Por Lázaro de la Torre
Nuestro programa de investigación no es «intelectual», sino «existencial». Apuesta por una inmunología de la cultura. Quiere ser médico de la cultura, realizar un diagnóstico eficaz de nuestra dolencia sociales. Aun cuando utilicemos el llamado «intelecto» para elaborar dicho programa, lo que nos interesa en el fondo es recalcar la conformación de la vida; ver cómo el narrador, observador e investigador (que lleva las riendas del trabajo y el ejercicio) tiene configurada su vida propia en nosotros y en el otro. se trata de superar la metafísica clásica, el esencialismo espiritual y el empirismo positivista, o lo que Husselr denominó malestares de la cultura racional: objetivismo fisicalista y subjetivismo trascendental.
La naturaleza del intelectual tradicional es, por el contrario, la división: autodividirse entre sabios y mediocres. Contrario a eso, es mejor permanecer alejado de lo que intelectualizas a diario, como si tuviera inmune a la acción de su trabajo. La vida y su trabajo intelectual nunca se encuentran en la práctica real. De ahí el origen del discurso mimético y de la perenne riña entre dos partes a la hora del reconocimiento por adjudicarse un lugar «decoroso» en el panteón fúnebre de los intelectuales. A esta guerra se le llama «cinismo intelectual». Playa Albina está repleta de cínicos pseudo-intelectuales.