Por: Roberto Gómez
¡Mira que hay gente que escribe bonito! ¡Cuando aburrido me paseo por estos espacios, veo un derroche de talento y de listeza: tanto patriotismo! Míralo tú ahora mismo: Patria y Vida! Tanto derroche de símiles y adjetivos; a decir verdad: muchas veces me repudio a mi mismo. Más de una vez he buscado vellos levantados en mi brazo cuando termino la sentida proclama de un amigo. ¡Nada! No me inmuto… He visto a muchos renunciar a todo, aunque por un misterio inexplicable, la renuncia y la dedicación trae como consecuencia un mejoramiento económico… ¡Espera!
No trates de explicarme que esto es un país capitalista y está bien el mejoramiento, aunque no sea precisamente el tipo de mejoramiento donde el apóstol ponía su fe, yo acepto los pocos privilegios que cada patriota merece. Lo que me llama la atención es mi indiferencia: La Patria (con mayúscula pa’ ver si me exhorta) debería ser prioridad, lamentablemente, aún después de haberla escrito y pronunciado en voz alta: La Patria no me importa! He hecho una introspección crítica y honesta y aun así no he encontrado causa alguna para mi apatía.
Tal vez el diario vivir me ocupa toda intención. Debe ser eso: el diario vivir; lo cotidiano me mantiene indiferente… ¿Cómo agregar a mi memoria un pensamiento más? ¿Dónde lo colocaría? Entre mi vieja y mi pueblo ya no hay espacio en mi recuerdo. Tendría que mover mis nietos un poco más hacia el centro, pero así y todo no creo que haya sitio para más na’ … ¿Dónde pongo la jeba? ¿Mis hijos? ¿Mis hermanos y los perros?
Qué tal los libros leídos? …(coño, me erizo). ¿Las cuatro esquinas? ¿Los vecinos, los chivatos, los ahogados, las bolas, mis amigos de la infancia …? Es demasiado! ¡No tengo espacio para naciones! Así que les dejo mi parte, la que me toca; la asignada, y aún ahora renunciando, siento que no he perdido nada. Soy un gusano de mierda, un desleal y un disonante.