El soviet caribeño

Por Galán Madruga

«No existen los hechos, existen las interpretaciones»

Nietzsche

Un instante después, y la historia no existe. Nos queda la narrativa y el discurso historiográfico.

Un reciente libro, publicado este año por Ediciones B en Buenos Aires, ha sonado la alarma. Se trata de un estudio cuasi esotérico sobre la fundación y evolución de las estrategias de los comunistas cubanos a lo largo de 100 años. César Reynier Aguilera ha publicado otro libro: El soviet caribeño: La otra historia de la Revolución Cubana. Antes había leído RUY, una novela biográfica sobre la vida en La Habana y la huida de Cuba. El soviet… es un libro polémico y excepcionalmente escrito. He recorrido sus páginas a la velocidad de un dragón, escéptico y apabullado por la coherencia expositiva, casi perdido en el bosque de la ficción literaria. Reynier escribe con increíble soltura, lo que hipnotiza al lector.

¡Alerta! Cada interpretación o juicio está sujeto a la subjetividad del intérprete, y este es un relato de memorias e investigación que desea incursionar como texto historiográfico. Con más de 400 páginas y más de 500 referencias bibliográficas a pie de página, el hilo conductor de la trama recae en la historia de ese hombrecito oscuro y pedigüeño llamado Fabio Grobart, enviado furtivamente al archipiélago cubano para fundar un núcleo aparte del PCC en la década de 1920.

¿Qué se propone El soviet …, de Cesar Reyner Aguilera? Una nueva interpretación (alternativa) del discurso historiográfico cubano en el siglo XX. En Mabay, un poblado rural cercano a Bayamo, en 1933 se produjo una huelga obrera contra los representantes del ingenio azucarero que devino por varias semanas en el primer soviet latinoamericano. No sé si Grobart tuvo que ver directamente con ese panameño de las luchas obreras en Cuba.

¿Fue el comunismo cubano un experimento cuajado dentro del laboratorio de la internacional comunista? ¿Qué interés tenía la «conspiración» en el proceso de sovietizar Cuba? El discurso de Aguilera es notablemente casuístico y, por qué no, neopositivista. Desde pequeño, el autor oía hablar en su casa, a sus padres y a otros viejos militantes comunistas, sobre la trama de la comparación, el argumento para escribir este libro. Lo que hoy conocemos como Cuba comunista es el experimento del «soviet caribeño.» Claro, siempre que el enfoque de Aguilera deje al margen una premisa teórica de la sociología existencial: en la conspiración de los soviets, para apoderarse del caimán, se controló la presencia de la ira de Aquiles.

La tesis de Aguilera se centra en un discurso cuasi esotérico sobre la fundación y evolución de los comunistas cubanos a lo largo de 100 años. Porque los comienzos del comunismo en Cuba no se remontan, según el libro de César Reyner Aguilera, a la fundación del PCC en 1925 en La Habana y Manzanillo, sino a 1919, cuando se inauguró en La Habana la llamada Sección Comunista de Cuba, como parte de una sucursal del Comintern. Y desde entonces, el objetivo fue, dentro del partido, la creación de un círculo esotérico para dominar el partido exotérico y controlar cualquier tendencia de inspiración nacionalista de los comunistas cubanos. Bajo la dirección de Grobart, polaco de origen judío, Aguilera explica a lo largo del libro cómo se organizó ese círculo esotérico, dominante, en una suerte de (NCIS), el Núcleo Central de Inteligencia Soviética, para evitar que el PCC exotérico se desubicara y se desvinculara de la doctrina stalinista. Para Aguilera, lo que triunfa en 1959 no es revolución, sino el stalinismo.

¿Sigue trabajando el NCIS dentro de las filas del PCC en los días que corren? No tendría sentido, si ya, desde 1989, desapareció la Unión Soviética. El influjo puede ser una reminiscencia significativa en el orden moral y psicológico. Pecado vs. sufrimiento. Cristianismo marxista vs. budismo esotérico. En esta época, la gente en Cuba comete menos pecados que la caída en depresión. Esta es la diferencia esencial para entender espiritualmente qué ha pasado en Cuba durante estos últimos 60 años después del esoterismo político e ideológico.

Sin duda hubo conspiración. La conspiración de la Komintern se aseguró de entrada dominar la ira revolucionaria de los pueblos caribeños, cuya energía formaría parte del banco de iras del comunismo internacional. Así, las grandes agencias hipotecarias comunistas pudieron hipotecar la ira del pueblo con base en un procedimiento basado en «crediticio social.» Las hipotecas de la «ira» recaían en manos de las aseguradoras de los bancos del PSPC y el M-26-7, cuyo presidente iba a ser en Cuba Fidel Castro.

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