Suzanne Valadon

Por Oscar Santasusagna

Si abrimos un periódico cualquiera de los últimos meses, muchas de las noticias que han generado más debate tienen relación con el papel de la mujer en nuestra sociedad. Son muchos los cambios que ya se han conseguido al respecto y, a la vez, nos damos cuenta con cierta tristeza que todavía queda un gran trabajo para conseguir la deseada igualdad.

En el campo artístico, si miramos al pasado, constatamos como a la mujer se le ha relegado a menudo a un papel de musa, mientras que se le negaba la posibilidad de intervenir con voz propia como artista. En ese sentido, hay muy pocas excepciones a esa regla y, entre todas ellas, destaca la figura singular de Suzanne Valadon.

De origen humilde y padre desconocido, nació en Bessines-sur-Gartempe en 1865, donde su madre, que era costurera de oficio, la crió casi sin ayuda. Como era costumbre en las clases más desfavorecidas de la Francia de la época, empezó a trabajar muy joven. Primero ejerció como aprendiza en un molino o criada hasta que a los 16 años Suzanne se deja enamorar por la magia de un circo ambulante y se independiza. Bajo su carpa, viaja por todo el país hasta que la aventura de sus acrobacias la conduce a París en donde conocerá los círculos bohemios e intelectuales de Montmartre. Poco tiempo después, sin embargo, una desafortunada caída y las secuelas de ese accidente la obligará a abandonar la pista para siempre. Es entonces, buscando otro medio de sustento, cuando su vida da un giro inesperado por el que hoy todavía la recordamos.

Su belleza no había pasado desapercibida en aquel pequeño mundo y pronto recibió ofertas para ganar dinero como modelo para pintores. Suyo es el rostro de muchos retratos de Toulouse-Lautrec, Renoir, Puvis de Chavannes o Degas que quizás creíamos anónimos. Poco a poco, la vida artística de Montmartre también despierta en Valadon un interés creciente en la pintura.

Una noche Toulouse-Lautrec descubrió entre las pertenencias de su modelo un cuaderno con dibujos que le dejaron sorprendido. Cuando más tarde lo compartió con otros compañeros de tertulia, a pesar de la expectación generada, nadie acertó a descubrir quién era su autor. Cuando se desveló que esos esbozos pertenecían a Suzanne, la chica que hasta entonces sólo había ejercido de musa, su carrera empezó a salir del lienzo para tomar el pincel por su propia mano.

Su estilo se puede definir como post impresionista. Entre sus trabajos destacan los desnudos femeninos pero también los masculinos , tomados al natural como “Lanzando la red” de 1914, lo que azuzó la controversia ysobre su obra.

Quizás su pintura no es tan conocida hoy en día como la de sus colegas de generación y vale la pena preguntarse por ello, si existe un sesgo de género en ello. Si su talento es innegable, también lo es su arrojo para romper las convenciones que ataban a las mujeres de entonces y que sigue siendo tan necesario hoy en día.

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