Por Rogelio García
Texto tomado de la web The Playa Albina Post. Ego de Kaska no se responsabiliza con la opinión del autor.
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Oh, la Feria del Libro de Miami, ese lugar donde el tiempo se detuvo para mí hace una década. Ayer, en un acto de nostalgia impulsado por quién sabe qué, me aventuré a vagar por los senderos de esa feria callejera. Mis expectativas eran simples: encontrar ese libro perdido que, para mi desencanto, decidió jugar al escondite.
Pero, oh, queridos lectores, lo que descubrí fue una sorpresa digna de un drama shakesperiano. La presencia de los stands de las editoriales cubanas, como reliquias literarias del pasado, estaba más desvanecida que mis esperanzas de encontrar mi libro perdido. Incluso las emergentes, esas que intentaban asomarse tímidamente al escenario literario, parecían haberse esfumado más rápido que un chiste malo en una fiesta.
Este fenómeno, tan comentado en las redes sociales, resonaba en el aire como un susurro colectivo que trascendía las paredes de este evento literario. Oh, la ironía de buscar un libro y encontrarme con la desaparición de las editoriales cubanas. Parece que la literatura, al igual que mi libro perdido, se está escondiendo habilidosamente de mí.
Pero, ¡ah!, la fortuna favorece a los desilusionados. En medio de mi búsqueda sin rumbo, me topé con un amigo, un salvador en esta travesía literaria. ¿Y qué hace un buen amigo en la Feria del Libro de Miami? Invitarme a participar en las presentaciones matutinas de libros, por supuesto. Porque, al final del día, incluso cuando las editoriales desaparecen, las presentaciones matutinas siempre están ahí para recordarnos que la literatura es tan impredecible como un capítulo de telenovela. ¡Qué emocionante, queridos lectores, qué emocionante!
Nos encontrábamos a un paso del edificio 8, a punto de entrar en la emocionante odisea matutina de presentaciones literarias. ¡Oh, qué maravilla! Un panel titulado Política bajo la lupa nos esperaba cuatro escritores, tres provenientes de la isla del tabaco y uno navegando desde tierras nicaragüenses. El salón 8525, pintado de un azul tan profundo que podría rivalizar con el océano, estaba decorado con esos majestuosos banners de la Feria, como si estuviera vestido para la ocasión. Y allí estábamos, rodeados de un puñado de almas curiosas, listas para presenciar el evento que estaba a punto de desplegarse. Claro, «pocas personas» era un término bastante generoso para describir la multitud expectante. Pero, quién necesita multitudes bulliciosas cuando puedes disfrutar de la intimidad de un pequeño grupo selecto, ¿verdad?
Ah, el magnum opus de Fundora, ese intento de barricada literaria que más bien parece un naufragio de ideas en más de 500 páginas. Me sorprendió, sí, pero no por su brillantez, sino porque pensé que la fiebre de New Age ya estaba enterrada más profundamente que las aspiraciones de un caracol en un campo de sal. Este mamotreto es como un batido mal mezclado de budismo trascendental y despertar de la conciencia al estilo de las charlas de OSHO, pero con la sutileza de un elefante en una tienda de porcelana.
Fundora intento demostrar lo inimaginable a través de un discurso cultural que parece más un monólogo narcisista que un viaje intelectual. La narrativa, si se le puede llamar así, se retuerce y gira como una serpiente en un intento desesperado por justificar la existencia de este tomo interminable.
Es como si el autor hubiera decidido mezclar todas las modas literarias y filosóficas de las últimas décadas en una coctelera oxidada, esperando que la agitación generara algo de relevancia. Pero lo único que logra es dejar al lector más confundido que un pulpo en un tiroteo.
Ah, Francisco Lario, el intelectual izquierdista que hace las delicias de la academia estadounidense con su obsesión por el postcolonialismo. ¡Qué novedoso! Sus interminables divagaciones sobre los estudios poscoloniales adornan las mil páginas de su obra magna «Contra el poder». Nos ilumina sobre el impacto del poder que, según él, la continuidad colonial tiene en Nicaragua, ¡algo que nadie más había pensado antes!
¡Ah, el fascinante mundo de los enredos constitucionales y los intentos de ser moderno en una era postmoderna! El abogado constitucionalista Faisel Iglesias ha desenterrado un tesoro intelectual en su propuesta para Cuba: un pacto posmoderno constitucional. Se zambulle en la historia del derecho, coquetea con las ideas de Ignacio Agramonte y, ¡oh, sí!, abraza con fervor los ideales del derecho revolucionario.
Pero aquí está el nudo de la cuestión: ¿cómo diablos puede algo ser posmoderno cuando está tan arraigado en los cimientos de la modernidad ilustrada? ¡Esa es la gran pregunta que deja a más de uno rascándose la cabeza! Faisel parece estar jugando al escondite con la coherencia, porque ¿cómo pueden coexistir ideas nacidas hace siglos con la última moda posmoderna?
¿Qué diablos entiende Faisel por postmodernidad? ¡Esa es la pregunta del millón! Mientras nos sacude con referencias a la Revolución Francesa, se queda enredado en su propio discurso. Y hablando del poder del soberano, ¡vaya mezcla con la letra de una canción de Lennon! Parece que Faisel está jugando un juego de asociación de ideas que nadie más puede seguir.
¡Ah, la «domingada matutina»! Esa maravillosa ocasión donde la mente despierta aún está tanteando su camino en el mundo de las ideas. Y qué hallazgo, ¡la propuesta de Triff sobre la revolución castrista! Entre todos esos libros expuestos, fue como encontrar cordura en un manicomio, ¿no? En medio de un público ávido por entender la angustia del pueblo cubano, qué alegría descubrir una tesis tan polémica y desafiante. Sí, la cultura «woke», ese faro de la nueva izquierda postcolonial, expandiéndose como un virus en los designios de un pueblo que, por alguna extraña razón, sigue con la carambola de apoyo al castrismo. ¡¿Qué contradicción más fascinante, verdad?
¡Ah, la crónica dominguera que promete más emociones que una montaña rusa y deja todo pendiente para la segunda parte! Todo un suspenso digno de una telenovela, ¿no les parece? Un panel titulado «Ensayos y crónicas para pensar el mundo», donde el mundo se convierte en cápsulas de sabiduría y dos islas desdichadas se convierten en el alma de la fiesta. ¡El drama está servido!
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