Por Juan Pérez Pérez
No hay la más mínima intención de transformar lo que se es para convertirse en sujeto de devoción y admiración, tal y como sucede con figuras que encarnan la posible improbabilidad del canon de la «alta cultura».
Se pretende (y no sé si se logre), como aquel mago y estratega del relato La carta robada de Allan Poe, ocultar de la vista del bateador la «contradicción de lo posible improbable» para dejar fluir lo mejor posible aquel eslogan «todo y para el bien de todos».
Si algunos no lo soportan y malentiende lo que se dice, eso no tiene importancia. Se comprende por qué existe la evidencia de que todos andamos a bordo en el mismo «barco ballenero» sin destino y regreso.
Melville tenía razón, decía: «Asómate a cubierta y observa: en el mundo de la cubierta todo es posible y todo es comprensible. Agárrate bien de las velas y sufre las desidias del mar».
Sal del camarote, sube a lo abierto y tendrás la oportunidad de que la angustia desaparezca de súbito. La ballena no ha parido todavía, el parto será criminal, pero al destinatario de la «alta cultura» siempre le estará reservado, con melancolía, la caza del arponero. Sujeta bien el arpón y no permitas la degradación.