Por José A. Quevedo
En los albores de la década de 1860, mientras Jacobo de la Pezuela, oriundo de España, desplegaba su pluma para dar vida al Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, en Europa, Jacob Burckhardt concebía una obra de igual magnificencia titulada La civilización o la cultura del Renacimiento en Italia. Estos dos hombres, cada uno desde su propio rincón del mundo, inauguraron una era de prodigiosas coincidencias.
En las páginas de su obra, de la Pezuela cimentaba los fundamentos de lo que más tarde se conocería como cliometría histórica, mientras que Burckhardt iluminaba al mundo con su erudición sobre la historia del arte renacentista. A partir de estas dos convergencias egocreativas, surgen múltiples puntos esenciales que son minuciosamente discutidos en el tratado de Egofitness. En estas propuestas conjuntas se forja un hito crucial en la historia de la antropología humana: el hombre se revela como un ser cuantificable y mensurable dentro del arte de la sorpresa…
En estas circunstancias extraordinarias, las corrientes del pensamiento y la genialidad convergen en una danza sin precedentes. Los trabajos de a Pezuela y Burckhardt, independientes pero intrínsecamente entrelazados, destapan nuevas dimensiones en la comprensión de nuestra existencia. A medida que las páginas se suceden, se revela una conexión inesperada: el hombre, en su esencia más profunda, se convierte en un lienzo viviente donde se plasman las maravillas del mundo.
En esta convergencia de conocimientos y revelaciones, se teje una trama fascinante. El hombre, ahora consciente de su potencial como contador y medidor en el arte de la sorpresa, se convierte en un ser enigmático y lleno de posibilidades. Ya no es simplemente un espectador pasivo de la vida, sino un protagonista activo en el escenario del destino humano.
Así, en la historia de nuestra existencia, estas dos figuras singulares y sus obras maestras entrelazadas desatan una revolución en la forma en que nos percibimos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. El legado de la Pezuela y Burckhardt trasciende su tiempo y perdura como faros de sabiduría en el vasto océano del conocimiento humano.