Por KuKalambé
«Se puede aprender mucho de ambos,
del muerto aparente que ha vuelto y
de Moisés que ha vuelto,
pero de lo decisivo no es posible enterarse por ellos,
ya que ellos mismos no lo han experimentado.
Si lo hubieran experimentado, no habrían vuelto. Además,
tampoco nosotros queremos experimentarlo en absoluto.»
Franz Kafka/ «De la muerte aparente»
En un plano esotérico, lo «individual» es irreal; lo «colectivo» es real y objetivo. Intentemos comprender esta paradoja espiritual y religiosa desde la perspectiva de la «antropotécnica» de la creación estética:
El «cuerpo físico», la anatomía física, determina sus propias visiones. Si tienes dolor de estómago, entonces empiezas a imaginar que se ha impactado un cálculo en la vejiga. Incluso puedes soñar durante toda la noche sobre la piedra de Sísifo cayendo desde una colina en la barriga. Te sientes atrapado en un punto del espacio y el tiempo. La verdad es que entre el dolor y lo que sueñas e imaginas hay una separación verdadera. Lo real y lo que sueñas no coinciden. La mayoría de las personas sueñan en esta dimensión.
El «cuerpo etéreo» (ahora comienza a funcionar el cuerpo sutil e imperceptible) imagina a su manera. La imaginación se fuga de tu cuerpo y viaja por el espacio. Recorre cierta distancia. La psicología occidental la reconoce como «imaginaciones inconscientes». Por ejemplo, el sonido «Bayam», que es un mantra, llega a producir imágenes y sueños etéreos. La formación de la nacionalidad cubana es, en el fondo, resultado de una imagen etérea, de un crujido que resuena en el centro. A los efectos de consumir un tipo de droga, el LSD (ácido lisérgico), se producen imágenes etéreas. Empiezas a vivir tu «individualidad» a partir de un tipo de «realidad». Comienzas a crear, en el «comienzo apropiador», un tipo de realidad. Te desmarcas del historicismo y el positivismo. Te acercas, acortando la distancia entre el sueño y la realidad, a tu realidad con la ayuda de un elemento exterior.
El «cuerpo astral» tiene la facultad de viajar en el tiempo y el espacio. Sueñas ahora con el pasado. Regresas a tu vida pasada. La «hipnosis», por ejemplo, es fundamentalmente un medio de transporte. Para Jung, la «visión astral» es producto del «inconsciente colectivo». Puedes llegar a visualizar vidas pasadas y soñar muchas cosas raras, incluso lo que fuiste en el pasado de la evolución: el animal real. Es la dimensión más oscura de los sueños y las visiones, pero la más importante dentro de las visiones individuales. Nadie afuera puede saber lo que ocurre allí, excepto tú. Alguien mentalmente enfermo podría llegar, según experiencias contadas, a visualizar el pasado más allá de su propio nacimiento. En fin, la «locura mental», como ocurre con Nietzsche, constituye un medio de transporte para llegar a colocarse vecino de la realidad. El «animal político» pierde las reglas establecidas y comienza a imaginar libremente lo que en el fondo es: «un animal real», lo describe Michel Houellebecq en su novela «Sumisión», con garras, dientes y la rapidez para la carrera.
Hasta aquí los sueños y el contenido individual. Como no se pueden transformar los visones individuales en realidades empíricas, colectivas, se cae en la categoría de lo irreal. No pueden ser comprobadas por ningún medio y entidad social. Habrá que continuar soñando para convertir la imaginación, la visión, en realidad. Hasta ahora somos vecinos del Ser, pero individualmente. Nadie lo creerá; objetivamente seguimos siendo todavía irreales. Heidegger considera este punto la «comunidad sin ser». El «olvido del ser» se ha destapado. Es hora de la «meditación antropotécnica». La mente comienza a trabajar en sí con la droga meditativa. Ocurre la expansión de la conciencia. ¿Hacia dónde?
El «cuerpo mental» viaja hacia el futuro, hacia «tú» futuro. El «futuro individual». El «sistema poético del mundo de Lezama» se construye en esta dimensión de los sueños y las imágenes. La antroposofía de Rudolf Steiner y las ideas del «Cuarto Camino» de Gurdjieff y Ouspenski trabajan en esta dimensión, buscan trascender la «mente inconsciente» y abren el camino hacia el despertar de la conciencia (la conciencia de que la técnica, la maquinación, se olvida del Ser). Ahora puedes crear desde «ti» sin mediación de los otros cuerpos sutiles. La mente misma crea visiones, imágenes, sueños, producibles en tanto se transformen en «futuros del hombre». Es el espacio donde sueñan los grandes artistas, los poetas, los visionarios: aparece aquí la gran creación artística y literaria. El tiempo que antes fluía ahora se detiene, penetras en su futuro. El tiempo en «presente» es un «fluir del tiempo». El tiempo dentro de ti se transforma en la realidad. Construyes un «tiempo para ti». Los antiguos griegos. Te acerca más a la realidad. Arribas al espacio del Ser, pero el «tiempo» sigue separándote. El «tiempo» es ahora la última barrera. Eres vecino del ser en el tiempo. Husserl lo describe como «epojé», separación intencional con el modo de vivir.
El «cuerpo astral» posee la capacidad de viajar a través del tiempo y el espacio. Ahora sueñas con el pasado, retornando a tu vida anterior. La «hipnosis», por ejemplo, se revela fundamentalmente como un medio de transporte. Para Jung, la «visión astral» surge del «inconsciente colectivo». Es posible visualizar vidas anteriores y soñar con numerosos fenómenos insólitos, incluyendo lo que fuimos en fases previas de la evolución: el animal real. Esta representa la dimensión más enigmática de los sueños y visiones, pero también la más crucial dentro de las experiencias individuales. Solo tú puedes conocer lo que sucede allí. Se ha relatado que una persona con una enfermedad mental podría ser capaz de visualizar su pasado, extendiéndose más allá de su propio nacimiento. En definitiva, la «locura mental», tal como le ocurrió a Nietzsche, se convierte en un vehículo para acercarse a la realidad. El «animal político» abandona las normas preestablecidas y comienza a imaginar libremente su esencia profunda: «un animal real», como lo describe Michel Houellebecq en su novela «Sumisión», dotado de garras, dientes y agilidad para correr.
Con esto concluimos la discusión sobre los sueños y el contenido individual. Dado que las visiones individuales no pueden transformarse en realidades empíricas y colectivas, se categorizan como irreales. No existe medio o entidad social que pueda verificarlas. Por tanto, debemos continuar soñando para convertir la imaginación y la visión en realidad. Hasta el momento, solo somos vecinos del Ser de manera individual. Nadie lo creerá; objetivamente, seguimos siendo irreales. Heidegger aborda este concepto como la «comunidad sin ser». Se ha revelado el «olvido del ser». Es el momento de la «meditación antropotécnica». La mente empieza a trabajar en sí misma mediante la meditación. Se produce una expansión de la conciencia. ¿Pero hacia dónde?
El «cuerpo mental» se proyecta hacia el futuro, hacia «tú» futuro personal. El «sistema poético del mundo» de Lezama Lima se erige en esta dimensión de sueños e imágenes. La antroposofía de Rudolf Steiner y las enseñanzas del «Cuarto Camino» de Gurdjieff y Ouspenski se enfocan en esta dimensión, intentando superar la «mente inconsciente» y abrir el camino hacia el despertar de la conciencia —la conciencia de que la técnica y la maquinación han olvidado al Ser. Ahora puedes crear desde «ti» sin la intermediación de otros cuerpos sutiles. La propia mente engendra visiones, imágenes y sueños que pueden materializarse en la medida en que se conviertan en «futuros del hombre». Es el ámbito en el que sueñan los grandes artistas, poetas y visionarios, donde surge la creación artística y literaria por excelencia. El tiempo, que antes fluía, ahora se detiene; penetras en tu futuro. El «presente» es un «fluir del tiempo». El tiempo en tu interior se convierte en realidad. Construyes un «tiempo para ti». Los antiguos griegos te acercan más a la realidad. Llegas al espacio del Ser, pero el «tiempo» aún te separa. El «tiempo» es ahora la última barrera. Eres vecino del Ser en el tiempo. Husserl describe este concepto como «epojé», una separación intencional de nuestro modo de vivir.
El «cuerpo espiritual» atraviesa la creación de tu «tiempo individual». Sueñas con la «eternidad» y el cosmos. Los mitos, los dioses, crean un tiempo para ti: el «tiempo mitológico». Se crean historias sobre la «creación» objetivamente comparables y verificables. Entra en la realidad del ser, pero paradójicamente no vives aún en él. El «sueño mitológico» es creíble porque se verifica objetivamente, aun cuando es un sueño. Es la dimensión donde más de una persona al unísono sueña lo mismo: dioses, eternidad, tiempo de la creación. El Ser sueña. Jesús, Mahoma, Buda, Krishna, Zaratustra, Moisés, crean para ti la «mente colectiva». Se impone ahora la «conciencia colectiva» por encima de la «conciencia individual». Se ha creado la «religión del Ser». Lo divino asegura el sueño objetivamente comparable y comprobable.
El «cuerpo mortal», la auténtica realidad. Tus sueños desaparecen en la espesura de la eternidad y la nada. Pero ya tú no estás –según Franz Kafka– para experimentarlo y contarlo.