Entrevista de Alfredo Triff a ÁngelVelázquez Callejas*

 

By: Ego de Kaska

Ángel Velázquez. Agradezco que separes un tiempo para esta entrevista informal y algo humorística, para tumiamiblog. Eres cubano, historiador, escritor y te interesa el pensamiento en general y la filosofía en particular. Te veo como una figura proteica. Alguien que mueve fichas y convoca y tiene algo importante que decir. Aprecio que haces todo esto con una dosis de humor que no nunca llega al choteo.

¿Cuántos libros has publicado? Y para futuros escritores interesados, ¿cuál es tu receta?

Más de una docena, claro, autopublicados. Y me sorprendo anonadado, porque cuando miro hacia atrás en el tiempo, unos diez años atrás, la memoria no logra detectar y asimilar cuándo y cómo accedí a tales publicaciones. De pronto, me parece mentira, me invade un sueño pesimista, nihilista. Pero me respondo: ¡no es verdad! Estas son las maravillas extrañas de la mente humana, capaz de crear olvidos y espacios silenciosos para una existencia renovada.

La técnica para lograr una existencia renovada como escritor de largo alcance, perdurable, se puede conquistar a través de un ejercicio intelectual que ya fue promovido por Paul Valéry desde sus inicios como escritor. Siguiendo a Nietzsche, Valéry se impuso el método de una escritura obtenida mediante un proceder ascético (práctica, ejercicio, disciplina, mimetismo, hábito). Durante 50 años, escribió de manera constante, día tras día en la mañana, notas para sus cuadernos de apuntes.

Si me pidieran definir ahora en qué consiste la existencia de una técnica para la escritura y la forma de vida de los escritores, no hay un mejor ejemplo empírico y fenoménico que los ejercicios realizados por Valéry en los Cahiers. Debo mencionar aquí el valioso libro de Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y la filosofía antigua, donde se encuentra una descripción excepcional sobre la escritura como forma de vida.

¿De dónde sacas tanta energía, del ego?

El ego es la esencia de nuestra existencia, nuestra fuente de poder. Representa nuestra libertad frente al dominio del poder. A lo largo de los siglos, el ego ha sido malinterpretado y su carácter ha sido envenenado. Nietzsche, uno de los grandes pensadores, anhelaba revelar la verdadera naturaleza del egoísmo a la humanidad, desafiando así la influencia dominante del cristianismo. Ayn Rand, inspirada por estas ideas, escribió dos novelas fundamentales en la década de 1950 en América: El Manantial y La rebelión de Atlas. Aún no se ha dilucidado por completo el motivo detrás de la persistente pregunta «¿Quién es John Galt?» en esta última obra literaria del autor ruso. El ego es la energía vital, la metáfora de la perspectiva de la vida. Fue de ahí de donde extraje mis propias perspectivas…


Te considero un disidente de la ortodoxia. Sin embargo, le apuestas a la cubanía. ¿Qué es la «Convención de la Cubanidad II»?

Apuesto por preservar la identidad cultural cubana como un valioso legado cultural. La noción de cubanía ha sido utilizada como una herramienta de dominación ideológica por el régimen totalitario cubano. Los intelectuales cubanos no han abordado adecuadamente esta compleja situación. Si profundizamos en el significado de cubanía, podemos ver que no transmite la idea de continuidad, renovación o trascendencia. A pesar de su influencia positivista en sus orígenes, la cubanidad posee una dinámica intrínseca de desarrollo. Para comprender esto, debemos mirar hacia el exilio y la diáspora cubana. Es en este contexto que surge la idea de la Convención, la necesidad de reunirnos, de habitar un espacio donde podamos explorar hasta qué punto la cultura cubana se extiende y diversifica desde sus fundamentos originales. Debemos cuestionarnos qué representa el  Daisen cubano para la cubanidad: abandonados en medio del desdén de la diáspora, los cubanos somos, en cierta medida, una comunidad que se preserva fuera de Cuba a través de convenciones, desde el hogar hasta los espacios más diversos. El término convención alude al estado de conservación espacial, a un recipiente inmunologico,  inherente a nuestra naturaleza y herencia cultural. 

Eres Nietzscheano. Cultivas una idiosincrasia del ego. Pero ¡qué ego con el ego! ¿Eres egoísta, filosóficamente hablando? Me refiero a esa tradición germano-inglesa, desde Fichte y Adam Smith del egoísta que busca su interés prudentemente.

No me considero un nietzscheano, sino más bien un heredero tardío de Nietzsche (risas). Por lo tanto, cultivo la peculiaridad del ego. Me inspiran las ideas del egotista caviar Max Stirner, quien en 1844 escribió El único y su propiedad, un libro que iba en contra de las ideas de los jóvenes hegelianos. En las ideas individualistas de Stirner, el socialismo utópico y científico resultaban intolerables. Él comprendió que la producción de bienes y consumo materiales, antes de ser devueltos a la sociedad y la cultura, se procesaba primero a través de la fisiología humana. Aquí radica la inteligencia y la prudencia del ego. Fichte habló de un yo trascendente, Smith de un yo invisible, Steiner se refirió a un yo hedónico, literario, que anhela experimentar lo consumible en el ámbito espiritual antes de procesarlo fisiológicamente. En este punto, nos encontramos con una herencia cubana que Lezama Lima llevó a cabo como un experimento literario en Paradiso. El ego sigue siendo una necesidad natural, una fisiología inherente, aunque a veces se confunda con la manía de grandeza. ¿Me explico?

Eres dado a lanzar léxicos excéntricos como «Ego de Kaska». Hasta tienes un «Eka TV». ¿Cuál es tu fascinación con la «K»?

Siempre me encuentro en las afueras del centro. Es parte de mi naturaleza. Existe una antigua historia de excentricidad. La primera separación cultural que ocurrió en torno al origen de la alta cultura (como se demuestra en los primeros argumentos literarios) es tan antigua como latinoamericana. Es casi una tendencia humana el inclinarse, por idiosincrasia, hacia el centro. Buda era centrista, pero Zaratustra no lo era. Salomón es centrista. La «C» marca nuestra tendencia simbólica actual. Kafka se dio cuenta de este egocentrismo en la literatura moderna y decidió crear el universo «K». En nuestra modesta opinión, el universo kakiano es excesivamente egocéntrico. Musil creó, con El hombre sin atributos, una ciudad cultural kakiana, un excentrismo epistemológico, una ciudad destinada a ser la literatura. Según Helmuth Plessner, la alta cultura es sensible a esta forma de vida excéntrica. Percibo  «K» no como un universo de lo  absurdo, sino como  fenomenología de lo real.  «K» nos distingue: es la entidad del socialismo real que heredamos en nuestro subconsciente (risas).

Le dedicas mucho tiempo a la cultura y apadrinas, lo que llamas «Instituto Cubano de Ciencias Culturales de la Diáspora». Brevemente, ¿qué es la cultura cubana?

Prepárate para sorprenderte. La cultura no emerge hasta después de mí (risas). Hace unos días estuve sumergido en poemario  Versos Precursores del poeta José Manuel Poveda, especialmente en la sección Nietzscheana. Me encontré con un símbolo poderoso: la Casa. La cultura es una casa simbólica, un principio fundamental del espacio que habitamos para existir. Siguiendo las intuiciones de Gastón Bachelard, la cultura se convierte en el refugio donde nos resguardamos de las tribulaciones humanas. Es en esas construcciones simbólicas del espacio, que nos amparan y protegen, donde realmente encontramos la cultura. Es lamentable que Fernando Ortiz desviara su investigación sobre la cultura cubana. Se enfrascó demasiado en el positivismo etnográfico, llenó tomos enormes de fascinantes descripciones y se centró en la historia de la transculturación, pero expresó algo inusual sin mucho fundamento: comparó la cultura con un catauro, un recipiente. Hasta ahora, nadie ha explorado la cultura cubana desde esta perspectiva cataúrica.

Tienes un acercamiento con Franz Kafka. ¿Hay alguna relación entre Kafka y «kaska»?

La correlación es fácil de comprender. En párrafos anteriores, mencioné algunos detalles específicos sobre este tema. «Kaska» representa la intuición que tenemos como artistas circenses, aquellos que buscan en el equilibrio y la seguridad una forma de vida significativa. Durante mis años universitarios, fui atleta de campo y pista, especializado en carreras de velocidad de 100 y 200 metros planos, al mismo tiempo que exploraba el arte de la disidencia existencial. Durante ese tiempo, experimenté que la fuerza (para usar un termino bantú) podía manifestarse de manera simétrica en dos aspectos: la intuición genética del cuerpo y el intelecto. Aún conservo esa intuición acrobática en mí.

Respecto a Franz Kafka, ¿no fue conocido por su participación en el deporte?. Sin embargo, como escritor y pensador, dejó plasmado en su cuaderno de apuntes una frase en la que menciona que el alambre tensado iba a ras del suelo. Esta afirmación puede interpretarse de diversas maneras, pero podría sugerir una idea de superación de obstáculos y de enfrentar desafíos en la vida de manera directa y cercana, sin temor a caer o fracasar. Es una metáfora que puede relacionarse con la experiencia circense y con la determinación de enfrentar los retos con valentía.

Has discutido el tema de «la acrobacia». ¿A qué te refieres: cabriola, gimnasia… circo?

Todas unidas, como metáforas, sin ser para la muerte, la resurrección o la trascendencia, sigo manteniendo la creencia de Kafka de que el ser humano es un ser destinado a la acrobacia. Existe una historia sobre Alcibíades, el héroe griego, que relata sus habilidades como funámbulo: la capacidad de caminar sobre la ciudad de Atenas sin caer al suelo. De ahi Nietzsche descubrió el Saber Gay, y el prólogo de Así habló Zaratustra comienza con la escena acrobática de un funámbulo que muere al caer desde las alturas debido a la falta de un entrenamiento riguroso. No pudo superar las reglas del peligro y cayó al abismo. Siguiendo a Nietzsche, Kafka tuvo la intuición de democratizar el espíritu del circo mediante la metáfora del hambre. En toda su obra, Kafka nos cuenta que hay hambre: hambre de reconocimiento, poder, violencia, deseos y  necesidad de destacar mediante la acrobacia. Luego, el dadaísta Hugo Ball, inspirado por estas ideas, incorporó una actitud crítica acrobática en su Cabaret Voltaire: la performance. Aquellos que hablan de la cultura del espectáculo ridiculizandola sin atenecer a lo anterior no saben lo que dicen (risas).

Me parece muy interesante lo que has hecho con la edición de Alberto Lamar Schweyer, que prologaste para Ediciones Exodus. Cuéntanos de eso.

Trabajo en la edición del libro La palabra de Zaratustra, escrito por Alberto Lamar Schweyer. Hemos llevado a cabo la reedición de dos de sus libros: Biología de la democracia y Las rutas paralelas. Este autor ha sido olvidado y excluido por la corriente literaria predominante en la cultura cubana. Existen varias razones por las cuales se le acusa de  fascista, neo-darwinista, anti-positivista, antimarxista y antidemocrático. Como alguien que ha leído gran parte de su obra ensayística, sospecho que su exclusión se debe a un prejuicio que aún persiste en nuestros días: la negación de la existencia de Dios y del superhombre. Lamar Schweyer logró percibir algo sobre la cultura cubana que muchos no hemos visto: que ser cubano implica una lucha por preservar y tener una herencia.

¿Cuáles son tus próximos planes?

Dedicado a superar los desafíos del Ego de Kaska, me esfuerzo por convertirme en un acróbata del hambre más hábil. Mi anhelo es infinito: promover artistas y escritores del exilio y la diáspora, y publicar pronto tres libros, dos ensayos y una novela extensa que va por  1200 cuatillas  titulada El balance gris (risas). Si, el gris es el color de nuestra esperanza. El quinquenio gris no deveria llamarse así. Actualmente, me encuentro inmerso en la escritura de un libro en honor a la memoria de Alberto Lamar: Herencia: una heterotopía contra el pecado hereditario.

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