Comentando “Las sombras que habitan los espejos”, de Rolando Lorié Rodríguez

Por Carlos M. Estefanía

¿Cuál es el mejor regalo que se puede hacer? Un libro, al menos en mi humilde opinión. Y si la obra lleva por título: Las sombras que habitan los espejos [i], con la firma del autor Rolando Lorié Rodríguez[ii], aseguro al “regalador” que el éxito del presente está garantizado. Dará certeramente en el blanco al obsequiar un bien preciado al “regalado.” No solo por el contenido, sino por el modo acertado en que se ilustra la publicación, sobre la base de fotografías e imágenes tan poéticas como los textos que acompañan, hechas por Ángel De La Osa.

Sé muy bien de lo que hablo. Hace tiempo que sigo y comento la obra de este narrador y poeta, a quien he visto evolucionar, en una edad donde otros se estancan en el arduo camino hacia la calidad literaria. Nacido en La Habana, Cuba, en 1950, Rolando Lorié lleva años radicado en Miami, ciudad donde realiza su labor creativa y en la que tuve el honor de conocerle personalmente. No es para menos, se trata de un poeta que trabaja con la mente humana y que se las ingenia para exponer, ya sea en cuentos o poemas, lo que su profesión y la vida misma le ha dado de conocimiento sobre el alma.

Si alguna importancia tiene el libro de marras es que marca la madurez definitiva de escritor en su devenir literario. Acontece que aquí el poeta alcanza, sin la menor duda, las alturas del narrador magistral que, desde hace tiempo, ya se descubría en los relatos de Rolando Lorié.

Han hecho bien quienes ya le han dado el reconocimiento que merece a este escritor: centros culturales, editoriales y jurados que, al distinguirlo, hacen más que justicia (rara avis en el mundo de la creación artística), se han prestigiado a sí mismos. Muchos más deberían hacerlo.

Coincido con la licenciada Elaine González, especialista literaria encargada de la introducción del libro, cuando nos habla de una obra plena, reconociendo la capacidad cautivadora del autor y definiendo esta entrega suya como una suerte de “puente natural entre el placer, la amenidad y el aprendizaje”. Esto último tiene mucho mérito. Vivimos tiempos en los que la poesía parece haber degradado y perdido interés. Ya sea por lo repetitivo, evasivo, panfletario o por lo políticamente correcto que debe ser, el caso es que el género atrapa cada vez menos lectores. En este sentido, ha de reconocerse en Lorié, el gesto caballeresco de acudir a su rescate, sin importarle los malandrines que puedan acecharle. Sobre todo en una época en la que muchos poetas, entre ellos algunos de los más vendidos, premiados o comentados en las academias, parecen haberse conjurado para darle la razón a ese Platón que no quería uno solo en su  República Ideal. El filósofo les señalaba, entre otros, el pecado original que aun en nuestros días no dejan de cometer, el sacrilegio de alejarnos de la verdad. Por fortuna, no es lo que ocurre con la poesía de Rolando Lorié, quien, por el contrario, señala aquello, que estando frente a nosotros, el ojo no ve.

De manera honesta, este poeta emigrado, condición necesaria de cierto tipo de sabio, nos transmite experiencias únicas y a su vez universales. Demasiado humanas, para pasarlas por alto cuando se descubren en estas páginas, y a su vez demasiado ocultas como para dar con ellas por sí solos, hurgando en nuestras conciencias.  Solo aquí se invierte el rol del terapeuta, en lugar de dejarnos hablar, más atento a nuestro bolsillo que a lo que decimos, el psicólogo, valiéndose del hipnotismo perfecto de la poesía, es quien habla y propone una realidad que él ha percibido. Ya dependerá de nosotros hacerla nuestra o no.

Incluso en el caso de que sus verdades no fueran las nuestras, aun así, saldríamos ganando con cada pieza de las que componen este trabajo. Ellas se disfrutan como se disfruta de una bella sinfonía o simplemente del agradable sonido de una cascada, aunque no nos digan nada.  Pero no creo que este será el caso de mi buen lector. Los textos que nos regala Lorié Rodríguez en esta ocasión, como en otras, destilan un saber y aprehensión de la realidad, que no nos deberíamos perder.

Eso sí, no se crea que, por lo pequeño, tiene poco más de cincuenta páginas, ha de leerse este libro de un porrazo. En mi caso lo he asimilado calmadamente. Fue el amigo Inseparable e insuperable para los largos viajes de trenes por motivos de trabajo. Ellos se volvieron cortos por obra y gracia de esta recomendable lectura. Ocurre que la literatura, al margen de cualquier grosor, cuando es nutricia y proteica requiere su tiempo de digestión. Prepárese, pues, el lector a desucarle su tiempo, a planificar el disfrute de un libro cuestionador de ensueños, de una obra que lo mismo retoma la vieja magia de los espejos, que devela lo que se oculta bajo la monotonía, que nos ofrece nuevas perspectivas sobre acompañantes eternos como son los sueños, la sombra o soledad o nuestra propia memoria. En resumen, se trata de ejercitar la poesía como un modo de descubrir. Solo por esto valió la pena Rolando Lorié nos escribiera Las sombras que habitan los espejos.


[i] Rolando Lorié Rodríguez; Las sombras que habitan los espejos, ISBN-13‏: ‎ 979-8744806798, https://www.amazon.com/-/es/Rolando-Lori%C3%A9/dp/B093KPVPP6

[ii] Sobre Rolando Lorié: https://lyricsandpoetrymagazine.blogspot.com/2020/06/poemas-de-rolando-lorie.html

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