Armengol ha muerto. Nota para la necrología antiexilio

Por Antonio Ramos Zúñiga

El periodista cubano Alejandro Armengol, nacido en 1949, falleció en Miami en estos días, y la revista digital Cubaencuentro le ha dedicado un titular de despedida para homenajear al hombre en sí y su valor como periodista. Al fallecer, dirigía la revista (desde 2010), a cuya página han acudido muchos condolientes a poner por los cielos sus méritos. Realmente era un buen periodista, que llegó a formar parte del clan orgánico del Nuevo Herald. Pero el hecho mortuorio no debe llevarnos a creer que el talento exime del juicio de las antípodas y de la reflexión factual, o que el hombre, con atributos o sin ellos, puede trascender con máculas que lo rebajan a cero.

Armengol, que llegó a Miami en 1983, es más conocido por sus críticas al exilio cubano que por otra cosa. En cuanto a crítica fue mordaz, cáustico, desdeñoso, con una desmesurada carga irreflexiva en muchos casos, que rebasó la narrativa periodística, violando el patrón de la honestidad objetiva.

Aquellos que lo justifican dicen que iba contra la corriente, escribía lo que pensaba con valentía, etc., pero ¿a favor de qué corriente escribía? Demeritar líderes y actos del exilio, difamar sin pruebas, elucubrar escenarios para destruir la imagen de la Miami cubana, cuestionar la identidad del exilio tradicional, etc., parece más bien ir a favor de la corriente neocastrista, que era en definitiva su principal audiencia. Armengol, Lázaro Fariñas y Edmundo García formaron una especie de bastión del fanatismo antiexilio. Cada vez que se les daba la ocasión, dirigían sus cañones tóxicos hacia cualquier exiliado que no pensara como ellos, o hacia cualquier política que no cumpliera los requisitos de la izquierda radical del partido demócrata, o contra el bando opuesto republicano, donde milita la mayoría de los cubanos exiliados anticastristas. Torcida la ascesis del compromiso, daban la impresión de reciclar al libelo ranma,

o de compartir componenda con el marxismo cultural.

Cubaencuentro, con Armengol, no se libró del partidismo político de Armengol. Convirtió una página intelectual plural y auténtica en una plataforma favoritista de la agenda del Partido Demócrata, por ende, del marxismo cultural políticamente correcto, dando cabida a todo tipo de variante intelectual, sutil, agresiva y manipuladora, de tónica antirrepublicana y antiexilio hasta llegar a adherirse a la cruzada anti Trump como avanzada del radicalismo extremo, que tuvo uno de sus cuarteles en La Habana. No sé si Armengol estaba en su sano juicio, aunque a veces la izquierda funciona con una irracionalidad espantosa.

Convertido en gran inquisidor, Armengol no permitía las críticas opuestas en su página, salvo las muy moderadas que provenían de sus amigos de causa.

Esto fue lo que llevó a muchos intelectuales librepensadores a dudar o a separarse de Cubaencuentro degenerativo, aunque esperemos que sin Armengol vuelva a su razón de ser, la pluralidad democrática, la inclusión, el proexilio y la promoción de la libertad de Cuba, sin egos ideológicos que la acaudillen.

Que descanse en Paz, Alejandro Armengol, cubano.

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