La «poesía» es una forma de vida

Por El Poeta en Actos

La última carrera de Usain Bolt en Jamaica | Cubadebate

Aquí la evidencia irrefutable de que los dioses tradicionales no están entre nosotros y ya no tienen influencia sobre la inmunidad de la humanidad. Los dioses antiguos no pueden hacer nada por nosotros, los modernos. No hay vuelta atrás. Ahora se atribuye al espíritu existente y plausible una mirada simbólica hacia el cielo, respaldada por el esfuerzo y el entrenamiento.

Hace cinco años, Bolt logró lo imposible, una proeza mítica, sin la ayuda de los dioses tradicionales, simplemente evocando una mirada y apuntando al cielo. Corrió los 100 metros en menos de 9.60 segundos, una marca que anteriormente estaba reservada para los dioses y solo autorizada por Zeus a sus discípulos. Bolt no solo rompió el récord mundial, sino que también superó los límites de lo posible en términos de proeza. Esperemos que en los Juegos Olímpicos de Tokio aparezcan nuevos seres terrenales, nuevos poetas existenciales, poetas desde la perspectiva naturalista, según la visión de Celán: «La poesía no se impone, se expone».

La poesía se revela tanto como poema como experiencia existencial, manifestándose a través del lenguaje. Octavio Armand ha tachado y borrado el uso excesivo de palabras en sus versos, buscando la esencia pura de la poesía. Por otro lado, Usain Bolt ha traído consigo el acto sublime y grácil de la poesía existencial.

Para aquellos que carecen de ojos y no pueden apreciar la belleza de la poesía, les presento el ejemplo naturalista de Bolt. ¿Han tenido la oportunidad de presenciar a Usain Bolt, el hombre más veloz en los cien metros planos? Les sugiero que observen en cámara lenta su carrera, en la cual estableció un récord mundial de 9.58 segundos. Contemplen la elegancia y gracia de sus movimientos, así como la perfección de su anatomía. ¡Qué sincronización tan asombrosa!

Si llegan a percibir esa gracia, la totalidad en la que se involucra el cuerpo durante la carrera, habrán comprendido la belleza de la poesía. Los científicos ahora han calculado que a mayor velocidad, mayor relajación, experimentan los elementos atómicos que conforman la existencia. Einstein dijo al respecto: «No hay mayor belleza y misterio en la existencia que presenciar un átomo disolviéndose en un haz de luz».

O, de hecho, viajar a la velocidad de la luz, cualquier fenómeno donde la naturaleza se transforme en luz. Y la luz es uno de los fenómenos más misteriosos de esta existencia. Sin duda, no importa la velocidad que el ser humano pueda alcanzar; si logra acercarse a la velocidad de la luz, debe estar dentro de los límites impuestos por esta. En la vida humana, el ejemplo de Usain Bolt es una prueba: puede moverse más rápido que cualquier otro hombre, pero aun así depende de la velocidad de la luz.

La expresión de belleza que refleja la anatomía de Bolt durante esos nueve segundos de carrera determina un ritmo y una soltura poco comunes. En ese momento, él se convierte en el poeta más destacado de la Tierra. Expresa de manera natural la relajación absoluta. Ningún otro poeta local logra alcanzarlo. En esos nueve segundos, Bolt se sumerge por completo en la carrera. En ese momento solo queda el ritmo, la cadencia y la danza de la anatomía; Usain Bolt desaparece. Solo existe la velocidad. Todo su ser se involucra de tal manera con la totalidad de su cuerpo que no es difícil percibir el encanto de la poesía. En ese breve lapso de tiempo, la velocidad se conecta con la eternidad.

¿Cómo se logra esto? Sin el mayor esfuerzo de la voluntad. Como no hay respiración (es una carrera anaeróbica), no hay pensamientos que obstruyan el camino: la gracia de la poesía, la relajación absoluta, desciende por sí misma hacia la totalidad. Pero Usain Bolt es solo un corredor, un deportista.

Los «poetas» del patio están atrapados en un ritmo frenético y una cadencia inquietante que les impide relajarse. Ese es su dilema: no logran encontrar la calma. Son excesivamente serios y no consiguen conectar con el espíritu de Rimbaud. Los versos de los neopoetas de Miami reflejan el ritmo agitado de la respiración. Requieren pensar intensamente, reflexionar en exceso para expresarse. Sienten la necesidad de superponer palabras como si fueran adoquines. No se involucran por completo en la gracia poética. Hay fragmentos aquí y allá. No hay totalidad. El ritmo, la cadencia, son demasiado intelectuales. No hay vida en esos versos. Entonces, ¿cómo puede estar presente la poiesis?

Son rápidos, sí, en su forma de apropiarse de cualquier pensamiento y convertirlo en verso. Así alcanzan la velocidad de la luz. Y esta apropiación desmedida, que destila un sabor constitucional del pasado cubano, del discurso tradicional de la nación cubana, por lo general es una de las peculiaridades de los poetas de Miami y Cuba. El poeta y el poema están presentes, pero la poesía brilla por su ausencia. Sin embargo, hay algo valioso en ellos: parecen estar al borde de la locura absoluta.

Con un pequeño empujón, podrían entrar. ¡Aleluya!

Texto publicado en El libro del poeta en actos.

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