Mensaje en una botella.

Por: Patronio

Había desembarcado en aquella playa. La gente miraba con escepticismo. Un escalofrío constipado invadía mis venas. Era una mezcla rara como del que llega de último y todos esperan. Sin embargo la fe se leía en los ojos de muchos. ¡Alguien gritó: se hizo la luz! Otro que parecía el chamán del grupo se acercó de repente y dice con voz temblorosa: – Le gusta el Chateau Montet entre otras pociones que colecciona-.

-No entiendo- dije.

-Si, Señor Patronio, ese ser conoce a un tal Nietzsche, su brujo mayor. Y para colmos de males anda de Máscara. -Y cuál es problema? -pregunté.

-Que ahora también usa un guante negro a su derecha. Desde que apareció todo cambió. La tribu está revuelta. Nos ha hecho ver que vivimos en un tanque de excremento.

– Y es cierto? – pregunté .

-Si, pero cuando no lo sabíamos éramos felices; hasta nos suplicábamos unos otros. Era normal. Nadie cuestionaba. Ahora la gente mira afuera del tanque y ve diferente. Algunos quieren salirse.

-Eso es genial.

-No. -dice el chaman- ¿Cómo los controlaré entonces? Mi mano izquierda a penas sirve para el aseo. Ni siquiera puedo limpiarme del todo. Pero ellos no lo sabían.

-Siempre habrá otros- asentí. La diarrea abunda. El hombre vive como amanece. Muchos solo comen, cagan y duermen. Se llama el síndrome del oso Canolio. Así que seguirás siendo el chamán a pesar de la mano viciada de próstatas.

-De todos modo quiero saber quién es la Máscara Negra?

-Amigo chamán, se sabe más del cielo y de la tierra que de la identidad de la Máscara Negra. Esa curiosidad está más allá de cualquier brujo o ciencia.

-Entonces te mataremos, dijo chamán.

-Pues me jodí, -dije decepcionado. No tengo la respuesta. No sé quién es; solo que vive en Playa Albina.

-Señor Patronio, un último deseo ante de aplicarte nuestro suplicio ñañaca ancestral, -me preguntó el chamán.

-Juro que no sé quién es la Máscara Negra. Nadie lo sabe. -Entonces despídete de tu miserable vida mundana.-Por favor, Gran Chamán, hijo de tu Gran madre, concédeme un último deseo. Lanza esta botella al mar – un día el mundo sabrá de mi sacrificio, pensé.

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