Aporte mítico-simbólico del negro a la cultura cubana

Por: Ego de Kaska

En las constituciones imperiales Te Codex Justiniani, sobre los códices 5 y 59, cuyas actas describen a los esclavos no autorizados a ostentar herencias, supuso para la posteridad un gran problema para la formación étnica de los pueblos occidentales. En Cuba, luego del decreto de la abolición de la esclavitud en 1886, los negros que trabajaron bajo esas condiciones en las propiedades de los amos, en haciendas y tareas domésticas, no constituyeron, por tales razones legales apuntadas antes, grupo étnico propiamente dicho. En la presencia del amo quedó impregnada la psicología de la esclavitud, la dependencia, en los esclavos como herencia traducida a favor de los amos. De ahí que buena cantidad de esclavos eran bautizados e inscritos con los apellidos de los amos para transmitir una dote simbólica.

Desde luego, la impronta cuasi consuetudinaria de la dependencia a la herencia simbólica se sedimentó y formó, entre fines del siglo XIX y principios del XX, un elemento trabajoso y dificultoso en aquellos letrados que intentaron levantar un discurso ideo-étnico apoyado en la tradición, bajo el efecto de la desheredación post-abolicionista La probidad del individuo en la cultura cubana ha llegado a consistir, a lo largo de dos siglos de identidad y nacionalidad, en el modo de cómo lograr conectar con la lógica de la transmisión hereditaria contribuyendo por añadidura a la creación de grupos étnicos, no de movimientos de razas. Aquellos movimientos de luchas y protestas ligados a rituales espirituales y simbólicos, desligados de la posesión real hereditaria económica e hipotecaria, quedo sin objeto de consideración al positivismo moderno. Heredar a los venideros hijos de la nación propiedades y capital fue el privilegio de pertenecer a la conformación de la etnia en tanto a comunidad de intereses telúricos y fisiocráticos se refiere en el orden positivo.

En un estudio significativo, Slave Emancipation in Cuba: The Transition to Free Labor, 1860-1899, la historiadora norteamericana Rebeca Scott descubre que los procesos de libertades de los esclavos cubanos fueron alternativos a las implicaciones legales de la abolición. La autogestión de los esclavos para obtener títulos y cartas libertad tuvo a mano la dinámica que por factores psico-políticos no evolucionaron hacia la posesión de la propiedad y la respectiva herencia. Ni propiedad ni acumulación de capital estaban dadas. Los negros esclavos después de 1886, que devinieron, en el mayor de los casos, trabajadores libres, apareceros y arrendatarios no pudieron componer un grupo étnico consolidado porque mantuvieron en el mismo estatus anterior de desheredación en la cadena de la trasmisión hereditaria de las clases sociales durante la colonia y la república: grupo que no podía heredar algo a cambio y poner en el marcado interno la circulación de mercancías.

En casos localizados por la investigación historiográfica, en el umbral del siglo XX, fue frecuente ver a padres negros nombrar con apellidos de sus anteriores amos a sus hijos para apuntarse en la cadena de la heredad. La posesión de la propiedad agraria e industrial determinaba el rango y el nivel de la transmisión de la herencia en el patrimonio nacional, en la cual el negro no participaba como grupo étnico, sino en muy pocas veces mezclado. Lo que se denomina grupo étnico afro, portador de cultura con el broquelado de negrofília apuntado por Andrea Pagni es, hasta tanto se demuestre lo contrario, invención de la narrativa literaria y científica.

No contamos en Cuba con elementos promisorios acreditativo a esa negrofília como miembro activo en el proceso de innovación técnica y económica en la que se vio envuelta la dinámica de la transmisión hereditaria natural mediante la posesión de la propiedad. Dicho esto, negro no implica moral de negro, ni siguiera "moral de esclavo", ni siquiera moral ascética en el orden de la historia de la herencia cultural. Si hay una reescritura abundante sobre la historia del negro en Cuba, haciendo hincapié en el aspecto racial (Tomás Fernández Robaina), es porque el aporte del negro a la cultura cubana sigue siendo estrictamente mítica y simbólica, desheredada del patrón socioeconómico de la nacionalidad cubana. Al triunfar la Revolución en 1959 quedan abiertas las puertas al acontecimiento de la herencia simbólica del discurso nacional. Los desheredados se montan en el carro de la desheredación total.

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