Por Coloso de Rodas
En la inevitable existencia, lo que exhala su último suspiro junto con el hombre es el ejercicio, mientras que aquello que resurge con él en el parto es, sin duda, el ejercicio. Nos desplazamos de una práctica a otra dentro del vasto espacio habitado que es nuestra vida.
Cada acto se convierte en un ejercicio en sí mismo: pensar, ver, caminar, hablar, amar, reír y llorar, escribir. En esta amalgama de acciones, encontramos la esencia de nuestra naturaleza física y espiritual, encapsulada en el ejercicio, la manifestación de la voluntad de poder. Todos estos ejercicios requieren la activación de la musculatura corporal, y así, nuestra vida simbólicamente transcurre en el hábitat del GYM bio-existencial.
Este proceso, aunque aún se manifiesta de manera sutil, es algo de lo cual el hombre no puede escapar. Fue esta realidad la que condujo a Nietzsche a concebir la noción del artista (funámbulo), desafiando la herencia burguesa con su parsimonia. También inspiró a Pierre de Coubertin a adoptar la noción del atleta como una especie de religión del músculo. Y entre estas percepciones, surge Kafka con su trapecista, delineando la noción K como el imperativo competitivo.
Siguiendo el espíritu de la época, el poeta Rilke tradujo este fenómeno entre el artista y el atleta en una noción que nos envuelve y trasciende: la voluntad del Ar-tleta, fusionando arte y atletismo en una expresión única de la esencia humana.
¿Pero a qué esencia estamos aludiendo? A la del artle de escribir. El lenguaje, siendo un componente esencial de la vida, se erige como un bastión de nuestra existencia. En la época clásica, todo orbitaba en torno a la capacidad de hablar. De ahí la relevancia que se le confería a la formación en el arte de la oratoria; un adiestramiento vital que dotaba a las personas de herramientas para desenvolverse en cualquier situación.
Sin embargo, en la contemporaneidad, observamos un cambio de paradigma, donde el foco se desplaza hacia el arte de escribir. La evaluación inicial ya no se centra en la aptitud oratoria, sino en el fitness de la escritura.
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