Por supuesto, no faltan líderes de mucho valor dentro de los grupos opositores, aunque los más batalladores están en la cárcel. Habría que ver a quién aceptaría el régimen como interlocutor. Este tipo de diálogo por lo general dura años y las dictaduras lo aprovechan para ganar tiempo y consolidar legitimidad.
Otro escenario sería entre ellos, una conspiración comunista contra el designado de Raúl. Significaría más de lo mismo: comunismo plus. Un escenario factible ya lo mencionamos: un comunismo con rostro humano en Cuba, con economía capitalista y liderazgo único del Partido comunista (modelo chino). Un modelo así de cambio no podría implantarse en corto tiempo. Una hipótesis prudencial daría un proceso hasta el año 2030 (desde un posible levantamiento del embargo o no, y el proceso de gestación y aplicación del nuevo modelo, si no tuviera negadores).
Un proceso democrático real, con garantías y elecciones libres, solo podría salir de una iniciativa internacional, algo similar a las presiones y bloqueo que condujo al fin del apartheid en Sudáfrica. Para que esto suceda tendría que existir una manifestación de lucha cívica y pacífica mantenida en las calles de todo el país, la cual el estado no pudiera refrenar, a no ser con una respuesta sangrienta. Este contexto lo trataría de evitar la dictadura porque podría provocar la intervención de Estados Unidos y pérdida de aliados. Hay otras hipótesis intermedias de varios autores, todas viables. Por ejemplo, en el pasado se manejó la solución del “diálogo”, que pedía compartir el poder con el castrismo, más bien favorecía su continuidad y que por supuesto el castrismo rechazó.
Es difícil prever una Cuba construyendo la libertad en un futuro cercano cuando en 63 años de totalitarismo no se observan indicios de que la maquinaria totalitaria sea inefectiva. La libertad no podrá obtenerse con miedo a esa maquinaria, ni con divisiones entre los grupos ni con líderes que vean a la nación como ideología o trono de poder. Hay que ver absolutamente a la nación como la casa de todos que ha sido usurpada por las ideologías. Cuando la libertad sea más fuerte que el miedo, la libertad será posible, no esperemos cien años para que esto suceda. ¿Qué dice mi corazón? La libertad de Cuba puede ser mañana.
Antonio Ramos
Es periodista cubano desde Bogotá
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