Aliento y aroma del camino

Un día, gracias al tranquilo poder del camino del campo, perdurarán más allá de las fuerzas titánicas de la energía atómica, que fue apañada por el cálculo humano y convertida en yugo de su propio obrar.

Por Guayacán

El aliento del camino del campo solo habla mientras existan hombres que, nacidos en su aire, puedan oírle. Están sujetos a su origen, pero no son siervos de manejos. El hombre, cuando no está en la estela del aliento del camino del campo, en vano planifica e intenta imponer un orden a la tierra. Amenaza el peligro de que los hombres de hoy permanezcan sordos a su lenguaje. A sus oídos solamente llega el ruido de los aparatos que, casi, tienen por la voz de Dios. Así el hombre se dispersa y pierde su camino del campo. A los dispersos lo sencillo se les antoja uniforme. Lo uniforme hastía. Los desencantados únicamente encuentran lo indistinto. Lo sencillo se ha evadido. Su callada fuerza se ha agotado. Disminuye rápidamente, por cierto, el número de los que todavía reconocen lo sencillo como su bien adquirido. Pero en todas partes los pocos serán los que permanecerán. Un día, gracias al tranquilo poder del camino del campo, perdurarán más allá de las fuerzas titánicas de la energía atómica, que fue apañada por el cálculo humano y convertida en yugo de su propio obrar.

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