CONTRAMAESTRE: EL JUEGO DE ESPEJOS DE RAÚL EDUARDO CHAO

Por Waldo González López

    «La vida debe ser una constante educación; todo es necesario        

    aprenderlo, desde hablar hasta morir.»

                                                                    Flaubert

El alegórico título Contramaestre apenas sugiere la fabulosa pero real trama que, sugerente e inesperada sorpresa, espera al lector al abrir las primeras páginas del libro homónimo —publicado en 2007, por la Colección Caniquí de Ediciones Universal— escrito con la pasión y el talento del historiador y narrador cubano Raúl Eduardo Chao.

   Con un juego combinatorio de espejos, Chao nos entrega su trivalente fusión histórica, biográfica y narrativa, con la que arma su poliédrico discurso en este volumen que, a diferencia de la clásica novela histórica, se torna en no pocos momentos, un insólito viaje a la semilla de las vidas y las luchas de varias figuras de la historia y la literatura cubanas, como de otros aspectos fundamentales de la Francia del siglo XIX.

   Nutrido de la necesaria poesía —inserta en la propia concepción de su insólito y atractivo volumen— en numerosos pasajes los personajes, sobresalen y enriquecen con notable ganancia las 304 páginas de Contramaestre, en cuyo inicio Chao incluye mapas y figuras de La Habana y París en 1840, como, a lo largo del texto, imágenes, dibujos, pinturas y fotos de ambas ciudades. Al final, anexa, tal magnífica addenda, el capítulo final: «Desenlaces», con notas sobre personalidades cubanas y francesas, como instituciones y monumentos galos, que enriquecen su narración.

   Conocedor sui generis de la historia y la cultura del otrora mítico país, se adentra en ambas, convenciendo al lector con su fabulación, en tanto nos remite, en particular, a la capital gala, donde en 1879 la Revolución Francesa presagiara el entonces no tan lejano marxismo que, poco a poco, a inicios del siglo siguiente iría minando ámbitos de Occidente y otros continentes.

   Lectura que satisface al conneiseur más exigente, Contramaestre desde el título sumerge, a quienes se involucran —buceo mediante— en el imborrable recuerdo, la memoriosa evocación y el inédito goce, tal me aconteció cuando el genuino placer bebido en este recordable libro, me evocaría los años juveniles, en La Habana, cuando estudiara mi segunda lengua preferida, como los grandes teatristas, narradores, poetas, compositores y artistas plásticos galos.

   El inteligente/ingenioso juego con el lector se inicia en la «Introducción», donde el autor avisa:

Este libro no es un relato sobre el río Contramaestre, ni una narración sobre José Martí. Es una historia de Carlos Manuel de Céspedes, El Padre de la patria cubana; de un río muy diferente, el Sena, y de una ciudad portentosa, París. El Sena y París fueron testigos silenciosos, a mediados del siglo XIX, de los más importantes años formativos en la vida de este hombre extraordinario.

   Céspedes vivió en París, a unas cuantas cuadras del Sena, a principios de la década de 1840. Allí se desenvolvió como abogado, conoció la flor y nata del mundo parisino, que era entonces el mundo universal de las artes, la música, la política y la literatura, y vivió inmerso en la cultura y tradiciones de la Francia postrevolucionaria. Sus lecturas, amistades y experiencias de esa etapa lo acompañaron y le guiaron por el resto de su vida. Enriquecieron su liderazgo natural cuando llegó el momento de reclamar la libertad de Cuba.

   A lo largo de su relevante novela, Chao no oculta su admiración a fondo por el gran cubano Carlos Manuel de Céspedes, quien se desprendería de  sus posesiones, incluidos los esclavos, a los que liberara para —en aras de la Libertad de su amada Patria— irse a la guerra, tras definir con claridad su «amor a la [patria] cubana» que, alusivo en anteriores poemas, ya decidido, escribirá incitador en 1868: «Himno republicano», en el que previa la quema de sus propiedades y el alzamiento en octubre de ese año, enfatizará en formidables cuartetos decasilábicos:

¡A las armas, valientes cubanos!

¡Despertad! Ya retumba el cañón,

y a los golpes del rudo machete

brame herido el hispano león.

¡A las armas! Seguid de Bayamo

la cubana bandera triunfal

que Bayamo con mano de bronce

arrancó de [sic] suelo el dogal.

¡Al combate! ¡A las armas!, que España

ve en América su último sol.

¡Al combate! ¡A las armas! No quede

en la patria un soldado español”.

   En el primer capítulo, Chao presenta al futuro héroe y su esposa María del Carmen preparando la salida y estancia temporal a Francia, cuando van a despedirlos personalidades tan reales, como Domingo del Monte y Miguel Aldama.

   Así, la nivola [valga el neologismo unanimiano por las particularidades mencionadas al inicio] narra la estancia en aquel mítico París, donde a su llegada en 1840, convivían los talentos de figuras de las letras [Hugo, Balzac, Flaubert, Stendhal, Chateaubriand, Musset, Aurore Dudevant [George Sand], los Goncourt, los Dumas…] y la música [Chopin, Liszt, Berlioz, Gounod, Wagner, Schumann, Offenbach, Paganini].

   Y justamente del inmortal compositor de los brillantes Nocturnos y destacado pianista Frederic Chopin, no solo sería  su consejero legal, sino su esposa María del Carmen recibiría clases de piano.

   De tal suerte, entre los primeros amis de la pareja, figuraron el poeta de Les Fleus du Mal: Charles Baudelaire y el compositor de El holandés errante, Tristán e Isolda, Tanhäuser, entre otras óperas: Richard Wagner.

   Baudelaire le presentaría a Balzac, por quien, a su vez, conocería al gran director de orquesta y autor de Réquiem, Romeo y Julieta, Sinfonía fantástica, La condenación de Fausto, Los troyanos, Les Nuits d’Été: Hector Berlioz. Con la amistad de estos y otros creadores, el también poeta y abogado bayamés se nutriría e inmersaría en la cultura y las tradiciones de la Francia posrevolucionaria, y esta rica praxis, no solo le acompañaría y guiaría a lo largo de su fecunda existencia, sino enriquecería su liderazgo natural cuando luego, en Cuba, llegara el momento de luchar por la libertad. Tal huella no poco marcaría a Céspedes, pues estos y otros intelectuales y artistas, influirían en los destinos del continente europeo.

   Aparte de los pasajes aludidos, otros son mencionados a lo largo de este cautivante libro que atrapa al lector, quien seguirá la pista de Carlos Manuel y María del Carmen a lo largo de su formadora estancia en la entonces capital de la cultura mundial, sin olvidar que las innumerables informaciones ofrecidas por Chao, le dotarán de un rico panorama de la fundación de La Ciudad Luz, con sus complejos procesos históricos, etapas, guerras…

   Asimismo, descubrirá las múltiples maravillas que adornan y califican la mítica ciudad: museos, estatuas, obeliscos, plazas y palacios, entre ellos uno muy singular: La Conciergerie o Palais de la Cité, edificio histórico que, residencia de los reyes entre los siglos X y XIV, terminara convertido en prisión del Estado en 1392, tras el abandono del palacio por parte de Carlos V y sus sucesores y donde Marie Antoinette pasara sus últimos días. El Gran Salon sería la sede del Tribunal Revolucionario entre abril de 1793 y mayo de 1795 y, hasta la primavera de 2018, gran parte del lugar estaría ocupado por el Palacio de Justicia de París.

   No resultaria extraño que, durante las madrugadas, en las más antiguas calles, se escuchen los lamentos de los mil guillotinados durante la Revolución Francesa, preámbulo del ya no tan lejano Socialismo Utópico, Socialismo Premarxista, Primer Socialismo y Protosocialismo, haz de seudónimos con que se denominaría a los ¿pensadores? de tal movimiento de inicios del siglo XIX, presagio del Marxismo, iniciado en la fundación de La Liga de los Comunistas en 1847 y concretado con la publicación al año siguiente de su programa: el Manifiesto Comunista.

   En fin, ya concluyo con esta breve nota, con la que espero se entusiasmen por la lectura de este excelente volumen de Raúl Eduardo Chao, quien recibiera su PhD en la John Hopkins University, Baltimore y, durante una breve estancia en la industria norteamericana, serviría por 18 años en el mundo académico, durante los que fuera Director de Ingeniería Química de las Universidades de Puerto Rico y Detroit. Ha sido consultor de la NASA y editor científico de las publicaciones de la National Science Foundation, así como Presidente de la empresa internacional de consultoríaThe Systema Group.

   Sin embargo, sus más fuertes vocaciones: las de historiador de Cuba y novelista, han sido corroboradas en su significativa producción literaria, integrada por muy valiosos títulos, entre ellos:

Cataclismo en Oax?, Colonial Cuba, 1887 Cuba, Two Vision, Damn The Revolution?, Madame Secretary, Marxists at the Gate. Republican Cuban, Rescatando a Martí, Un festín de palabras, La gran estafa, Jimaguayú, Cuba en 1958, Villanos, marxistas y marrullero Personajes del mundo comunista, Exiled Cuba, La Guerra del 68, Tres días en Marzo, Las memorias del Almirante Cervera, La Habana en sus 500 años.               

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