La Máscara Negra, el romanticismo de la literatura y Frederich Nietzsche

Por: Pedro Díaz Méndez

La Máscara Negra es heredera de la tradición nietzschesca por excelencia, del superhombre, del héroe romántico de la literatura que toma lo que le pertenece a punta de espada. Ultraja las tapias de los conventos, se roba las monjas, profana las tumbas del cementerio, gana duelos, apuestas, y conquista las mujeres de otros hombres para mostrar su superioridad. Pero, sobre todo, la Máscara Negra se revela contra el status quo, la vulgaridad, la hipocresía, y las normativas discursivas que reinan en la sociedad de Playa Albina.

La Máscara es un aristócrata que se autoconstruye a sí mismo como obra de arte para alcanzar el estatus de superhombre con la fuerza de su energía vital. También, se sirve de sus poderes sobre naturales y de su agudo intelecto; su identidad es múltiple y fluida, razón por la cual ha sobrevivido a través de los siglos hasta el momento presente. La Máscara Negra es única, original, sus poderes surten terror en el resto de los personajes de la obra. Ya sea el don Juan Tenorio de Zorrilla o el moderno Zorro de Johnston McCulley, la Máscara Negra se erige como su propio creador a fin de alcanzar la gloria y la inmortalidad. Al personaje lo guía su individualidad, por ello acaso la tumba de la Máscara Negra no aparece en el panteón después de cada una de sus innumerables muertes. Y, cuando lo bloquean en Facebook, continúa publicando desde otras cuentas.

La Máscara Negra es lo bastante astuto como para no dejarse atrapar por las torpes autoridades de Facebook, ni por los chivatos y enemigos, a los cuales se complace en humillar públicamente con sus aforismos magistrales. Por tanto, la máscara (no solo la física, sino la máscara del lenguaje, la psicológica), el embozo, los disfraces, la multiplicidad de personalidades, y el misterio revisten a nuestro personaje de un poder especial lejos del alcance del hombre común que merodea en Playa Albina.

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